A toque de mano de las elecciones del domingo, primeras del proceso revolucionario sin la presencia de su comandante supremo, el carácter o signo que a la vista resalta es el de la victoria.
Victoria porque así lo consagra el inevadible rosario de diecisiete triunfos en dieciocho confrontaciones (dejando a un lado los otros, contra golpes, guarimbas, atentados y etcéteras), con la circunstancia de que la derrota única se debió a la ausencia prolongada del líder por compromisos internacionales y a la ineptitud de sus seguidores de todo nivel –perdónenos el pueblo– para derrotar las mendacidades escandalosas de que la contra se valió, amén del error estratégico de la dirección de haber deformado su propuesta al agregarle más ítems de cuantos originalmente contenía.
Ahora tampoco el comandante estará presente en físico, pero su obra, su voz, su espíritu y su imagen lo han convertido en vencedor de la muerte y esta no podrá ya abatirlo jamás. Nada ni nadie en lo porvenir habrá de separarlo de Bolívar ni del pueblo que uno y otro amaron sobre todas las cosas y al cual conducirán en todos los combates libertarios que deberá seguir librando, jefe y lugarteniente luminosos, dadores y receptores de amor para la gloria eterna de la Patria.
De mentir, los oposicionistas lo han hecho siempre y no les será posible dejar de hacerlo nunca, pues –lo he recordado antes– es ínsito a su condición de epígonos de los explotadores y opresores, perversión que necesariamente buscan ocultar o cubrir.
De vencer, la razón es sobradamente conocida, pero insistiré en la remembranza de solo algunos hechos.
Volvamos a ver: La constitución bolivariana y la democracia participativa y protagónica, expresada en la figura de los referendos, en la creación de una institucionalidad ad hoc para garantizar la participación popular –consejos comunales, comités populares, mesas técnicas, contralorías sociales y otros–, y en el respeto, por convicción profunda, de los derechos humanos, lo que incluye el repudio y comienza a incluir el castigo de los violadores; la independencia y soberanía de nuestra patria y el derecho a la organización autónoma de la vida social; la posibilidad de realizar cambios profundos de manera democrática y pacífica; la unidad, conciencia y espíritu ético y patriótico del pueblo; la unidad civil-militar; la legislación orientada al fomento y defensa de los intereses nacionales y populares; la decisión en marcha de erradicar la pobreza y la exclusión mediante el empoderamiento de los pobres; el manejo nacional de Pdvsa y de todos nuestros recursos; el crédito y la atención privilegiada a la economía popular y cooperativa; el estímulo sin retaceos a la cultura no excluyente y al deporte; las formidables obras de infraestructura, de valor estratégico para el desarrollo sustentable e independiente del país: puentes con vías férreas, autopistas, metros y otros medios de transporte urbano masivo, red ferroviaria, represas, acueductos, plantas de energía, silos, escuelas, centros de salud, etc.; la recuperación de espacios populares perdidos; las Misiones, ese ejercicio reivindicatorio popular de extraordinarias proyecciones: en salud, educación, vivienda, alimentación, trabajo, transporte, recreación, cuidado especial a sectores débiles y todas las demás, concebidas con profundo espíritu humano y como derechos y deberes sociales; la creativa política internacional en pro de un continente unido, poderoso, soberano y solidario con el mundo. Y mucho más: esto es sólo una síntesis. Adicional: los triunfos locales como los que vendrán este domingo ayudarán a potenciar todo eso.
Por ello cada elección se encuentra bajo el signo de la victoria. Y hoy, a pesar de que no está en juego la presidencia nacional, es un valor añadido el que la sucesión del liderazgo bolivariano demuestra ser otro triunfo de la capacidad de acierto y decisión de Hugo Chávez: Porque Nicolás Maduro, forjado en el combate social desde la adolescencia, bajo la impronta del gran líder ha convertido en una sola pieza actitud vital revolucionaria y apellido.
Hoy lo vemos conduciendo magistralmente la lucha de clase. Y el pueblo lo medirá con sus votos en diciembre.