Para generar un modo de vida ecológicamente sostenible y sustentable, se debe asumir la responsabilidad social con el Medio Ambiente. La adicción de comprar los equipos tecnológicos que venden en las tiendas comerciales latinoamericanas, siempre desata la gran codicia en los ansiosos consumidores, quienes nunca piensan en la irreparable contaminación ambiental originada por la saturación del entorno natural en el que viven.
El problema se visualiza con las innumerables cajas de cartón, bolsas de plástico, envases de vidrio y láminas blancas de poliestireno expandido, que se atiborran en los espacios públicos de las ciudades que albergamos. La necesidad de consumo en las personas, es creada por el perverso sistema capitalista del siglo XXI, que atrapa el poder adquisitivo de las inocentes víctimas, evitando que practiquen la tarea conservacionista en sus localidades. A su vez, el veneno del consumismo se basa en el egoísmo y en el apego a lo material que forja en los ciudadanos. Ese par de antivalores los asfixia en una actitud individualista, que jamás reflexiona sobre el cuido de los recursos de la Naturaleza.
Vemos que las personas luego de comprar y desempaquetar el televisor, el reproductor DVD, la computadora, los altavoces, la tableta, la cámara digital, la consola de videojuegos y el teléfono celular, pues deciden dejar los envoltorios abandonados en las calles, avenidas y aceras, para evitar que ocupen un lugar innecesario en sus casas. La negativa de reutilizar esos materiales en ingeniosas manualidades que decoren los hogares, o transformarlos en un bonito regalo artesanal que obsequiarle a los familiares y amigos, es el claro reflejo de la indiferencia ecológica que padecen las colectividades modernas.
La búsqueda de un mayor grado de confort a costa de perjudicar al Medio Ambiente, se demuestra cuando los consumidores dejan de utilizar los aparatos porque presentan fallas eléctricas o tras comprar un equipo de mejor calidad. Es frecuente observar como lanzan el pedazo de chatarra tecnológica a las quebradas, desagües y arroyos de sus pueblos, sin considerar las terribles consecuencias de contaminar los ecosistemas, que afecta a toda la biodiversidad y podría desencadenar una emergencia sanitaria en las comunidades aledañas. No olvidemos que las pilas alcalinas, las baterías de litio y las bombillas incandescentes, tienden a filtrar sustancias tóxicas al finalizar su ciclo de vida útil. Si se juntan con la basura doméstica echada en los vertederos por la ignorancia de la gente, puede ocasionar la incineración de la capa vegetal, la contaminación de aguas subterráneas y la liberación de peligrosos agentes químicos en la atmósfera.
Lo más triste, es que muchísimas personas se niegan a entregar gratuitamente los artefactos eléctricos, para reciclar las piezas funcionales y los metales no ferrosos (cobre, aluminio, plomo) y así reducir el grave impacto ambiental que producen en el entorno. Ellos prefieren que se llenen de polvo en la mezquina cochera, antes que donarlos sin recibir retribuciones económicas. Es allí donde se evidencia el problema ecológico que genera la tendencia capitalista en el discernir de sus clientes. A la gente le parece absurdo “regalar” ese equipo tecnológico, sólo para ayudar a la preservación del Medio Ambiente. Es más rentable venderlo a través de la Internet, llevarlo a una casa de empeño o subastarlo con los vecinos el domingo por la tarde, para recibir más dinero a cambio de seguir destruyendo al planeta Tierra.
De allí, que el reciclaje es la gran manzana de la discordia en un Mundo donde impera el billete por encima de la conciencia. El chiste es ganar, comprar y malgastar lo que se obtiene, para nunca reducir, reutilizar y reciclar lo que se obtuvo. Es la eterna ley americana que golpea con mayor fuerza en el corazón del Amazonas y en el oasis de la Patagonia. A medida que se incrementa la oferta y la demanda de productos y servicios, también van aumentando los niveles de polución en el aire, en los suelos y en el agua. Así, la apatía de la ciudadanía en proteger la salud de la Pachamama, se confabula con las toneladas de residuos electrónicos que provoca la industrialización de los territorios.
Es lamentable saber que ningún país latinoamericano supera el 5% en el reciclaje de la basura electrónica que genera anualmente. El caótico volumen de la chatarra tecnológica, va más allá de los 2,5 millones de toneladas de basura que producen en conjunto Brasil y México, pues tan sólo refleja el progresivo aumento de los desechos eléctricos y electrónicos a escala global, que se elevarán más del 30% para el año 2017, gracias a la complicidad de EEUU, China y España. Sin embargo, la problemática se agrava debido a la falta de políticas ambientales impulsadas por los gobiernos de turno, que nunca crean mecanismos legales que obliguen a recolectar y recuperar los residuos, en aras de fortalecer el crecimiento endógeno de las naciones y sus pobladores.
Todos los materiales electrónicos obsoletos que abundan en nuestras casas y oficinas, podrían ser la materia prima de nuevos equipos tecnológicos que lleven la educación a zonas rurales y áreas fronterizas, donde viven niños y adolescentes que no tienen acceso a los recursos informáticos del siglo XXI. La posibilidad de convertir las piezas eléctricas en pizarrones escolares, en programas de alfabetización y en esperanza de conocimiento para los pueblos más humildes de Latinoamérica, se viene perdiendo por la consabida transculturación del resto de los habitantes, quienes disfrutan portando tres androides en un bolsillo, subiendo una gran cantidad de fotos ridículas a la Web y chateando con psicópatas en las divertidas redes sociales.
Al margen de la aberración ecológica que vivimos, se encuentra la teorizada pero jamás practicada cadena de reciclaje, que en los países latinoamericanos es mucho más que un sueño utópico por recorrer. A nadie le importa descubrir el origen de los desechos (domésticos o industriales), ni la recuperación basada en recoger y transportar esos materiales. Tampoco les interesa saber, que los residuos llegan a una planta de clasificación para precisar el destino de la basura seleccionada, y al final reciclarlos y almacenarlos con el apoyo de una planta de valoración. Cabe destacar, que los desechos peligrosos de origen doméstico, como pilas, baterías, aerosoles e insecticidas, deben depositarse en contenedores especiales de color rojo.
Pese a ello, nos preguntamos ¿Por qué en América Latina no se practica la cadena de reciclaje? Acaso es por el simple vicio burocrático o por el miedo a despertar la conciencia ecológica en los ciudadanos. En nuestro continente son muy escasas las plantas de reciclaje, que realmente viabilizan una sinergia conservacionista en el entorno. Además, la llamada “minería urbana” está lejos de convertirse en una alternativa ambiental para los pueblos, porque no existe una infraestructura que permita reciclar el oro, la plata y el bronce. Por el contrario, cada día se inauguran con bombos y platillos nuevos restaurantes de comida rápida, tiendas por departamento y centros comerciales que fundan más consumismo, más contaminación, más deforestación y una mayor impunidad en el oscurecido firmamento.
La desigualdad socio-económica que castiga con braveza en cada rincón latinoamericano, es el resultado de tres factores que agudizan el caos ambiental urbano. En primer lugar, nos topamos con la televisión basura que transmiten los medios de comunicación privados, los cuales bombardean con publicidades en alta definición a los usuarios, para que nunca se decidan a practicar la Cultura del Reciclaje en sus viviendas. No hay duda que la televisión podría difundir contenidos audiovisuales que promuevan la labor conservacionista en la gente, y así mejorar la participación de la sociedad civil con el bienestar del entorno. No obstante, los mensajes proyectados por los canales de TV invitan a seguir presos en el híper-consumismo, que no se cansa de aumentar los megapíxeles de resolución, para que la gran imagen del ecocidio pueda observarse en detalle.
En segundo lugar, tenemos la contaminación visual que se demuestra con los avisos luminosos y carteles a full color que saturan las calles, avenidas y aceras de las ciudades. Ya sea estando parado frente al semáforo o acelerando por la autopista, siempre hay un letrero comercial que fomenta el consumismo en la vista de los chóferes y peatones, que no son conscientes de la perturbación ambiental y emocional de esos anuncios. Es muy triste apreciar como se colocan una serie de propagandas políticas en áreas verdes protegidas, buscando el voto electoral de una ciudadanía que no exige un cambio a esa mala costumbre. Nunca colocan letreros que promuevan el reciclaje, el respeto a los animales y al uso racional del agua potable.
En tercer lugar, se halla la ausencia de mancomunidad entre los organismos públicos ambientales, las empresas del sector privado y las asociaciones sin fines de lucro. Hay mucho sectarismo al momento de evaluar las iniciativas a poner en práctica, ya sea por el color político, creencias o dependiendo al estrato social al que pertenezcas. No se dan cuenta que el planeta Tierra es el único refugio de vida para todos los Seres Humanos, y es por causa de esa longeva desunión cultural, que existen tantos conflictos armados en el Mundo. Recordemos que realizar una esporádica actividad de reciclaje en una localidad específica, no genera una respuesta ambientalmente positiva para el entorno, pues se trata de un trabajo sistemático que requiere de voluntad desinteresada por parte de todas las entidades involucradas.
En paralelo, cualquier proyecto ecológico que se inmiscuya en el seno de las colectividades, debe contar con la incondicional ayuda de la Educación Ambiental, que por desgracia, sigue sin ser considerada dentro del pensum de estudio a cursar por los muchachos en los colegios. Pensando en ellos, fue que nació la idea de escribir este artículo, porque nos duele observar como la basura tecnológica del Nuevo Milenio, viene arruinando el futuro de la juventud latinoamericana. Vemos que los padres dejan que sus hijos se ahoguen en un mar de antivalores, donde nunca hay espacio para el compañerismo, la solidaridad y la integridad moral. Por eso, vamos a compartir datos informativos sobre la problemática del reciclaje electrónico y el desarrollo de algunas campañas ambientales en América Latina, esperando que se conviertan en el punto de partida para acrecentar esfuerzos a favor del planeta.
Por ejemplo, en Ecuador hay cerca de 11 millones de celulares en desuso, debido a que la gente le tiene tanto cariño a las cosas materiales, que prefiere mantener el aparato viejo en sus casas, antes que permitir reciclar la batería, la carcasa y la pantalla. Un gravísimo error que vienen cometiendo las empresas telefónicas, es el incentivo monetario para que los usuarios entreguen el equipo tecnológicamente obsoleto, a cambio de ofrecerles nuevos dispositivos móviles con facilidades de pago. El perverso juego capitalista de dar algo para recibir algo mucho mejor, NO fecunda una reflexión ecológica en las personas, pues lo que hace es fomentar el lucro de seguir comprando productos que destruyen la paz de la Naturaleza.
A mencionar, la campaña “Tecno Recicla Perú” que buscaba que las comunidades se atrevieran a entregar de forma voluntaria todos los aparatos eléctricos inservibles, y así reducir la contaminante brecha digital en el pueblo peruano. Bajo el lema “Despídete de tus viejos equipos”, se realizaron concursos de reciclaje entre instituciones educativas de nivel primario y secundario, para despertar la curiosidad y el ejercicio de las 3Rs desde las edades tempranas. En Colombia se prolonga la campaña “Ecolecta”, invitando a que los ciudadanos se desprendan de la tecnología de bolsillo arcaica, como celulares fuera de servicio, reproductores MP3, electrodomésticos livianos, discos compactos rayados, memorias USB, pilas y bombillos ahorradores. Para tal fin, se establecen puntos fijos y móviles en los centros comerciales más visitados por los habitantes colombianos, con el objetivo de masificar el proyecto ambiental y obtener mayores desechos para su posterior reciclado.
Mientras que en Chile, se enfatiza la campaña “Reiníciate: recicla tu e-waste”, priorizando el acopio de computadoras, accesorios y periféricos informáticos que tras cumplir su período de vida útil, pueden ser desmontados para extraer una serie de piezas electrónicas que serán recicladas. De igual manera, en Bolivia se implementó la campaña “RECOPILA”, que ya cuenta con más de 15 contenedores diseñados para reciclar los residuos electrónicos. La intención es que la gente entregue todas esas peligrosas pilas y baterías usadas, que luego se encapsularán en una piscina de hormigón.
A su vez, el programa “Reciclatrón” que se edifica en México, viene permitiendo que el fierro, el acero y el cobre, se transforme en carcasas, clavos y conductores eléctricos. Lo interesante, es que la campaña no sólo pretende reciclar la chatarra tecnológica acumulada, sino que también intenta sensibilizar a los hombres y mujeres que participen en las jornadas ecológicas, mediante: talleres de elaboración de composta, creación de manualidades con botellas de plástico hechas de PET y charlas sobre la gestión integral de los desechos sólidos urbanos. Lamentablemente, esa estrategia conservacionista no enciende una luz de esperanza ante la grave polución que invade al país azteca, pues México se halla en el gran laberinto consumista del Tío Sam. Eso conlleva a un infame proceso de transculturación en la mayoría de los habitantes, quienes están dispuestos a seguir comprando la mentira.
En Argentina, el proyecto “E-Basura” que es impulsado por alumnos y profesores universitarios de la Facultad de Informática de La Plata, es una tremenda oportunidad para fomentar la conciencia ambiental y la responsabilidad social con nuestro entorno. La genuina iniciativa, recibe equipos informáticos averiados o en desuso, que luego son restaurados por los muchachos y los docentes, con el propósito de rescatar el hardware e instalar software libre y aplicaciones educativas en el disco duro de las nuevas computadoras. Lo más valioso, es que los equipos son donados a los sectores más humildes de la población argentina, trasladando el conocimiento que se aprende en las aulas de clases, a la realidad social que se enfrenta en las calles.
Es chocante afirmar que en Brasil hay más teléfonos celulares activos, que personas de carne y hueso en sus calles. La tendencia consumista del país carioca, lo tiene inmerso en un abismo ambiental lleno de violencia, robos y deforestación. Cabe destacar, que en Venezuela se afianza un plan para el manejo integral de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), el cual dispone de 50 contenedores en los que se arrojan los desechos producidos en la patria eco-socialista. Aunque el plan sigue estando en una fase experimental, ya se recolectaron las 16 toneladas requeridas para continuar agrandando el proyecto, que se consolida en Distrito Capital, Vargas, Miranda y Nueva Esparta.
A lo largo del artículo expuesto, se demostró que en América Latina existe un total descontrol sobre el destino de los residuos electrónicos generados por el consumismo del siglo XXI. Cada vez hay más productos tecnológicos en las tiendas comerciales, y menos políticas ambientales para reciclarlos. El problema ecológico se intensifica, debido a que la chatarra electrónica requiere de una logística especial para su recolección, transporte y valoración. Estamos atentando en contra de los sagrados recursos naturales que enaltecen a las geografías de Latinoamérica, a causa de la perpetua negación de ese inconveniente.
Por desgracia, no se estimula la tecnología ambiental capaz de aprovechar esos desechos, y rentabilizarlos a favor de la sociedad civil. Creemos que el reciclaje de los residuos electrónicos, representa una gran fuente de empleo y progreso para las comunidades latinoamericanas. Lo importante es desarrollar las campañas, proyectos e iniciativas verdes que describimos con anterioridad, y así generar un efecto multiplicador en la mente de los ciudadanos.
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