No es la primera vez, que entretuvieron a los venezolanos pintándole pajaritos en el aire, con medias verdades y paños tibios. Mientras tanto, la procesión iba por dentro, causando estragos irreparables en la vida nacional. Este 23 de enero, con más arrechera que nostalgia, conmemoramos un aniversario de una de esas comedias bufas que la oligarquía tradicional sabe tramar para anestesiarnos, distraernos y prolongar así su irreverente hegemonía. Entre tanto, la evaluación de los hechos cumplidos permanece en condición suspensiva, a la espera de que sean los historiógrafos y demás científicos sociales quienes se pronuncien de manera veraz, sin sesgo, ni falsos héroes inventados en las fantasiosas películas gringas
Conocido pomposamente como “espíritu del 23 de enero”, en sus días inaugurales logro persuadir a multitudes, a quienes alborotaron con encendidos discursos que prometían llevarnos al cielo. Incluso, en medio de tanta ingenuidad, no faltó quien creyera que habíamos derribado la puerta de la historia para entrar a una nueva era republicana que cambiaria hasta la forma de caminar. Pero, como ocurre siempre con las jugarretas de esa burguesía tramposa, a la final aquellas ilusiones duraron lo mismo que peo en chinchorro, mientras rodaron por el suelo las caretas de esa elite dominante que nunca ha tenido paz con la miseria con su capitalismo cada vez más voraz y excluyente.
Que Pérez Jiménez metió las manos y los pie en el erario publico y cercenó las libertades, ¿acaso ese flagelo no es el mismito que arrastramos desde que José Antonio Páez se alzo con la República en 1830? Si comparáramos década del perezjimenismo con los cuarenta y cinco años de saqueo puntofijista, concluiremos que el general andino de Michilena resulto un roba gallina, digno del perdón de pecadores veniales. Bastaría contabilizar la corrupción de adecos y copeyanos, para darnos cuenta que el monto de lo asaltado duplica al celebre Plan Marcha, con el cual se reconstruyó a Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
Este 23 de enero, cuando los funcionarios entonen los himnos, coloquen coronas ante las estatuas, y algún improvisado orador repita en cuento de nunca acabar, entonces la memoria se escapara de su abigarrado armario y, con tono acusador, nos recordara que resultó peor el remedio que la enfermedad, pues cambiamos a un ladronzuelo uniformado por una desaforada pandilla de asaltante que dejó al país en la más espantosa carraplana.
Con pan y circo, el paecismo logró burlarse de la ciudadanía, cuando con excusas baratas prometió oponerse a las pretensiones de Santander. Con pan y circo, José Tadeo y José Gregorio, embochincharan a los pobres ofreciéndoles abolir la esclavitud mediante un estrafalario decreto que no tuvo la suficiente eficacia, y por ello el Nepotismo de los Monagas dejaría abonado el terrero para que en lo sucesivo prosperaran las copiosas guerras intestinas. Tampoco la Federación hizo posible las reivindicaciones sociales que propuso Ezequiel Zamora y que el Tratado de Coche se encargaría de sepultar en 1863. Con pan y circo, Antonio Guzmán, que solía frecuentar la capital francesa, también logró deslumbrar a los pobladores con obras públicas que había copiado de la arquitectura parisina. También, con pan y circo, Eleazar López Contreras solicito a sus intelectuales adulantes que le elaboraran un paquete de medidas gatopardianas que se conocería como Programa de Febrero. Y en cuanto a los cuarenta y cinco años del pillaje de AD y COPEI, ellos se ufanaron de consagrar el voto a los analfabetos y a las mujeres, en una mal llamada democracia representativa que representó la mayor estafa política en nuestra vida republicana.
Ojala que la V República sea una excepción y no más pan y circo, porque otro fracaso en las actuales circunstancias, requeriría de por lo menos un milenio para superar el trauma de otro fracaso republicano.
