Pensándolo bien, qué sentido tendría conversar con un interlocutor, que no descansa repitiendo que la revolución está en trance de zozobrar; y que además, se pasa de soez, llegando a afirmar que la doctrina Chávez se fue con él, cuando lo depositaron en su tumba. Y porque a los riesgos hay que andarle tantico, sin esperar que el agua llegue al cuello, el gobierno deberá apretarse más el cinturón, porque cuando lo que está en disputa son las puertas del cielo, entonces hay que ser pila porque camarón que se duerme se lo lleva la corriente.
Están muy equivocados, y el tiempo se encargará de aclarar cualquier duda, a quienes de manera cortoplacista no han logrado aún entender que el proyecto continental que Chávez llegó a concebir para Venezuela, Latinoamérica y el Caribe en el siglo XXI, es tan impactante e imperecedero, que podrá mantenerse vigente por encima de las tumbas.
De manera que no vale la pena desperdiciar tiempo ni palabras, con unos disociados a quienes solo les obsesiona la ambición del poder, posiciones que perdieron cuando, por lambucios y corruptos, no supieron aprovechar ese medio siglo que por equivocación la historia les concedió a mala hora.
Que quede bien claro, que solo a la miseria humana le cuesta aceptar, que hasta ahora Nicolás Maduro demuestra con sus actos, que si tiene el fuste de los discípulos aventajados de Chávez, prometiéndonos llevar la Quinta Republica a puerto seguro. En cambio, lo mismo no puede decirse de quienes, por envidia e incompetencia, han desperdiciado su tiempo apostando al fracaso del poder popular. Total, allá ellos con su manera errática de hacer oposición, y sin saber cómo ni cuándo podrán bajarse del Titanic, mientras el pánico los mantiene más asustados que perro en canoa.
Entonces, para qué insistir embarcados en un dialogo imposible, que más bien pareciera la majadería de una conversación de Don Quijote y Sancho Panza. O no es verdura el apio.