En Colinas de Bello Monte ya se ha vuelto “normal” salir a la calle y encontrarse con el mundo al revés: alcantarillas fuera de su sitio, arboles fuera de su sitio, colchones y muebles fuera de su sitio. Hasta los perros parece que olfatean al que es chavista porque le gruñen y corren a avisarle a sus dueños que generalmente están cerca de la “barricada”, con una cerveza en la mano o un vasito lleno de ron.
La presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, durante su intervención en la Conferencia Nacional Por la Paz, no pudo describir mejor la situación que se vive en algunas zonas del país, al pedir a esos grupos que “no conviertan en guetos sus urbanizaciones”.
Pero ciertamente esos jóvenes han convertido en guetos a sus propias urbanizaciones y al ver las definiciones de ese tipo “confinamiento” tendremos otro elemento más para pensar que las raíces de esas manifestaciones pudieran anclar nada más y nada menos que en el nazismo.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, gueto (del italiano ghetto) tiene varios significados (cualquier parecido con la realidad…): 1- judería marginada dentro de una ciudad; 2- barrio o suburbio en que viven personas marginadas por el resto de la sociedad; 3- situación o condición marginal en que vive un pueblo, una clase social o un grupo de personas. En la Alemania nazi, los guetos estaban cercados por muros o puertas, las cuales eran cerradas al anochecer y abiertas en las primeras horas del alba (se sigue pareciendo, ¿verdad?). En Venezuela, los guetos también están rodeados de destrucción, ruinas, obstinación de quienes han sido confinados a esos territorios, que además deben sufrir los “daños colaterales” de los enfrentamientos con las fuerzas del orden público que no han podido restablecer la normalidad (¿en cuál dictadura pasa eso?)
En otras definiciones encontramos que la generación de guetos en forma masiva (ayer montaron 21 guetos nada más en Chacao), termina constituyéndose en otra forma de segregación y la segregación, en su concepto más simple, consiste en una actitud discriminatoria y racista de una comunidad. Pero además, los únicos con derecho a transitar son…los guarimberos, que se erigen en dueños de los espacios públicos en un país donde la gente hasta ahora tenía eso que los gringos llaman “freewill”…
Entonces estamos hablando de métodos y prácticas que para nada son tan inocentes como aparentan, es decir, eso que le han vendido al mundo: estudiantes lindos y pacíficos que protestan por inseguridad o contra las colas, o por la libertad y la democracia (lo que menos hay en un gueto es de eso). Es decir, se trata de mantener a toda una sociedad en tal estado de crispación y desespero que es fácil atizar desde los medios de comunicación como CNN y otros, la zozobra y el desasosiego. Pero también la sensación de ingobernabilidad (verdadero fin de las guarimbas)
Los cacerolazos a las 3 de la mañana, por ejemplo, también tienen su origen en el martirio que se les hizo pasar a los judíos y que más tarde otros regímenes dictatoriales (Pinochet, por ejemplo) aplicaron a la gente. Este método de aplicar ruido como tortura psicológica se usó en Irlanda del Norte en los años 70 para privar de sueño a los detenidos. De igual modo colocar de manera repetida un disco “rayado” o hacer sonar interminablemente un sonido durante horas o días. En el campo de concentración, Majdanek, Polonia, los últimos 18 mil prisioneros judíos fueron fusilados en fosos el 3 de noviembre de 1943, en la operación “Festival de la cosecha” (Aktion Erntefest), mientras parlantes poderosos trasmitían música a todo volumen que aumentó su tortura y desesperación.
La profesora de la universidad de Manchester (norte de Inglaterra), Katia Chornik, quien ha realizado investigaciones sobre la llamada no-touch torture o tortura sin contacto, que fue desarrollada por Estados Unidos desde los años 50 y que todavía se ve en el contexto de la guerra del terror, afirma que “se usan música y sonidos como forma de saturar los sentidos y provocar desintegración psicológica”,
El sábado pasado, por ejemplo, desde tempranas horas de la mañana y en varias ciudades del país, el silencio sabatino fue roto por el ruido de cornetas, pitos y música estridente. De manera cíclica esto se repitió en diversas zonas y ya cerca del mediodía, la autopista del Este en Caracas parecía un gran estacionamiento, abarrotada de lujosos carros (que para eso también sirve nuestra barata gasolina). El ruido era ensordecedor. Fue un fin de semana insoportable a causa del ambiente ruidoso y agresivo de los guarimberos. Imposible transitar por Las Mercedes. Imposible planificar actividades de esparcimiento porque por doquier aparecía una guarimba que te obligaba a retroceder. Por eso la gente huyó, literalmente, hacia el municipio Libertador.
La situación descrita: cacerolazos de madrugada (3 de la mañana es, según los expertos, la hora en la cual la persona tiene el sueño más profundo, por lo tanto despertarla con algún sobresalto es nocivo para la salud y le genera rabia); corneteos; música estridente; ruido; retiro de las tapas de alcantarillas; la quema de basura, cauchos y otros objetos (incluso de ductos de basura en edificios); colocación de guayas o de alambres de púas para impedir el paso de motorizados; cierre indiscriminado de vías; uso de sustancias nocivas como aceite quemado, gasolina; bombas molotov; tala de árboles; muerte de perros; desconocimiento de la autoridad; conforman una serie de delitos contemplados en el Código Penal Venezolano y la violación de derechos constitucionales que justifica con creces la actuación de los cuerpos policiales.
Decía el poeta Rimbaud que “Nadie es serio cuando se tienen 17 años” y si a esa condición la mezclamos con licor, entonces estamos ante una situación explosiva, de euforia sin razonamiento (sólo les importa ser mencionados por gente del espectáculo porque ellos son de esa generación); de total anomia que fácilmente nos puede llevar a la anarquía. Son jóvenes los que están llevando a cabo el trabajo de sembrar el terror en esos guetos. Además apoyados por sus madres y padres…
Al cierre de este trabajo, nos enteramos del fallecimiento del motorizado Deibis Useche, quien cayó en una alcantarilla sin tapa en Altamira. Deibis murió instantáneamente. ¿Quién paga por eso? La pregunta viene a colación porque los alcaldes de esos municipios, especialmente Ramón Muchacho y Gerardo Blyde, están actuando como dos guarimberos más, protegiendo el vandalismo y fungiendo sólo como prestadores de logística; encima se quejan de la “represión” de la Guardia Nacional Bolivariana, cuando saben que se está delinquiendo.
Esa es la situación que vivimos en Caracas (también en otras zonas del país pero sistematizo la que conozco). Sólo el poder popular organizado, como ocurrió en Valera, estado Trujillo, o ayer en El Paraíso, y en tantas otras localidades, ha podido neutralizar a los guarimberos y restituir la normalidad. ¿Qué esperamos? ¿Cuándo será que nos arrechamos?
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