Los malvados encargados de propiciar la guerra sucia, llevan tiempo tratando eliminar a cuenta gota uno a uno los líderes de la revolución. Para nadie es secreto que esos balurdos agentes del imperialismo, no pierden oportunidad sino que las buscan para derrochar neuronas en su desesperado afán de cizañarnos con intriguillas baratongas. Pero a Dios gracia no han podido ni podrán lograr su asqueroso propósito escisionista, porque chavista zoquete se muere chiquito. Sin embargo, frente a esa campaña despiadadamente sucia, no hay razones para que nos enchinchoremos, ni incluso para confiarnos hasta de los pájaros silvestres que pasan a nuestro alrededor.
Y porque nos enfrentamos a una oposición terca como una mula sabanera, no deberá extrañarnos que en lo sucesivo y valiéndose de todos los medios, el adversario insista en mal poner al Presidente de la Asamblea Nacional con el Jefe del Ejecutivo Nacional. Y quien no sabe que por su importancia, ambos Poderes Públicos están llamados a marchar de la mano y en forma sincronizada, sin que esto se interprete como menoscabo a los demás poderes del novísimo sistema republicano que diseño el poder constituyente.
Necesario es reiterar que nuestra revolución no es mocha y sus brazos siempre están prestos a pegar de manera contundente cuando así lo exijan las circunstancias. Es por ello que el proyecto chavista tuvo la precaución de los estadistas de proporcionarnos: un Nicolás Maduro que hace honor a la confianza que Hugo Chávez le deposito; y también a un Diosdado Cabello, que nunca se cae a coba para poner en su sitio a la canalla cuando asumen posiciones impertinentes y pierden la razón.
Empujados por fuerzas de las circunstancias, pero jamás por ambiciones personales, Nicolás y Diosdado han sabido ser consecuente con los postulados del árbol de las tres raíces. Y porque son consecuente y leales a la revolución, ambos se han erigido en pilares fundamentales, garantizándonos la plena vigencia del poder popular, y también conduciéndonos de victoria en victoria contra cada una de esas perversas celadas que la ultraderecha planea para intentar destruir la nueva historia.
De modo que sin irse tan lejos buscando a Dios por las ramas, bastaría con analizar el cuadro político actual, para comprender con suma facilidad que la unidad monolítica del PSUV, es por ahora y para siempre el camino más seguro, en esta difícil y crucial hora de transición del capitalismo al socialismo del siglo XXI. De modo que advertidos que la ultraderecha pretende dividirnos, también nos debe quedar claro que está prohibido inventarse excusas para justificar deslealtades, así como no caer en la trampa caza bobo cuando nos vienen con el cuentico que Diosdado estaría discutiéndole la autoridad a Nicolás Maduro. Hasta las piedras saben que ambos se necesitan como el oxígeno a la respiración, y que por algo Chávez los reconoció como hijos en su gran familia bolivariana. En cambios, de otros criticones y despechados no podrá decirse lo mismo, por lo que nos mata la curiosidad de saber que diría Plutarco en sus “Vidas Paralelas”, sobre aquellos socialistas de salón que se pavonean dándose la dolce vita a costilla de los demás.
Y hablando de intrigadores de oficio, no podía faltar ese tarifado y cobarde prófugo de la justicia llamado Rafael Poleo, a quien su odio visceral lo arrastra al exabrupto de comparar a Diosdado con José Stalin, el “hombre de hierro” que desde 1924 supo conducir la Revolución Bolchevique de Nicolás Lenin. Y porque conocemos la enfermiza mente de este frustrado editor— que al igual que Antonio Leocadio Guzmán nunca llego alcanzar el solio presidencial--, no se extrañen que ahora salga con otro disparate diciéndonos que el Decreto de Guerra fue obra de un Adolfo Hitler precoz que se anticipó al siglo XIX.
De manera que este III Congreso del PSUV, no será para que ególatras hagan gárgaras de patrioterismo, ni algún necio narcisista quiera lucirse haciendo del escenario la ocasión para exhibir sus pretensiones de engreídos picos de plata, exponiéndose así a que cualquier atrevido le diga que sabe tanto que sabe a miasma.