La joya de la corona

   Yo soy de la propia Caracas. Así decimos los que nacimos en la cuna del Libertador, en cualquiera de sus parroquias históricas. Yo nací en Catia de la parroquia Sucre y me presentaron en la jefatura civil de San Agustín cuando no existía la Miami de Caracas conocida como el Este de Caracas: Chacao, Baruta, el Hatillo y el Municipio Sucre que tienen su propia identidad pero se hacen llamar  legalmente zona metropolitana de Caracas o la Gran Caracas. Que vaina nos echaron a los caraqueños, a la ciudad de los Techos Rojos, a la estrofa de nuestro Himno Nacional que dice: “Seguid el ejemplo que Caracas dio”, a la Caracas histórica que  quieren diluirla, y no han podido, en el encantador  estado Miranda desafortunadamente  dominado por  la burguesía de éstos cuatro municipios cuya clase media pitiyanqui, reaccionaria y escuálida sueña con que lleguen los gringos a liberarlos del gobierno comunista  presidido por el hijo de Chávez. Con razón nuestro Aníbal Nazoa llamaba a esa clase media de ultraderecha, clase mierda.
 
    Aquí todo sigue igual con Jorge Rodríguez y Jackeline Farías. Éstos  camaradas han hecho un buen trabajo en la ciudad capital y el pueblo se los reconoció el 8D. Fuera de Caracas  por los predios  municipales fascistas no importa que sus alcaldes carezcan de una obra cumplida, a pesar de eso, la oligarquía los premia por su desfachatez anticomunista y apátrida. Son los mismos que piensan así: con mis precios no te metas y llaman saqueo supervisado a las inspecciones que hace el gobierno para imponer precios justos. Esa fue la gente que votó por el vampiro a quien deberían sacarlo de Caracas y dejárselos de regalo a la clase media que vive en las urbanizaciones lujosas del este caraqueño.
 
   A Caracas se le ha hecho bastante en los últimos cuatro años, pero eso no basta. Hay que convertir a la capital de  la República Bolivariana de Venezuela en una de las ciudades más bellas y humanas de nuestra América como punto de referencia nacional e internacional. Por ese camino creo que van los pasos de su alcalde ratificado y de la jefa de gobierno de la región capital. En otras palabras hay que convertir a Caracas en la Joya de la corona para que les duela.
 
   Ernesto y el Potro no pudieron derrotar a la derecha en la Alcaldía Mayor  ni en Petare pero es que nadie lo hubiera logrado en unas elecciones burguesas aplicadas en el epicentro del esplendor capitalista venezolano. La gente más rica de Venezuela tiene sus propiedades en estos cuatro municipios, allí viven rodeados de todos los lujos y opulencia ejerciendo su dominación política, cultural y explotadora de los sectores populares que habitan en los barrios más humildes. El fenómeno sociológico de los pobres tolerando la dominación del  enemigo de clase  no es extraño en la historia de Venezuela. El caso más patético es el dominio político de la oligarquía   en Venezuela desde el ascenso de José Antonio Páez  a la presidencia de la República (1830), sin olvidar el asesinato de Ezequiel Zamora y el Tratado de Coche, hasta la derrota del Pacto de Punto Fijo por Chávez en 1999.
 
    El problema del poder de la burguesía es estructural y no se soluciona con las elecciones burguesas.
 
*Profesor universitario jubilado de la UPEL


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Sergio Briceño García

Profesor Universitario de Filosofía de la Educación Jubilado de la UPEL. Autor del Poemario "Porque me da la gana" y de la obra educativa "Utopía Pedagógica del Tercer Milenio". Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.

 sergiobricenog@yahoo.com

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