El siguiente artículo lo escribí en 2008. Mantengo mi posición. El nuevo Papa, Francisco, con su humildad y apertura me conmueve, me atrae (y siempre ha habido muchos curas, monjas, fieles y hasta obispos buenos, pero no es el caso), pero mi decisión de apartarme del catolicismo se mantiene, porque teológicamente el catolicismo es contrario al desarrollo espiritual del ser humano actual, tal vez cumplió una gran misión en los primeros 20 siglos, pero la consciencia de la humanidad ya ha alcanzado otro nivel de desarrollo, ya la conexión con lo divino es directa. Una religión que habla de infierno, que nos mantiene unidos por el miedo al castigo, no expresa un Dios verdadero. El Infierno no existe, y si existe, entonces no existe Dios. Por otra parte, la posición política de la Iglesia Católica (no así otras) sigue siendo pesada, parcializada con el sistema capitalista imperante, anticristiana. Así que mantengo mi posición, no soy más católico, perdí el miedo como nos pidió Juan Pablo II. Y llamo a los católicos de buena fe a dar el paso de su liberación, no pido dejar la fe, todo lo contrario, incrementarla siguiendo a un Dios que es Amor. No se trata de renegar con odio lo que nos mantuvo en fe por tanto tiempo. Es una liberación del padre enérgico que nos mantuvo en la niñez y la adolescencia por el camino en base del castigo. Se trata de dar un paso de Amor, de liberación. No se imaginan el inmenso regocijo con que los recibe Jesús cuando se liberan del yugo. No se imaginan el inmenso regocijo que he sentido al sentir el rostro amoroso del Padre que es Amor, fuera de todo dogma aprisionador y todo yugo social hipócrita.
A continuación lo que escribí en 2008.
Es difícil tomar esta decisión. Soy bautizado, mis padres me formaron como católico practicante. Mi madre me inculcó la sensibilidad social cristiana. Me eduqué en colegio católico y participé desde niño en grupos socioreligiosos. La calle me enseñó el contraste entre lo que decían algunos curas y la fuerte realidad de los pobres. De adolescente me hice ateo por rebeldía, pero en mi juventud comprendí que no podemos achacar a una institución los errores de los hombres. Cuando cayó en mis manos la Biblia Latinoamericana, y vi una lámina con Martin Luther King y su mensaje, volví a la Iglesia.
Pero a lo largo de los años seguí viendo el gran retraso de la Iglesia Católica, su tardanza para pronunciarse por la causa de los pobres y la prontitud con que responde a la agenda de los poderosos; también viví su atraso teológico. Me alegré cuando Juan XXIII dijo que "la Iglesia es y quiere ser la Iglesia de todos, pero principalmente la iglesia de los pobres". Seguí con la Iglesia con Paulo VI, quien dijo que "la Iglesia está ligada por vocación nata a la humanidad indigente y que sufre... la Iglesia sabe cómo hacer suya la ira de los pobres y de los no violentos, la rebelión contra la injusticia". Más aún cuando los obispos, en 1971, rechazaron al capitalismo "ya en su forma económica como en su base ideológica, que favorece el individualismo, el provecho y la explotación del hombre por el hombre...". Juan Pablo II me mantuvo cerca cuando afirmó que "la opción por los pobres es mi preocupación cotidiana", a pesar de la práctica lenta y omisa de la Iglesia.
Pero con los Obispos venezolanos y el Papa Ratzinger se rompió el cordón umbilical: una jerarquía que habla políticamente en nombre de la “Iglesia” sin consultar a los fieles, que somos la Iglesia; que se identifica con los ricos e ignora a los pobres; que conspira junto a la oligarquía. Y ahora, el Papa que visita a Bush, el principal terrorista del planeta, y celebra con él su cumpleaños.
Cuesta romper con una religión, porque está anclada en tus más profundos principios. Más aún cuando, como la Católica, se fundamenta en el miedo, en un centralismo absolutista, en la manipulación.
Sigo con Jesús, pero he descubierto a Dios en mi, y en ti, con Él somos uno, un Dios que no castiga, que es Amor, que te da múltiples oportunidades en diversas vidas, para ir creciendo. Un Dios que no es hecho a nuestra imagen y semejanza, un Dios infinito que encontré en mi interior. No necesito más al miedo de la Iglesia. Excomulgo al Papa y los Obispos de mi vida. Luchando por el Socialismo del Siglo XXI, descubrí en el camino al Dios del Siglo XXI.