Los medios de comunicación de masa comprometidos están empeñados en venderles al mundo un sistema político decadente, sin percatarse de las señales deslumbrantes que antes resplandecían hoy parecen disiparse ante las medidas tomadas por los gobiernos europeos y el norteamericano de evidente corte neoliberal. No cabe duda que durante décadas Hollywood, la prensa alienante, los canales de televisión, las grandes editoriales al lado de escritores mercenarios y todo un sistema de propaganda le vendieron y venden a los habitantes del planeta un modelo político-económico, basado en oropeles, frivolidades, egoísmos, riquezas mal habidas, brutales competencias, entre tantas de las bastardas inmoralidades. Indiscutiblemente, obviaron las necesidades básicas de la humanidad centradas simple y llanamente en la educación, vivienda digna, salud y una vida feliz para sus compatriotas.
Imposible no pensar que para mantener un tanque lleno es necesario extraer líquido de otro recipiente. De esta manera lo hicieron los grandes capitalistas. Estos canallas para mantener sus arcas atestadas de dinero debían extraerlo de otras naciones de donde robaban la materia prima, del trabajo mal pagado de los obreros y de un comercio voraz donde los ricos ponían las normas, apoyados por un letal sistema militar. Herencia de este modelo político fue la concentración de riquezas en manos de unos pocos; el aplastamiento de muchos productores pequeños por unos cuantos grandes a través de los perversos tratados de libre comercio; el aumento de una maquinaria industrial desplazando más obreros y como secuela, el aumento del desempleo; el fin de los sindicatos; la reducción de los logros sociales; el acrecentamiento de la miseria de los pueblos; las permanentes catastróficas crisis económicas en algunas países, consecuencia de la imposición de las leyes del mercado por parte de sus operadores (FMI, OMC, BM y la implacable OTAN); el monopolio de grandes consorcios industriales internacionales; la centralización en pocas empresas de los medios de producción y del capital, entre tantos de los males legados por el capitalismo.
Por fortuna, los trastornos que soportan los pueblos no pueden durar una eternidad. Los perversos capitalistas parecen olvidar las revoluciones que han conmovido a la humanidad son consecuencias que tal modelo económico-político le había confiscado a los pobres lo más preciado de un individuo: le expropiaron hasta la vida, dado que los siniestros señores son quienes decidían hasta cuándo podían vivir los pendejos. Razón por la cual surgieron revoluciones como la francesa, rusa, china, africanas cuyos habitantes lucharon por el rompimiento con el maligno submundo colonial, la iraní, la cubana y las más recientes, las latinoamericana cuyos líderes aspiran utilizar sus recursos naturales para el beneficio de sus habitantes y no para el engrandecimiento de las avaras corporaciones internacionales.
La herencia de del capitalismo en América es un legado de miserias; de un parque industrial dependiente de las cicateras corporaciones internacionales; de un sistema financiero subordinado a los dictados por los centros bancarios foráneos; de unos medios de comunicación de masa al servicio del imperio; de unos partidos políticos que representan intereses extranjeros; de una burguesía apátrida que negocia en conformidad con tratados de libre comercio que benefician a la economía del imperio y no a los de su patria; de una maquinaria militar que defiende intereses no nacionales; de un sistema monoproductivo que obliga a las naciones a importar productos a las empresas que los fabrican con la materia prima robada a su pueblo, entre algunos de los renglones que puedo destacar sobre la rapiña que caracterizó la presencia del capitalismo en Suramérica.
Indudablemente Venezuela no permaneció ajena este legado. Sin embargo, a todo a lo anterior es bueno agregar que también heredamos del capitalismo no una burguesía capitalista, sino una burguesía parasitaria que vivió a consta de la renta petrolera y no del trabajo productivo. Además, a lo referido debo agregar una sociedad y medios de comunicación hipócritas, unos verdaderos farsantes que se pusieron en evidencia ante el infeliz crimen de la joven artista y su esposo. La muerte de nadie es buena ante cualquier sea la circunstancia y muchos menos en situaciones de una violencia inmisericorde. Tampoco es prudente que una sociedad y unos medios de comunicación que han permanecido indiferente ante los conflictos graves que ha vivido el país pretendan dar al gobierno del presidente MM lecciones sobre el logro de la paz y convivencia. Jamás, en muchos de los años que llevo respirando, he visto una manifestación o un reclamo por parte del medio artístico sobre las muertes de los estudiantes producidas durante la cuarta república en manos de agentes represivos; tampoco sobre las agresiones de los policías de la época adeco-copeyana contra las manifestaciones estudiantiles, desempleados y reclamos por reivindicaciones de un gremio. Mucho menos advertí alguna protesta sobre la violencia, prostitución, diversos vicios, degradación moral, mal uso del idioma, discriminación racial, uso mercenario de la desnudez de la mujer para vender productos, burla contumaz contra los homosexuales, participación en la promoción de productos peligrosos para la salud, entre tantos de las impudicias que diariamente los televidentes deben soportar por la pequeña pantalla. Imposible dejar de lado la corresponsabilidad de las artistas y actores en la incitación a la degradación de la mujer y de los hombres, quienes con sus actuaciones resaltan como único objetivo de los caballeros el éxito proveniente del dinero y el de las damas, la búsqueda de la belleza, para poder tomar una porción del dinero que el galán de turno le entregará. Ella, como una parte del premio por el triunfo del protagonista en los negocios legales o ilegales, no le importará la procedencia de los billetes. Evidentemente las observaciones de este párrafo no recaen sobre todos los miembros de este gremio, sino contra aquellos actores y actrices que pretendieron hacer de la muerte de la pareja un guion televisivo para representar un papel de sufridos, que evidentemente les quedó muy mal interpretado.
La ciencia lo confirma: tanto en la herencia como en la genética se producen mutaciones, en algunos casos malas y en otros, muy buenas. Por fortuna, de una de estas mutaciones del capitalismo surgió un buen legado: el presidente eterno Hugo Chávez Frías. Mi comandante emergió como un torbellino para enfrentar la rapacidad capitalista que estaba acabando con Venezuela. Al lado de de este magnífico ser renació un pueblo que entendió su mensaje para que la Revolución Bolivariana y Socialista se convirtiera en una realidad y no en una utopía. La lucha no fue fácil y el enfrentamiento con los poderosos económicos nacionales e internacionales le costó la vida. Ciertamente, ni Roma ni París se construyeron en catorce años, debemos continuar la lucha para que el legado de mi comandante no se pierda. Es imperioso dejar las diatribas y las aspiraciones personales para que mi presidente MM alcance los objetivos del Plan de la Patria. Dejemos que los apátridas y la burguesía lambiscona se cocinen en su propia salsa y se revuelquen en el estercolero de donde nunca debieron salir. Estamos obligados a pensar en grande tal como lo hizo el libertador Simón Bolívar y más tarde lo reiteró Hugo, no olvidemos las palabras del primero:
“¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad?”…
Esta será la herencia de Hugo y la nuestra.