En verdad que resulta inconcebible que gobernantes que dispongan del brazo armado, los organismos de inteligencia del Estado, las policías, los empleados del gobierno central, regional y municipal, entonces ¿cómo se explica qué con tanto poder en sus manos se dejen arrebatar el gobierno por quienes solo les sobran las ganas de mandar? Examinando la embrollada historia republicana, encontramos casos que ilustran sobre aquellos Jefes de Estado que por descuidarse resultaron ninguneados por quienes apenas los mataba la glotonería de poder. Ignacio Andrade, Cipriano Castro, Isaías Medina Angarita, Rómulo Gallegos, Marcos Pérez Jiménez y la partidocracia puntofijista, fueron algunos de los que por exceso de confianza, recurrente soberbia e incompetencia monumental cayeron pendejamente como condorito, llorando como mujeres lo que no supieron defender como hombres.
Caso contrario a los mandatarios desafortunados que cayeron por su propio peso, han sido registrados por la historia en su exacta dimensión. Juan Vicente Gómez, Rómulo Betancourt y Hugo Chávez si fueron pilas en la defensa de su gestión, y por ello defendieron su ejercicio del poder, como gato pata para arriba. Aunque gravitaron en circunstancias distintas y fueron actores que se diferenciaron entre si, sin embargo Gómez, Betancourt y Chávez supieron demostrar que el respeto a la majestad presidencial no se mendiga, que hay que tener un par de cojones bien puesto para no dejarse sorprenden por aventureros, esos que con su actuación canallesca ante la historia, prefirieron probar suerte pescando en rio revuelto, en vez de hacer carrera política.
Ojala que Nicolás Maduro no cometa la tontería de dejarse distraer por esos brollo calculados que acostumbra elaborar la oposición en sus laboratorios mediáticos, así como tampoco pararle mucho a esas cortinas de humo poco originales, con las que el fascismo pretenden sacarnos del mundo real que tenemos a nuestro alrededor. Por estas y muchas mas razones, se ve de anteojito que amagos de invasión, magnicidio, caracazo o golpe de Estado son ficciones necias que elucubran los fracasados de oficio, los mismos que siempre se negaran aceptar que a los venezolanos del siglo XXI: de solo pensar en el pasado, les produce escalofrió en el cuerpo.