Ciertamente, no es fácil hablar del prójimo y mucho menos de mis vecinos de clase media, pero ante el comportamiento de algunos de sus integrantes me siento constreñido a establecer una clasificación de la muchedumbre. Tal categorización la haré, no en base de sus posibilidades económicas, es decir, de lo que pueden gastar, sino en términos de la conducta asumida ante lo que está sucediendo en el país y en el planeta.
Sin querer parecer injurioso y atendiendo al desenvolvimiento de las personas clasificaré a los humanos, previo estudio concienzudo, en genios, mediocres y elementales. Al primer grupo pertenecen los seres capaces de convertir quimeras en ideas y estas, en realidades. En este reducido montón incluyo a los inventores, a los sabios, a los individuos que forjan doctrinas para resolver problemas humanos, a los líderes que pujan, resisten y vencen, a los seres que enseñan a reflexionar, a los que piensan en el porvenir de un colectivo y encarnan un ideal. Estos ínclitos rechazan las tiranías, aborrecen los honores de quienes en oportunidad intentan manipularlos. En el lado opuesto están los elementales. Estos son seres básicos, sin ideas, están en el mundo porque su organismo está dotado para cumplir sin problemas las funciones biológicas y fisiológicas que los mantienen con vida. Por lo general son rutinarios, holgazanes, viciosos, carentes de impulsos para cambiar su existencia. Simplemente viven porque no saben hacer otra cosa. Son faltos de emociones ante las cosas agradables y sublimes, quizás porque las desconoce o absolutamente, porque no lo aprendieron a disfrutar.
A quienes les voy a dedicar un párrafo aparte es a los mediocres. Estos seres son incapaces de moldear dentro de su cerebro un ideal y por tal razón no poseen criterio propio. Carecen de características personales que permitan diferenciarlos de otros individuos de su mismo género. Son fácilmente maleables, indiferentes a los problemas sociales, prefieren que otros piensen por ellos para después actuar. No tienen voz, más bien se constituyen en un eco para repetir lo que han escuchado bien en boca de otros o bien por la la televisión, por feibuc, tuiter o por la innovación más reciente: el pin. No les importa ser, lo más trascendente es parecer. Cuestión de estatus. Piensan que la prosperidad está ligada únicamente al dinero sin importarles los valores morales de una sociedad. Creen que cualquier aprendizaje debe servir para reportarle mejoras económicas y no un bien para su crecimiento personal. Es decir, el interés intelectual y estético son unilaterales y egoístas.
Si le hiciera la silueta de un hombre mediocre quizás lo vería como la proyección de una sombra de la sociedad, sin distingo de individualidad. En esencia es imitativo y está adaptado perfectamente a vivir en rebaño. Su personalidad está reflejada en las rutinas, en los prejuicios dogmatismos religiosos, políticos y sociales útiles para ser amaestrado. Por tal razón son los preferidos por los comerciantes para que acudan a los centros comerciales para venderles las llamadas “ropas o productos de marcas” porque esto identifica su pertenencia a la llamada clase media. Cuestión de estatus. Por lo general el mediocre es conservador y le teme a todo aquello que “apeste” a cambio y se resisten a cualquier revolución, de allí su mansedumbre. Piensan con la cabeza de los demás y comparten la hipocresía de sus iguales. Representan un grupo humano donde prevalece el sostén de intereses inmutables. Los mediocres constituyen una masa inerte carente de energías propulsoras. Prefieren hartarse de apetitos materiales y no de ideas. Los mediocres aseguran que la única ciencia es el comercio, que cualquier otra disciplina académica como la política, la filosofía, la matemática, entre otras, sólo deben servir para acrecentar su patrimonio económico. Las doctrinas fascistas encuentran entre los mediocres el caldo de cultivo para el fanatismo dispuesto a la domesticidad. Los mediocres son fácilmente manipulables ya que son incapaces de asumir por si mismo algún gesto digno. Ignoran que el hombre no vive de lo que traga sino de lo que asimila. El o la mediocre no tiene ideas sino apetencias, confunde la deleite con la indecencia, la luz con la sombra, la paciencia con la cobardía, la mesura con el servilismo, la hipocresía con el merito. El mediocre no tiene conciencia de clase. Cuestión de estatus.
El mediocre se cree intelectual, simplemente por hacer gala de un título universitario. Es incapaz de pensar que este pergamino para lo único que sirve es para trabajar como empleado en la administración pública o en una empresa privada. Una vez graduado se limita a vegetar, agobiado por el peso de sus falsos atributos, en espera de las alabanzas de sus iguales. Olvida que encima de él existe un superior jerárquico que los explota y lo manipula, para que marche al compás de una música desafinada que interpreta la orquesta de la compañía. El mediocre se entrega estoicamente al error colectivo al cual lo arrastra su superior sin darse cuenta que su empleador le agota sus energías hasta dejarlo exhausto. Al final de la semana, los viernes por la noche, deja parte del salario en los entretenimientos que los capitalistas le preparan. Al concluir la jornada prefiere mendigar que conquistar.
Los lectores se preguntarán ¿En cuál de nuestro estrato social están ubicado el mediocre?: lamentablemente, entre mis vecinos de clase media asalariada que aceptaron estoicamente aquel eslogan publicitario: “déjenos pensar por usted”. Continúe leyendo con detenimiento y saquen ustedes sus propias conclusiones.
Es sorprendente cómo la gente de la clase media asalariada avala lo comentado en los pin y deja de lado las aseveraciones del gobierno socialista y bolivariano, sin preocupación alguna de verificarlos. En una oportunidad le comenté a una de mis vecinas las construcciones de la Gran Misión Vivienda y fue capaz de asegurarme que tales edificaciones se hicieron sin estudio de suelos y que dentro de cincuenta años se van a caer. Una célebre pitonisa de la clase media asalariada.
Cuando el gobierno toma una medida que beneficie la clase media de inmediato nuestros mediocres esperan la difusión del pin para poder opinar y lo leído en sus celulares se transforma, por arte de birlibirloque, en la apreciación de un grupo social. Cuestión de estatus.
Dijo Chávez en su oportunidad: “el país se siente complacido por el lanzamiento del satélite Simón Bolívar”. En los celulares de la gente de clase media se podía leer: “el satélite Simón Bolívar se derrumbó porque la tecnología china no sirve para nada”.
Indica el gobierno: “En el parque Simón Bolívar hay unas torres para facilitar la elaboración del concreto”. Aparece en los pin: “Maduro puso en la Carlota una fábrica de concreto y la gente de Caurimare se está muriendo porque no puede respirar”.
Explica el presidente MM: “la ventas en los centros comerciales se están haciendo de manera ordenada”. Por los pin se riega: “Caracas está en emergencia por lo saqueos ordenado por Maduro a los centros comerciales”.
El presidente MM refiere en una cadena: “el gobierno está en la obligación de controlar los especuladores con la finalidad de aplicarle las leyes”. Se lee en los pin: “Maduro está alejando las inversiones y a los pobrecitos comerciantes les están violando sus derechos humanos”.
Refiere el alcalde Jorge Rodríguez: “la alcaldía va a comprar un lote de modernos autobuses chinos para mejorar el sistema de transporte terrestre”. Se lee en los pin: “el maldito de Diosdado se compró una flota de autobuses chinos para monopolizar el transporte terrestre”.
Intento explicarme la conducta de mis vecinos y les aseguro que el entendimiento se me atora.. A manera de ejemplo: un par de zapatos deportivos de marca reconocida cuesta por Internet cien dólares USA y en tiendas del este, especialista del ramo, los vende en Bs. 8.000. Pero mis colindantes piensan que el presidente MM está golpeando a los “pobres” empresarios. ¿Qué les pasó a los profesionales universitarios de la oposición? Parece que perdieron la capacidad de interpretación, análisis, síntesis y la sindéresis se les agotó. No son capacees de hacer un juicio sobre un problema nacional que los involucra y muchos menos sobre uno del ámbito internacional.
Si he ofendido la sensibilidad de algunos acólitos de la oposición les pido mil dispensas. Sinceramente, intenten comprender a un ser que aspira de sus vecinos el uso del buen sentido. Es de esperar que los padres deban forjarles a sus hijos sentimientos útiles para la vida que engendre una virtud en forma de talento moral, les aseguro que atiborrando a sus herederos de cocacola, pepsicola, hamburguesas y papa fritas difícilmente podrán lograr tal objetivo.