La Patria es un jamelgo brioso, libre y mirando hacia adelante como está ahora en el escudo, pero no puede andar al paso rápido que marca la revolución porque lleva la carga pesada de un barril de pólvora en el lado derecho; carga que se ha llamado burguesía parasitaria, mal de muchos años, acostumbrada a chupar del erario público, razón principal de existencia, especializada en sustraer recursos financieros y materiales para continuar acumulando capital, y con ello poder; y del lado izquierdo, un bulto pesadísimo de burocracia parasitaria, inercial, ineficiente, saboteadora de todo intento de mejorar la función pública. Una se nutre de la otra y viceversa.
Mucho se ha escrito y dicho sobre cada una por separado, El Comandante eterno se refería a la burocracia como una pesadilla que había que desmontar; de allí las Misiones. Pero ahora que sale a flote toda esa conspiración contra el Pueblo, se entiende con facilidad que estas dos pesadas cargas que inmovilizan la socio-economía popular son lo mismo. La burguesía parasitaria detecta con facilidad las frágiles mentes de los funcionarios de la burocracia, que a falta de conciencia, no de padrinos, está a la espera de una buena oferta para sonreírle a las lisonjas, regalos o dádivas. Con esta crisis política generada por esas dos parasitosis se confirma que lo peor de la burocracia nacional está en el sector financiero, sobre quienes cae la responsabilidad de permitir que aquello que ha debido ser ahorros de divisas sea ahora un despilfarro gigante, incalculable, aterrador.
Pero las sobras, las que tienen que ver con las compras por internet se someten a una rigurosidad tal, para lo cual la burocracia muestra signos que puede ser eficiente controlando procesos, cuando quiere, o cuando no median otros intereses subalternos y despreciables. Veinte empresas se chuparon casi un cuarto de las divisas otorgadas en los últimos cuatro años, entre estas al menos tres son del agronegocio. Y esta burocracia financiera no es capaz de informarle al país entero como pudo ser burlada, engañada. Resulta difícil creerlo, esa es la razón.
Todos los ciudadanos y ciudadanas, partes de ese intangible y difuso Poder Popular mira con asombro cómo se destapan almacenes repletos de bienes que se ocultaban bajo la mirada de quienes han debido ejercer el control. Era más fácil conseguir una minúscula garrapata venadera en el cuerpo del jamelgo que descubrir los contenedores vacíos o llenos de basura que arriban a los puertos, o descubrir los almacenes donde se han encontrado hasta 250 mil artefactos del hogar. Esa ceguera es también parte de la burocracia ineficiente.
No queda tanto tiempo para hacer rectificaciones profundas. Maduro está asumiendo la batalla con la fuerza heredada del Maestro, aprobada la Ley habilitante, vendrán las leyes que deben ir por ese sentido, a derrotar esas cargas pesadas que impiden el avance de la revolución.
En descargo de los miles de miles de honestos y buenos servidores y servidoras de esta Patria, les cuento esta anécdota del día de hoy: me subía al vagón del metro destinado a las personas de edad mayor o con discapacidades, le di paso a un joven invidente, que la gente del metro de Caracas había informado de su arribo a la Estación. Una joven de esa burocracia buena, le ayudo a descender y le preguntó si quería que se le acompañara hasta la salida de la estación, mientras otra joven llamaba a la próxima estación para que recibieran a una señora que iba sentada sobre una silla de ruedas.
Este suceso sencillo aplacó mi mano mientras escribí este artículo, porque también se tiene la convicción que esa minoría parasitaria será derrotada con el ejemplo, con la ley y con los métodos que la revolución decida.
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