Verdad y soberbia enfrentados en la revolución bolivariana

Cuando nos preguntamos porqué las derechas se oponen, militantemente, a la Revolución Bolivariana hasta el paroxismo de llevar la muerte a las calles sin importar a quiénes “se llevan por delante” obligando a la propia Revolución Bolivariana a tener que reaccionar ante tales desmanes con consecuencias de sangre actuando el Gobierno Bolivariano, en el marco de la “Seguridad y Defensa” del Estado venezolano, defensa incorporada no solo en la Teoría de las Ciencias Políticas, de la Constitución Bolivariana y las correspondientes leyes y las obligaciones impresas, históricamente, en el Gobierno venezolano, en este concreto estadio temporal del Gobierno Bolivariano, a causa y consecuencia de las acciones violentas y sangrientas de ciertos sectores de la extrema derecha político-venezolana con todos los consecuentes apoyos y solidaridades públicas como son del buen conocer público.

Esos escenarios conocidos se enmarcan en las realidades que significan las reacciones de los adherentes subsumidos y alienados al sistema capitalista significando escenarios harto conocidos en fechas recientes y tiempos pretéritos especialmente, para la América Latina y caribeña, durante la praxis histórica de la “Doctrina Monroe” en su praxis imperialista que se expresan, obligatoriamente, en “sangre y fuego” para alcanzar los necesarios objetivos de permanencia de ese sistema, actualmente, en “alud continuado e inevitable” y de la constitución, conformación y permanencia del Imperio estadounidense en sus particulares e históricamente diferentes expresiones imperialistas.

No sería necesario hacer mención de algunos escenarios, como referencias históricas, solo para sus “conocimientos y fines consecuentes”, cuando nos vemos en la obligación de traer, permanentemente, al consciente colectivo venezolano y latinoamericano realidades pretéritas e, inclusive, presentes que nos enseñan, sí tenemos la voluntad y objetividad apropiadamente no alienante de la significación de la super-estructura del sistema capitalista, cual es la objetiva realidad que significa el “pecado de la soberbia” en su máxima expresión: el Poder.

En ese marco referente, aceptamos que están sobre la mesa, tesis filosóficas enfrentadas y, profundamente, contrapuestas fácilmente identificables siendo en y con la Historia la que nos enseña y enseñará caminos que nos permitan reflexionar sobre realidades actuales en escenarios presentes en la Venezuela revolucionaria en su cotidianidad desde el día 12 de febrero (2014): “Bicentenario de la Juventud”, en fecha patriótica, titulada como el “Día de la Juventud” con los reflejos ideológicos de expresión, comportamiento y actitudes personales de personeros políticos de las derechas venezolanas; es decir, a título de ejemplo histórico, el señor Leopoldo López quien tiene sus propios pensares obligados de respetos por la contraparte de “propios y ajenos” aún cuando no los compartamos en lo personal sin desconocer su impronta en sectores que van desde las clases medias hasta ciertos sectores de la denominada “Cota 905”; pero su problema, a nuestro entender, son, fundamentalmente, sus actitudes de soberbia que transmiten paradigmas de comportamiento terroristas a sus seguidores y adherentes ideológicos que han conllevado a escenarios de violencia de “caos permanente” cuales en un escenario similar y/o parecido en los EEUU de América serían titulados por el Estado estadounidense, llanamente, como “actos terroristas” contra la “democracia de los Padres Fundadores”; es decir, frente a la consabida soberbia del señor Leopoldo López no hay muestras ni de sinceridad ni de humildad cristiano-católica en su persona lo cual es comprensible porque para adscribirse a la realidad significativa del cristiano-católico lo menos que se debería percibir en su comportamiento sería su “unidad de vida”, la cual nos, no lo captamos en su objetividad y lenguaje corporal.

Gracias al texto del jesuita, Luis Ugalde, titulado: “No matarás!” (El Nacional, Ccs, 20 de febrero, 2014) nos llevó a dos (2) importantes textos emitidos uno por la Presidencia de la Conferencia Episcopal (CVE) y el otro por “…su Comisión de Justicia y Paz…”; vista la importancia impartida por el jesuita Ugalde, imperiosamente, esas referencias nos llevaron a “bajar ambos documentos” para conocerlos en su totalidad al tiempo que poder conocer y reflexionar sobre la opinión real y propuesta de las máximas jerarquías de la Iglesia católica venezolana en la CEV. Los firmantes en ambos textos nos enseñan que son de opiniones diferentes y, conceptualmente, encontradas cuando son leídas entrelíneas.

En el marco del presente desarrollo, nos es obligado recordar aquella reunión en el sureste de Caracas cuando nos permitimos explicarles a algunos de los firmantes sobre un posible escenario de “guerra civil” en nuestro escenario patrio sino se alcanzaba un inteligente diálogo con nuestro Comandante en Jefe, Hugo Rafael Chávez Frías. Aquella conversa en la casa-quinta de un personero demócrata-cristiano muy cercano a Pepi Montes de Oca se realizó antes del “Golpe del 11 de Abril” (2002). La praxis de aquellos prelados en el proceso actual-histórico venezolano nos ha enseñado que “la serpiente del Edén” es una pobre serpiente aún y cuando su propio pecado fuera, también, el de la “soberbia”.

Antes de tratar de desarrollar cómo percibimos los textos arriba referidos, nos vamos a permitir un simple comentario sobre la “soberbia”. En alguna ocasión, en conversa reflexiva con el sacerdote que impulsó la Prelatura del Opus Dei en Venezuela, el tema fue el de la “soberbia”. En aquella ocasión aprendí y comprendí que la “soberbia” es la “base fundamental” de todos los pecados. Aquello nos intrigó y en alguna otra ocasión en conversa con un doctor de la Iglesia llegamos a la misma conclusión; es decir, la “soberbia” es lo fundamenta-político de ciertas actitudes de prelados de la CVE. En un ágape en la librería Estudios (La Castellana) siendo quien escribe el único “chavista” presente nos inmiscuimos en una muy interesante conversa donde algún profesor del ITER comentaba sobre la “soberbia”. Como nos “picaba la lengua” nos atrevimos a exponer que el primer pecado de la Creación fue, precisamente, el pecado de la “soberbia” cuando aquel ángel decidió que podría equipararse al Creador y ser, el mismo, “un creador”. Por supuesto y sin pensarlo aquel profesor del ITER, inmediatamente y sin pensarlo, estuvo en “perfecto desacuerdo con nos” sin preguntarnos sobre nuestro razonamiento conclusivo.

Entrémosle al documento emitido antes de las elecciones para alcaldes y miembros de los Consejos Municipales de la Presidencia de la CEV. En su articulado número 2 nos expone que “…Rechazamos la usura, la corrupción y la especulación….” (http://www.cev.org.ve/index.php/noticias-3/38-comunicado-de-la-presidencia-de-la-conferencia-episcopal-venezolana). La Presidencia de la CEV rechaza tres (3) importantes y graves pecados en el marco de lo fundamental-cristiano-católico: usura, corrupción y especulación. Permítasenos recordarles a los señores firmantes que el grave pecado de la “usura” ya fuera firmemente condenado durante la Edad Media con “condiciones” para su perdón como grave pecado. Pues bien, nos preguntamos: ¿Quién practica la usura: el Gobierno y/o los empresarios y banqueros en las actuales realidades no solo en nuestro país, Venezuela, sino, también, en otros países del globo terráqueo? Ello nos obliga a la siguiente pregunta: ¿Por qué y cómo se sustenta la usura en nuestra actualidad venezolana? Ello, para no seguir preguntándonos, debería llevar a la CEV a precisar, a lo interno de la CEV, no solo los nombres de los “usureros criollos” sino cuáles son las razones que sustentan esa tan mañosa práctica capitalista condenada por el propio Papado desde la Edad Media.

El otro concepto pecaminoso argumentado por los referidos es el de la “corrupción”. Grave pecado, también, no solo por su directa práctica sino por sus consecuencias cuando de los Derechos del “ser creado” cuando en “ser social” se refiere. El pecado en acto de la corrupción es de deber, particularmente, de las leyes combatirlo con todo el rigor que la Constitución y las leyes le otorgan al Estado y al Gobierno, en este caso, venezolano cuando esa corrupción está incrustada en ciertos sectores de la burocracia nacional y empresarial. Es decir, el Presidente Nicolás Maduro Moros quien se comprometió con la sociedad venezolana de entregar los nombres de los corruptos tanto de la burocracia como de las empresas de maletín y colaborar y apoyar a los órganos jurisdiccionales correspondientes para enfrentar el flagelo de la corrupción sin excusa alguna de Estado y no solo porque es de obligación de Estado sino porque es base para el malestar cotidiano de toda la sociedad venezolana y la “pax bolivarianense”.

El tercer evidente pecado: “especulación” tiene sus bases reales en realidades objetivas íntimamente relacionadas con el Capital. Dicha realidad ha contribuido con los escenarios actuales en curso en la sociedad venezolana. Entonces nos preguntamos: ¿Quiénes son los especuladores? Pregunta que la CEV debe responderse a lo interno y como “pastores” comunicarles a sus feligresías los significados del comprendido pecado de la “especulación”. No es necesario “elaborar”.

Entrémosle, a partir de estas líneas, a comentar sobre el documento de la “Comisión de Justicia y Paz” de la CEV firmado por dos (2) prelados representantes del anti-chavismo militante por tanto es de esperar alguna “carga” de subjetividad en el escrito (no entraremos a desarrollar el significado de “subjetividad” para este caso concreto por razones de espacio).

Nos preguntamos: ¿Qué le está sucediendo a los pastores de la Iglesia cristiano-católica venezolana cuando no logran “poner su granito” para alcanzar un diálogo equilibrado con la sociedad civil revolucionaria y, en consecuencia, con el Gobierno Bolivariano? En nuestra muy particular opinión nos consideramos que la elección del jesuita, Papa Francisco, ha debido traer unas “muy fuertes contradicciones” en el seno de la CEV. Pero ¿Por qué éstos, es decir, nosotros, los mortales chavistas, tenemos que “pagar los platos rotos” de las contradicciones internas teológico-jurídicas existentes en El Vaticano y, en su consecuencia, en Venezuela y el resto de la América Latina, Centroamérica? Ello es un real-objetivo pecado de “soberbia”. Vamos más allá. Es nuestro personal criterio que algunos miembros de la CEV se han adherido a las praxis de ciertas estructuras ideológico-políticas que, realmente, conspiran contra la decisión de la mayoría de la sociedad venezolana cuando, democráticamente y en participación, decidieron elegir el camino de la Revolución Bolivariana ahora, además, “chavista” y bajo el liderazgo consolidado de Nicolás Maduro Moros. Pero vayamos aún más allá. Conversemos sobre el texto, el socialismo, el comunismo y las denominadas como “influencias cubanas” en Venezuela.

Estamos perfectamente claros que este texto tiene íntimamente relación con la máxima jerarquía de la Iglesia cristiano-católica venezolana, concretamente, con la CEV. Es en ese orden, que nos consideramos que ellos, es decir, esa máxima jerarquía en un Cardenal y Obispos, son personas estudiadas y cultas (como diría mi madre), es decir, estudiadas no solo en el pensa correspondiente en su proceso de formación permanente que se deberían corresponder con sus doctos saberes sino, al tiempo, por ser pastores y profundos responsables como “apóstoles” (en toda su significación teológica), deben estudiar, conocer y reflexionar con “lo contrario”, es decir, todas las reflexiones que se contrapongan con “la norma fundamental cristiana”. Pues bien cuando se escuchan a algunos de esos pastores quienes como pastores deben “guiar al rebaño” no solo señalar sino acusar al Gobierno Bolivariano e, inclusive, a la Revolución Bolivariana, de “comunista” es una muestra transparente de aparente ignorancia, de consabida mala intención y de una profunda soberbia en su praxis.

Por otro lado, cuando se la señala de ser una revolución socialista en implicando que “ese socialismo” está más cerca del “inferno” que de la praxis del cristiano-catolicismo, reiteramos y repetimos, es un accionar de soberbia y, en consecuencia, es, sencillamente, un “lavado de cerebro” para con y hacia su feligresía porque cuando conversamos sobre “socialismo” debemos recordar que en la Historia Política desde el siglo XIX hasta la presente fecha hay en mesa toda una discusión sobre el significado del concepto “socialismo”, tanto en discutirlo cómo en el marco real de su praxis. Again, soberbia y “mala fe”. Es decir, la CEV en vez de “acusar señalando” debería concentrarse en la enseñanza de la Encíclica “Rerum Novarum” y su contexto histórico y en su proyección y desarrollo histórico.

Conversemos ahora sobre las influencias cubanas en los desarrollos de la Revolución Bolivariana. En primer lugar, tenemos que definir con objetividad como se expresan esas influencias. En segundo lugar, mostrar las correspondientes pruebas que demuestren que en la praxis esas influencias se expresan en contrario a los intereses de Estado del Estado venezolano. En tercer lugar, preguntarnos sí no se presentan más influencias hacia y en la sociedad cubana desde Venezuela que viceversa. Por último, objetivamente, debemos preguntarnos sí vamos a seguir viviendo con esa ideología caduca y represiva anti-comunista que se ha impuesto, en sus paradigmas ideológicos, desde Washington con y apoyándose en la “Guerra Fría”. Y, en adición, nos permitimos referir a esa curia romano-venezolano-católica que tomen su tiempo para que se lean el análisis histórico de don Álvaro del Portillo: “Descubrimientos y exploraciones en las costas de California, 1532-1650” (Rialp. Madrid, 1982, pp. 549); como podríamos sugerirles relean el texto: “Catecismo de la Iglesia Católica” (Asociación de Editores del Catecismo. Madrid, 1992, pp. 703) y/o sí lo prefieren en el idioma inglés: “Catechism of the Catholic Church”. (Geofrrey Chapman. London, 1994, pp. 691). Hablar de “comunismo en Venezuela” es tan absurdo como “acercarse al diablo atado a una cadena”.

Por último, debemos recordar que la “Santa Inquisición” fue la expresión cotidiana de la teología convertida en “poder político”.



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Miguel Ángel Del Pozo


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