La Mesa de la Unidad tiene paralizadas las conversaciones con el gobierno desde hace tres semanas. Ha dicho que no les cumplen las promesas hechas, y demanda resultados; algunos de ellos, como una ley de amnistía, están firmemente cerrados. Desde fuera, los halcones de la oposición, encabezados por López, Ledezma y Machado, presionan con apoyo mediático y desde el exterior, y confían en que sus compañeros de la MUD no regresarán a la mesa, conducta que rompería el diálogo, que no obstante ha avanzado en el área económica y otros ámbitos de menor importancia.
Vistas así las cosas, existe la tendencia a suponer que el diálogo político habría fracasado. ¿Puede suceder? Por supuesto, pero en mi opinión, no. De un lado, el gobierno está interesado en su éxito y tiene piezas para mover: apertura en instituciones como Tribunal Supremo, comisiones de la Asamblea Nacional, Consejo Nacional Electoral, indultos y sobreseimientos de juicios que liberen a algunos presos y permita el retorno de exiliados, todo ello estimulado por los cancilleres de Unasur y de la Nunciatura. Jorge Rodríguez, alto dirigente del Psuv, asomó esa posibilidad de concesiones.
Sin embargo, el factor de contención más importante para impedir el fracaso del diálogo está en la misma oposición. Quienes participan en las mesas de diálogo estarán conscientes de que ese fracaso significaría una victoria de los extremistas de la oposición, y prácticamente no les quedaría sino “la salida” que propician esos halcones, y necesariamente, sumarse a esa línea que raya en la subversión, como ven cerradas las electorales, buscan atajos que los acerque al poder por esas trochas y vericuetos.
Ese riesgo, creo, los hará regresar a la mesa, a reabrir las discusiones, obtendrá algunos de los resultados esperados y, se supone, ofrecerá sus aportes. Tendrá que diferenciarse de los extremistas violentos, inequívocamente. Para recibir hay que dar. Elemental en cualquier negociación.
Revelaciones
Si alguien, civil o militar, cree saberlo todo del golpe de abril, y no ha leído La conciencia y la lealtad, el libro del general Jorge García Carneiro, está en un grave error. Se trata de una historia no contada hasta ahora, que tiene como escenario principal las instalaciones de Fuerte Tiuna. Hechos trascendentes y menores están allí contados por uno de sus principales protagonistas y recogidos por Andrés Giussepe Ávalo. Pero García Carneiro nos hace otras revelaciones tan importantes como es la influencia que ejerció por años la Misión Militar de EEUU en la oficialidad de las Fuerzas Armadas, la penetración de la CIA y cómo captaba oficiales que convirtió en sus agentes. Todo, hasta con nombres y apellidos, como los del general Manuel Rosendo y el almirante Damiani Bustillos. También leerá retratos en negativo de los generales García Montoya y Raúl Baduel. Si usted no lo busca, es que poco le interesa tan decisorio episodio de la historia político-militar venezolana.
En el bautizo del libro de Ángel Méndez, Cuando las agencias de noticias resucitaron al Ché, conté un episodio desconocido del famoso guerrillero. Como es sabido, él salió de Buenos Aires en motocicletas con Alberto Granados de compañero, y en Caracas se separaron. El Ché se quedó y, por caminos ignorados, llegó al leprocomio de Cabo Blanco, donde encontró al eminente Jacinto Convit; fue su ayudante, y siguió su consejo: regresar a Argentina a culminar sus estudios de Medicina, y fue lo que hizo el Ché.
En una conversación con el embajador de Colombia, Luis Eladio Pérez, sobre las elecciones de hoy, nos quedó claro: primero, que habrá una segunda vuelta; entonces, el vencedor debe ser Juan Manuel Santos. El votante colombiano se debatirá entre la paz y la guerra, esta última opción defendida por el uribismo: solo con más guerra se acabará con las Farc. Seguramente, la votación de la izquierda unida en torno a Clara López marcará la diferencia.
Preocupados, haciendo las más variadas conjeturas, planteándose diversas hipótesis, preguntándose por sus efectos y consecuencias, estarán en la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado después de que empezaron a conocer los magnos acuerdos firmados por Rusia y China. No vistos en ninguna otra época, ni cuando los unía el comunismo y gobernaban Stalin y Mao Tse Tung. ¿Seguirán aplicando sanciones a Rusia? ¿Y qué harán sus satélites de la Unión Europea?
La Fapuv deberá recapacitar sobre el fracaso del paro nacional universitario, pues ni siquiera en aquellas universidades con autoridades de la oposición y donde han ganado elecciones alcanzaron paralizar el 20% de actividades. Basta conocer los resultados del “paro” en la UCV para comprobar el tremendo descalabro. Y, por supuesto, no miremos a la inmensa mayoría de las universidades no controladas por la Fapuv ni sus FCU, donde hubo cero paro.
Recomendable la lectura del N° 19 de Ministerio Público, la revista de la Fiscalía. Sobresalen los trabajos sobre los ataques a sus instalaciones y uno sobre los desaparecidos. A propósito del mismo, Wilmer Poleo escribe hoy sobre el caso del estudiante Rudas Mezones, cuyos restos entregó la Fiscalía a sus familiares.
Fedecámaras debe hablar con más claridad: está pidiendo cambiar el modelo económico, pero no dice cuál debe ser el nuevo modelo. Debe ser el capitalismo, pero no sería nada nuevo.
La Defensoría del Pueblo, en su incansable labor por rescatar la verdad de asesinatos y violaciones a los derechos humanos en la IV República, y consecuente con su consigna “sin memoria no hay justicia”, acaba de publicar La masacre de Yumare y la corriente histórica social. Ocurrió durante el gobierno de Lusinchi, recién fallecido. El gobernador Julio León Heredia debe reeditarla para que se conozca en Yaracuy.
En consejo de lectores recibimos la razonable demanda para que la Superintendencia de Precios Justos envíe fiscales a pequeñas ciudades del interior del país, como Altagracia de Orituco, por ejemplo, donde comerciantes inescrupulosos abusan con los precios. “Parece que la especulación solo ocurriera en Caracas y grandes ciudades, aquí tenemos una cadena de comercios chinos que hacen los que les da la gana, sin que nadie nos defienda a los consumidores”.