Aclaro que esencialmente no es cabalística esta voz de alerta al gobierno nacional, sin embargo en estos casos no falta creyentes en que las brujas de qué vuelan, vuelan. Y revisando por encimita nuestra historia republicana, encontramos que fueron muchos los acontecimientos que en febrero marcaron hito, lo cual hace sospechar muy mal de este mes del año, quizá porque cuando uno está picado de culebra cuando ve bejuco se asusta. Por algo será que los estudiosos de las ciencias jurídicas afirman que la costumbre se hace ley, o sea, praeter legem.
Aunque no sea muy de científico decir que la historia se repite de manera mecánica, sin embargo no deja de ser curioso que haya sido en febrero cuando el Gral. José Félix Rivas libró la heroica Batalla de La Victoria en 1814; y el 20 de febrero de 1859, Tirso Salaverría encendió la chispa de la guerra federal, como proceso militar y político que intentó reivindicar aquellas conquistas sociales con las que El Libertador premió a los soldados de la gesta independentista, pero que el Tratado de Coche frustró en 1863. En cuanto a la generación del 28 que programó en febrero los actos de la Semana del Estudiante en la UCV, y también intentó asaltar el Cuartel San Carlo el 7 de abril, se diría que eso no tuvo mayor relevancia, porque no pasó de ser tremendismo de algunos hijos de los amigos de Juan Vicente Gómez.
Buscando la explicación científica a esas causas que motivaron hazañas como la del Padre de la Patria, la guerra federal de los cinco años, la reacción espontánea del 26 y 27 de febrero de 1989, así como la proeza del pueblo cuando reconquistó el poder el 13 de abril del 2002, precisamos que en cada uno de estos episodio históricos se hizo necesario la presencia de condiciones objetivas, contradicciones dialécticas acumuladas, que solo pudieron encontrar en los estallidos sociales la válvula de escape a deseos reprimidos por un establisments decadente, tercamente opuesto a la señal del nuevo tiempo histórico.
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A propósito del polémico anuncio de que viene aumento en el precio de la gasolina, (partiendo de la premisa que lo económico determina lo político), se plantea de manera obligatoria que el gobierno revolucionario entienda que se trata de un tema inflamable y que debería sopesar en su exacta dimensión por los riesgos que comporta. Si bien es cierto que el criterio economicista aconseja un razonable aumento, también no es menos cierto que debe considerarse el aspecto político, pues podría provocar serias reacciones que son inconvenientes por la delicada situación de pre-guerra. Y porque todavía no han cicatrizados del todo las profundas heridas ocasionadas por la insistente guerra económica de la oligarquía apátrida, el Presidente Maduro, esta vez, deberá picar siempre adelante con medidas audaces, capaces de blindar el proceso bolivariano contra cualquier aventura de una oposición fascista que sigue envalentonada, creyendo tener en el bolsillo la mitad de la población.
Y como el 8 de diciembre el impacto demoledor de las municipales dejaron herida de muerte a la fiera golpista, y los ánimos siguen caldeados entre perdedores de oficio, se impone que el gobierno pele bien los ojos y esté siempre mosca en los primeros meses del 2014. A diferencia de la reacción espontánea que se produjo con el aumento de la gasolina en febrero de 1989, esta vez, es mayor el riesgo porque estamos lidiando con una jauría rabiosa de fascistas, más peligrosa que mono con hojilla, pues no pierde ocasión para lanzar puñaladas traperas contra el pueblo organizado en revolución. Y sobretodo, Señor Presidente, cuídese de aquellos que no cesan día y noche jurándole eterna lealtad, mientras sigilosamente se mueven en los bajos fondos con la mirada fija en las presidenciales del 2019. Con razón dicen que no están todos los que somos, ni somos todos los que estamos. ¿O no?
