En primer lugar debo afirmar que esta carta abierta la escribo como ciudadano de la República Bolivariana de Venezuela, convencido de ejercer un derecho ante un jerarca de la iglesia católica, que estoy seguro que jamás me va a responder, igualmente debo señalar que no pertenezco, ni deseo pertenecer a las filas de esa iglesia.
Recientemente publiqué un artículo titulado ¿Mediación del Vaticano? En el cual expresaba mis dudas acerca de la pertinencia de lo que para ese entonces era la propuesta de aceptar a un representante del gobierno del Vaticano como mediador en los diálogos de paz entre el gobierno constitucional del Presidente Maduro y la derecha terrorista agrupada en la MUD.
Señor Jorge Urosa Sabino, o monseñor como seguramente le gusta a usted que le digan, quiero recordarle que de acuerdo a la Constitución que nos dimos soberanamente en el año 1999, todos los venezolanos somos iguales ante la ley y solo se reconoce la condición de Ciudadano, es decir que ante las leyes nacionales usted es tan igual a los millones de ciudadanos que vivimos en los sectores populares y que no usamos sotanas.
Sin embargo señor Urosa Sabino, el hecho de pertenecer a la jerarquía de la iglesia que llegó a este país para bendecir el proceso de genocidio que iniciaron en 1498 los invasores españoles contra los aborígenes de estas tierras, le otorga a usted unos inmerecidos privilegios que hacen que sus opiniones tengan una enorme influencia sobre millones de ciudadanos que compartimos la patria de Bolívar, la patria que nos devolvió el Comandante Chávez.
Estoy seguro, señor Urosa Sabino, que la situación antes descrita usted la tiene muy clara, y por eso hace uso y abuso de ella. Recientemente en ocasión de celebrarse la llamada semana santa, usted solicitó, en medio de uno de sus sermones, que el gobierno legítimo de la República Bolivariana de Venezuela aprobara una ley de amnistía en favor de los sentenciados y detenidos a raíz de la ola de terrorismo que la ultra derecha lanzó en febrero pasado contra el pueblo venezolano.
Cardenal Urosa Sabino, usted ha solicitado nada mas y nada menos que la libertad para 3 narcotraficantes colombianos que tienen orden de captura internacional y que fueron detenidos infraganti en la ciudad de San Cristobal dirigiendo las acciones terroristas, usted señor Cardenal está pidiendo que se deje en libertad a varios detenidos por incendiar la UNEFA de San Cristóbal donde 4500 jóvenes venezolanos cursaban estudios universitarios, Usted señor Jorge Urosa Sabino está pidiendo que se dejen en libertad a hombres que fueron apresados con arsenales y vehículos especiales diseñados para asesinar personas inocentes en el Municipio Chacao del Estado Miranda.
Señor Cardenal usted está pidiendo que se vallan a su casa, cual monaguillos inocentes 7 sujetos responsables de incendiar 3 gandolas de combustible en diversos lugares del Estado Carabobo, usted ha osado pedir la inmediata liberación de un alcalde que se encapuchó para ponerse al frente de una barricada y cuando fue descubierto dijo que lo volvería a hacer las veces que fuera necesario siempre y cuando sirviera para sacar a un presidente legítimamente elegido.
Señor Cardenal usted está abogando por un grupo de asesinos que incendió la sede de un pre escolar con 89 niños adentro, defiende usted la no condena de un oficial retirado que ordenó la colocación de guayas ilegales con la cual perdió la vida un joven motorizado que militaba en la iglesia de la cual es usted máxima autoridad en Venezuela
Señor cardenal, lamentablemente su conducta no es nueva. Durante más de 15 años consecutivos la jerarquía de la Iglesia Católica ha atacado a las instituciones que conforman el Gobierno Bolivariano y el Estado Venezolano, tratando de manipular con mentiras la buena fe de los venezolanos y venezolanas.
Cabe destacar que es un hecho público, notorio y comunicacional, la participación de la cúpula eclesiástica en el Golpe de Estado del año 2002, así como en la firma del decreto de Pedro Carmona Estanga por parte del fallecido Cardenal Ignacio Velasco, con lo cual esta Jerarquía Eclesiástica apoyó la derogación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la disolución del Poder Público Nacional.
Me permito recordarle, Señor Urosa Sabino que ustedes como miembros de la jerarquía católica tienen la extraña condición de ser a su vez miembros de un Estado extranjero llamado El Vaticano cuyas relaciones con nuestro país, se fundamentan en los contenidos del Convenio entre la mal llamada Santa Sede y la República de Venezuela de 1964, el cual fue suscrito bajo la vigencia de la derogada Constitución de 1961, y se promovió con base en la Ley de Patronato Eclesiástico de 1824, reafirmado mediante decreto de fecha 24 de marzo de 1833, que evidentemente no se ajusta a las realidades sociales, constitucionales y legales existentes en nuestra patria a raíz de la llegada al poder del Comandante supremo Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana.
Su conducta, señor Cardenal lo ubica a usted y al resto de la cúpula eclesiástica como radicales militantes de la ultra derecha venezolana, lo cual es un derecho político que consagra nuestra constitución. Eso sí, señor Urosa asuma con claridad y transparencia su militancia y solicite su incorporación a la mesa de la ultra derecha. Bienvenido al mundo de la política real y después no esté pidiendo cacao.
Al gobierno del Presidente Nicolás Maduro le solicitamos que revise el Convenio entre la fulana Santa Sede y la República de Venezuela, publicado en la Gaceta Oficial Nº 27.551 de fecha 24 de septiembre de 1964.
Desde esa fecha hasta acá es mucho lo que ha cambiado, así algunos pájaros rojos no se den cuenta.