“No quepo en su boca, me trata de tragar
Pero se atora con un trébol de mi sien.
Creo que está loca; le doy de masticar
Una paloma y la enveneno de mi bien”.
Silvio Rodríguez.
La derecha siempre ha tenido escasez de talentos y por eso tiende a apropiarse de lo que no le pertenece. Es su naturaleza. La izquierda, por el contrario, siempre ha tenido a los mejores: Carlos Marx, Federico Engels, Rosa Luxemburgo, Georges Politzer, Pablo Picasso, Violeta Parra, Charles Chaplin, Carlos Puebla, José Saramago, Víctor Jara, Salvador Allende, Silvio Rodríguez, Aquiles Nazoa, Jesús Faría, Hugo Chávez y, desde luego, Alí Primera. Así como la reacción ha intentado confiscar la legendaria lid del revolucionario Nelson Mandela, quien recientemente falleció, también ésta se ha empecinado –a escala local- en sustraer la lírica combativa del camarada Alí y vaciarla de su contenido subversivo.
En días recientes hemos leído una pataleta con sintagmas, proveniente de esa misma derecha, titulada “El (hermoso) peligro de las canciones de Alí Primera”. Nos llegó como enlace vía Twitter. Su autor es un fulano Willy McKey (¿o Mickey, como el ratón de Disney?). El texto, plagado de la poesía de Alí, parece cumplir con la máxima de quienes se repiten de manera incesante un mantra porque ni ellos mismos le dan crédito. Piensan que a fuerza de reiteración se convencerán a sí mismos de una idea. Y así yace Willy McKey (¿o Mickey?) en su laberinto de estruendosas contradicciones. En el primer párrafo de su panfleto, McKey relata el comentario de uno de los hijos de Alí, Servando Primera, quien protestó porque la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) utilizó un tema de su padre para “reprimir” a manifestantes. Después, McKey esboza lo siguiente: “Si esta canción sirvió de cortina sonora a un solo guardia apuntando contra un solo ciudadano, estaríamos ante uno de los robos del capital simbólico más atroces y, a la vez, torpes. En pocas palabras: el absurdo de un gobierno que pone canciones contra el gobierno, porque además de creer que las convierte en armas a su favor también se han convencido a sí mismos de que la canción de Alí forma parte del inventario de bienes del partido de gobierno”.
Lo primero y más aberrante es que McKey trate de justificar las guarimbas, simples actos de terrorismo que han destruido sitios como Altamira y han provocado la muerte de más de 28 personas, a escala nacional. ¡Eso sí es abominable! El intentar trazar un lienzo con las frases hechas del Departamento de Estado es un comodín risible: “un solo guardia apuntando a un solo ciudadano”. Evidentemente, McKey trata de trivializar el accionar delincuencial de la mayoría de las protestas de la oh-posición vernácula y platicar del supuesto Estado opresor, omnipresente. El único “robo de capital simbólico” lo han querido perpetrar ustedes, la derecha insolente que hurga entre los iconos –no capital- de la Revolución para osar adherirse a ellos y confundir a las masas. Pero todo les sale al revés por la mala intención y el uso crónico de la falacia barata. Torpeza sin parangón. No es que el gobierno ponga canciones contra el gobierno, no enmascares los elementos en una palurda cacofonía presuntuosa, McKey. Estamos hablando de una Revolución que enfila las baterías de Alí, colmadas de verbos encendidos, contra la guarimba financiada por Washington –en jugosos Benjamines- y contra el sistema de la plusvalía. No se trata de “otro gobierno”, es el legado antiimperialista y anticapitalista de Chávez versus la nauseabunda propuesta de la restauración puntofijista. Porque las “pacíficas” protestas de algún sector ¿estudiantil? de la derecha criolla han devenido, desde su génesis, en apología de la Cuarta República. Alí Primera, McKey, apuntaba sus versos hacia el “establishment” de la democracia representativa y a los que hoy, en nombre de la “libertad”, hacen de tontos útiles al enemigo foráneo. Absurdo y tragicómico es que la derecha desee sentirse representada por la métrica de trinchera del combatiente Alí. Si la GNB toma “Canción mansa para un pueblo bravo” para izarla como bandera contra los fascistas guarimberos, es porque algo ha cambiado en los últimos 15 años. ¿No lo crees, McKey? La antigua Guardia Nacional sí reprimía, sí mataba a verdaderos estudiantes. Aquellos que sí luchaban por reivindicaciones justas pero, fíjate, eran silenciados por los aparatos de propaganda de la dupla adeco-copeyana. ¿Qué te parece?
Más adelante, las patadas de ahogado de McKey se tornan más evidentes: “Ponerle ‘Canción mansa para un pueblo bravo’ como soundtrack a un enfrentamiento entre manifestantes y una fuerza de orden público es, también, un secuestro. Una cada vez menos brillante política comunicacional le ha hecho creer a buena parte del país —y también, al parecer, a la Guardia Nacional— generalizaciones torpes como que todo el que está en contra de la revolución es de Derechas y todo el que está pegado del gobierno es de Izquierdas”. Según el autor del ¿ensayo? la GNB consuma un “secuestro” al hacerse de los pentagramas de Alí para encarar a los “pobrecitos” e “indefensos” desadaptados promotores de la guarimba. ¿Será para reírse? ¡Jajaja! Reiteramos, quienes pretenden secuestrar la iconografía de la izquierda son ustedes. No sean tan caras de tabla, por favor. Además, quienes sí han estado SECUESTRADOS por varias semanas en sus casas, son los habitantes de Altamira, de Chacao, verbigracia, algo que tú ni mencionas en tu esperpento con letras. ¿Secuestrados por el RRRÉGIMEN? ¡No! Secuestrados por los hampones que se esconden detrás de la prédica de la lucha “pacífica” para cometer sus crímenes en la denominada República del Este. Acaso nunca te has preguntado, míster McKey, ¿por qué no hay guarimbas en el oeste de Caracas? ¿Por qué no hay guarimbas en los cerros? Habrá que ser muy tarado o muy descarado para enunciar los devaneos sintácticos que garabateas en “Pobre Da Vinci”, porque ése debería ser el verdadero nombre de la página web donde convulsionas. Sans doute!
Por cierto, platicas de la política comunicacional de la Revolución. Todos sabemos que tiene aciertos y fallas, como todo, sin embargo hay una “po-lí-ti-ca”. Por el contrario, el rompecabezas comunicacional del que dispone la derecha nacional sí es para irse en llanto: no hay líder, no hay propuesta concreta, no hay unidad, no hay rumbo. Un desmadre sin GPS. Otro punto habrá que aclarar, monsieur McKey (¿o Mickey?). En el proceso hay camaradas marxistas que cuestionan con dureza la Revolución y se les respeta, ya que con argumentación seria y académica defienden sus puntos de vista. La Revolución, McKey, es para los que la apoyan y los que la adversan. Es incluyente, no excluyente (*). El capitalismo sí discrimina, persigue y extermina. El detalle es que hay bastante gente oportunista, como tú, ¿míster Mickey?, que anhela pescar en río revuelto y venderse como “imparcial”, “apartidista”. Así eches mano del vocablo “camarada” y de las líricas de Alí, el tufo a derecha no te lo logras zafar de encima. Desde luego, de este lado ha habido oportunistas –como todo en la vida- pero al ser descubiertos no les queda otra que saltar la talanquera hacia donde estás tú. El más sordo es quien grita histérico sobre el derecho ajeno a vivir en paz. Mientras más avanzas, más te enredas.
La indigestión de citas de McKey es para coger palco: una forzada “boutade” literaria para justificar sus delirantes piruetas pequeñoburguesas o un despliegue pirotécnico de egocentrismo trasnochado para develar su adicción a Woody Allen. En crudas palabras replicaríamos: de nada sirve leer como ratón de biblioteca o ver miles de horas del exquisito séptimo arte, si no se tiene criterio propio para asimilar el contenido. Si la idiotez rebasa la sensatez discursiva… todo es tiempo perdido.
En otro párrafo de McKey, persisten las peroratas protoescuálidas: “A pesar de quince años de gobierno, a pesar de la cuestionable vigencia de la separación de poderes, a pesar del barril de petróleo a más de cien dólares, a pesar de que cada vez es más cruel la dependencia del Estado de quienes tienen menos, a pesar de los intentos por imponer un modelo que cada vez se ve más mermado (electoral, política y económicamente), a pesar de que el poder consiguió secuestrarla y mantenerla maniatada en los discos duros de las salas de edición del Estado… a pesar de todo eso las canciones de Alí Primera siguen vigentes”. Es que solitos se matan con sus babosadas los acólitos de la derecha. Hay que recordar a McKey que han sido 15 años de Revolución luchando contra el Imperio yanqui y sus lacayos de acá. Ha sido una hostilidad sin tregua en todas las esferas: la política, la económica, la social, la cultural. ¿Ya se te olvidó el Golpe de Estado de 2002? ¿Qué hay del sabotaje petrolero? Hacerte el pendejo con esos asuntos te delata de manera vergonzante. Omites, como buen asalariado del Gran Capital, que el barril de petróleo está en más de cien dólares gracias a las acertadas políticas del Comandante Supremo y Eterno, Hugo Rafael Chávez Frías. Te señalo que en la Cuarta República, los famosos 159 litros llegaron a cotizarse en siete billetes verdes. ¿Por qué? Porque la meritocracia de PDVSA tenía órdenes, desde Estados Unidos, de inundar el mercado de petróleo, desplomar los precios y destruir la OPEP. Por lo tanto, hoy en día hay misiones, Canaimitas, satélites en órbita y deudas externas saldadas con el FMI y el BM, porque al petróleo se le dio su justo valor en Revolución. Expresas, con ligereza, que pretendemos imponer un modelo que ha mermado. ¿Imponer? El chavismo ha ganado 18 de 19 elecciones desde 1998. ¡Ubícate! ¿Que ha mermado? Te refrescamos la memoria: en las elecciones regionales del 8D, la Revolución se alzó con más del 70% de los municipios del país. ¿El sempiterno libretico del perfecto escuálido? Give me a break! Aunque en algo sí tienes razón, McKey: el canto de Alí sigue vigente. ¿Por qué? Porque la derecha y el imperialismo continúan al acecho. Alí es una fabulosa guía sonora en el acontecer dialéctico de la Revolución: él nos recuerda dónde está el contrincante por vencer y nos da “la hoja de ruta”. La música contestataria siempre ha causado urticaria a la derecha y la plutocracia ha ostentado el porte de arma para ajusticiarla. Mas no han logrado fusilarla jamás.
Vuelve a atragantarse de citas McKey. Nos confiesa su admiración por Chico Buarque y el imponente crisol de la MPB. Sólo que Buarque y la dictadura que él enfrentaba con sus letras, son la analogía de Alí y el puntofijismo. A pesar de ser tildada de “democracia”, la Cuarta República fue una vulgar dictadura donde la disidencia no era tolerada y miles de casos de detenidos-desaparecidos lo confirman. Así que no nos vengas con ese “cuchillo de cartón”, ¿míster Mickey?
En uno de los últimos párrafos de su ¿escrito? en “Pobre Da Vinci”, Willy (¿Liberen a Willy?) afirma: “En la noche, mientras un humo que hace llorar le espantaba el sueño a quienes de por sí ya no pueden dormir, dicen que una tropa uniformada convertía el canto de Alí Primera en ruido, en amenaza, en potencial bélico. Y con eso le tergiversaban cada verso. Quizás como dice su ‘Canción Bolivariana’ sobre el fetiche que siempre ha tenido Miraflores con los restos del Libertador, lo hacían también para asegurarse de que estuviera muerto, bien muerto”. Vayamos por partes. Primero, te quejas del aroma de las lacrimógenas pero no dices que la gente no ha podido dormir bien en Altamira y alrededores, en más de un mes, por culpa de los cauchos quemados por los guarimberos sin oficio. Y los humos tóxicos de las llantas en llamas sí que son dañinos, perjudiciales para la salud humana. ¿No lo sabías? Segundo, el potencial bélico lo ha demostrado la derecha terrorista al utilizar francotiradores para asesinar a inocentes, por ejemplo. La GNB sólo ha cumplido con su función: restablecer el orden público en zonas tomadas por el caos. Tercero, el “fetiche” del que hablas suena a chacota de albañal en desmedro del Comandante Eterno. Quizás escuálidos como tú buscan reflejar en los demás sus debilidades. La derecha vernácula sí dispone de un amplio catálogo de “fetiches” como el Tío Sam, la bandera yanqui, el dólar inorgánico y la Estatua de la Libertad, entre otros. Los únicos que han anhelado tener a nuestro Bolívar bien muerto son los apátridas como ustedes, cuyos sueños húmedos se pasean por obtener una “green card” o hasta la nacionalidad estadounidense. Millones de votantes con estrofas de Alí en las manos y los corazones, han dado palizas de antología al cadáver insepulto del Pacto de Punto Fijo. ¿Cómo la ves, McKey?
Para concluir, hay que recalcar algo sin tapujos: Alí fue detractor acérrimo del sistema de la plusvalía y de sus medios de propaganda. Nunca comulgó con la banalización extrema de la música del “mainstream”. De hecho, el cantor del pueblo estaba vetado en emisoras de radio y televisoras, durante el Ancien Régime de “la guanábana”. La plutocracia denostó de Alí y no se quedó tranquila hasta asesinarlo. Su obra ponía a pensar a la gente y eso era peligroso, McKey. A las capas medias y altas de la sociedad venezolana, daba más “categoría” oír música disco o Kansas, The Eagles. Tal como la salsa irreverente de Willie Colón y Ruben Blades, las contundentes tonadas de Alí eran para los “ñángaras”, los “marginales”, los “pata en el suelo”. Ése es el actual dilema existencial de la oh-posición “à la vénézuélienne”: la obligación de deglutir símbolos que ha detestado en tiempos pretéritos. Por ello, la falsedad les brota a flor de piel a los escuálidos al “pontificar” sobre las verdades que recitaba aquel genio falconiano. Ni el berrinche de los sifrinos del Este ni la algarabía de los artistas “payoleros” internacionales, podrá extinguir la agradable fragancia inexorable de una fémina apasionada y pertinaz: la Revolución. A la derecha no le servirán las letras de nuestro Alí como escondite. Que se busque otro “soundtrack”. ¡Viva el socialismo! ¡Viva Alí!
P.D. Al final, míster Willy, terminaste siendo como el roedor Mickey: pura comiquita. ¡Seamos serios en la discusión!
(*) Seguidores y detractores de esta Revolución, por igual, se han beneficiado de una distribución más equitativa de la renta petrolera. No se ha discriminado a nadie. De seguro, el McKey, o algún familiar de éste, habrá ido a un CDI, un Mercal o un PDVAL. ¡Hasta se habrán disfrazado para que no los reconozcan! ¡Jajaja!