El socialismo en el Siglo XXI es novedoso. A pesar de partir de un legado riquísimo, no tiene dogmas. Sincretiza lo mejor de la historia del pensamiento y la acción humana. Es científico, pero renovado, lector asiduo de los avances en las ciencias naturales y sociales. Es profundamente democrático. Y no es que acepta lo espiritual: ello es constituyente indispensable.
Un componente inseparable es el paradigma unitario: no estamos separados de la Madre Tierra: somos parte de un sistema homeostático, cuyas leyes debemos respetar. Por ello muchos hablamos de Ecosocialismo.
Al analizar cualquier sistema, y abstraer para comprenderlo, identificamos categorías básicas. La mercancía, por ejemplo, fue identificada por Marx para comprender el Capital. La fuerza de trabajo, el mercado, los medios de producción, etc. son conceptos fundamentales.
En el ecosocialismo se elevan a categoría política conceptos como ecosistema, población, energía, ciclos ecológicos, nichos, que trataremos en próximas semanas.
La huella ecológica representa el impacto ambiental generado por la demanda humana de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta, relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos. Es el área de tierra o agua ecológicamente productivos (e incluso aire), necesarios para generar recursos y para asimilar los residuos producidos por cada población de acuerdo a su modo de vida, de forma indefinida.
La huella ecológica se mide en las hectáreas requeridas por habitante de una sociedad determinada, debido principalmente a la quema de combustibles, la actividad agropecuaria y la industria.
En los EEUU la huella ecológica supera las 10 Hectáreas por persona, cuando ese país dispone de sólo 3 hectáreas por habitante: está utilizando el triple de TODOS sus recursos, consumiendo los de alguien más. Venezuela tiene una huella ecológica de 2 hectáreas por habitante, menor al área que tiene disponible. Los países periféricos subsidian a los centrales.
