No se equivoca el acucioso politólogo y docente de la UCV, cuando detecta la existencia de alacranes perturbando el normal desenvolvimiento de nuestra vida republicana en tiempos de acelerada transición. Pero en lo que no estamos de acuerdo, es cuando de manera genérica cuestiona las nuevas políticas que Nicolás Maduro viene instrumentando, y las que por supuesto responden a la realidad cambiante de toda sociedad sujeta a constante evolución. No admitirlo equivaldría a desconocer las leyes dialécticas que intervienen en forma independiente a la conciencia y a la voluntad de los hombres.
Comencemos aclarando que en ningún momento el gobierno de Maduro echó a un lado la visión que tuvo el Presidente Chávez sobre el nuevo ciclo de la revolución bolivariana para el periodo 2013-2019. ¿Acaso Nicmer Evans olvidó que para el momento no existían guarimbas, barricadas y demás actos terroristas que minaran las bases del sistema; y que a su vez, amenazaran con crear artificialmente las condiciones objetivas para justificar una eventual intervención extranjera? Igualmente, Nicmer Evans desatina cuando señala que vamos en dirección equivocada, acusándonos de coquetear con los dueños de medios de producción. Frente a esa temeraria afirmación que peca de extremista, respondemos que pensar así es desconocer que el socialismo del siglo XXI no se desarrolla en el marco de una dictadura del proletariado, tal como le tocó a Nicolás Lenin en la Rusia post- zarista de la primera mitad del siglo pasado. Por en contrario, nuestro socialismo es inédito, toma en cuenta nuestras propias especificidades, y no cae en tentaciones totalitarias puesto que en la praxis apostamos a la democracia participativa, protagónica y directa.
En cuando a los Consejo Comunales y la formación de las Comunas, bastaría con solo cuantificar la elevada inversión del Estado, para entender en su exacta dimensión cuál es la orientación de nuestros gobernantes. Y como no actuamos como Borbones de la Restauración que no aprenden y olvidan, el Presidente Maduro decidió aprender en cabeza ajena y tomar en consideración la dolorosa experiencia de Chile con Salvador Allende y de Nicaragua con Daniel Ortega. Recordemos que ambos mandatarios a su turno, no quisieron entender que un solo palo no hace montaña, cometiendo entonces el graso error de desafiar a destiempo a las fuerzas imperiales del mundo occidental, sin antes blindarse mediante la alianza circunstancial con importantes sectores sociales que faciliten el paso de lo formal-abstracto a lo real-concreto. De ahí, que por razones estratégicas, digamos que con la burguesía nacionalista andamos juntos pero no revueltos. Ojo, no olvidemos que nuestro aparato productivo todavía no produce bienes y servicios suficientes para el auto consumo, así como tampoco estamos en capacidad de competir en los mercados internacionales.
Como deseamos poder construir el socialismo venezolano, sin tener que recurrir a esos aliados temporales que Nicmer Evans considera alacranes que pican y a veces matan. Pero en la ruleta de la historia, esos son los riesgos que los pueblos deben asumir. Peor sería no atreverse a desafiar el porvenir.