Una vez que los humanos comenzaron a usar la palabra fueron abandonando paulatinamente el inveterado y ventajoso instinto heredado de sus ancestros animales. Aparece así la razón, las buenas y las malas, que sin duda son expuestas con palabras las cuales sirven para resolver los problemas, tantos domésticos como intelectuales. No cabe duda, la palabra tiene usos múltiples. Sirve para insultar, enamorar, chismear, discursear, halagar, cantar, recitar, justificar, agredir, persuadir, rectificar, solicitar indulgencia, perdonar, rezar, exponer, aconsejar, mentir, demostrar, entre tantos usos de los vocablos. No cabe duda, quien domina la palabra puede alcanzar logros en la política, en la ciencia, en la religión, en el arte, en la diplomacia, dado que cada ciencia y cada disciplina tienen su propio vocabulario.
Hay cinco palabras que, aunque muy campechanas, siempre me traen espontáneos recuerdos. Por lo general estaban enmarcadas y colocadas en un lugar visible en los abastos del barrio donde me formé o en cualquier humilde bodega ubicada en un pueblo alejado; me refiero a “hoy no fío, mañana sí”. Ciertamente, se trata de una oferta engañosa, puesto que el mañana nunca existía. Cuando el pobre comprador de una mercancía le pedía un fiado al dueño del abasto, por lo general un portugués, este le mostraba el cartel. Esto lo traigo a mi memoria, porque tal oferta me parece muy semejante a la promesas electorales de “los demócratas” de la cuarta república: por mucho que acudían los electores a depositar su voto, el mañana nunca existía. En las casas de AD y COPEI debían tener un cartel escondido donde rezaba “vote hoy y en cinco años cumplimos”. Pasado el tiempo, cuando el elector fuese a reclamar las ofertas electorales el presidente del partido le mostraba el aviso. Es decir, de nuevo tendría que votar en espera del mañana que nunca llegaba y después de cinco años regresaba a su casa arrepentido, desengañado y escéptico.
Pero hay dos palabras que aparentemente no tienen ninguna trascendencia, aquellas expresadas por mi comandante Chávez un 4 de febrero hace veintidós años: “por ahora”. Al transcurrir el tiempo lo venezolanos advertimos que aquella frase proferida en el fragor de una lucha revolucionaria no se convirtió en una oferta engañosa, no eran las palabras vacías de los políticos tradicionales de Venezuela, eran los anhelos de los pobres convertidos en una realidad. Dos palabras y un mundo lleno de esperezas transmutadas en obras, en las obras de la Revolución Bolivariana.
La derecha, como siempre, trataron y tratan de deslegitimar la acción de un grupo de militares y civiles, quienes cansados de los abusos y corruptela, casi institucionalizada en los gobiernos de AD y COPEY al lado de la burguesía parasitaria, gritaron “basta”. Era tiempo de renovar la vieja dirigencia putrefacta que había desmantelado al país, entregando a las transnacionales y a la banca extranjera las empresas básicas y los capitales provenientes de la renta petrolera.
Todavía, veintidós años después, los endriagos de aquella época gritaron y vociferan que Chávez y los militares del 4F actuaron contra el orden establecido y pusieron en peligro la democracia representativa que sólo personificaban intereses económicos particulares. La historia nos revela que Simón Bolívar arremetió contra más de trescientos años del orden establecido, la monarquía española, la misma, al igual que en la actualidad el capitalismo moderno arrasa con las riquezas y los recursos naturales vilmente explotados. La política, la mediocre, me enseñó que los malos (los ricos) ponen las reglas para que los pendejos (los pobres y asalariados) la cumplan. Esto es lo que la burguesía parasitaria llama “el orden establecido”.
El “por ahora” de febrero se transformó en un arma poderosa y arrolladora, en la voluntad de un pueblo excluido, en un triunfo electoral de más de dieciocho elecciones ganadas, en palmarias obras materiales para el beneficio de los pobres y para todas las clases sin ningún carnet político. El “por ahora” se transfiguró en patria; en un país cuya renta petrolera se convirtió en salud, educación, viviendas dignas; en una lucha continuada contra los apátridas; en decisiones independientes desligadas del mandato del Departamento de Estado; en integración suramericana y caribeña; en amor hacia un pueblo y sobre todo, en un pueblo con esperanzas ciertas.
El “por ahora” de aquel oportuno febrero se metamorfoseó, por obra de revolucionaros (as) dignos(as), en una Constituyente, en un nuevo congreso, en socialismo, en poder popular, en una nueva y moderna república participativa y protagónica, en junta comunales, en comunas y sobre todo en patria, la legada por nuestros libertadores y que había sido entregada a intereses foráneos por viles y facinerosos cuartorepublicanos. Porque ahora, sin importar a burla de los inicuos burgueses, hoy los venezolanos sí tenemos patria.
Lamentablemente la contrarrevolución no deja de atacar, no se resigna a que aquel “por ahora” no perderá vigencia, a pesar de los intentos vanos de destruir nuestra economía, de desmoralizar la juventud con las perversiones capitalistas, a pesar de la intervención extranjera, a pesar de los malhadados medios privados de comunicación, a pesar de la ausencia física de mi comandante Chávez, quien por fortuna le entregó a los venezolanos un legado tanto teórico como práctico de cómo continuar y preservar la Revolución Bolivariana.
De seguro, la Revolución Bolivariana no se perderá bajo la conducción de mi presidente MM y de los revolucionarios que lo acompaña. Y una vez que la base de esta transformación se vaya consolidando, tendremos un inmarcesible Chavimo por miles y miles de años.