Aquella Venezuela arruinada sólo nos dejó ruinas. Ruinas morales en el pueblo, que Chávez sanó y convirtió en esperanza y dignidad; ruinas físicas como el edificio de Confinanzas y anexos, popularmente conocido como “Torre de David”, mole de concreto inventada por la vanidad profesional de un arquitecto para la prepotencia de un banquero ladrón. Abandonada antes de la Revolución, era un cementerio vertical en el centro de Caracas, órbita vacía de la calavera de una ciudad entonces maldita, poblada por seres invisibles y automóviles omnipresentes. Se hablaba entonces de “humanizar a Caracas”, pero sin pasar nunca de la escala mediocre del paisajismo municipal: manos de pintura y materos con cactus o esas tristes flores que se ganaron el apodo burlón de “flores de arquitecto”. Los giobernanbtes no podían o no querían entender que para humanizar a Caracas se necesitaban humanos, es decir caraqueños, es decir pueblo
Yo pasé frente a la “Torre de David” miles de veces, sin levantar la cabeza para ver el tamaño del monstruo: treinta pisos de concreto, uno sobre otro, sin paredes, sin barandas, sin ascensores, luz o agua. Corazón de las tinieblas del urbanismo neoliberal, laberinto que en los 90 se volvió cueva de criminales de última categoría…los “de primera” se fugaron a Miami, en primera, con el dinero del país.
Luego vino “la toma” por el pueblo que, con su mayoría, desalojó por la fuerza a la minoría criminal, y la Torre se convirtió, a pulso, lentamente, en comunidad organizada, colectivo con sus propias reglas de seguridad y convivencia. Pero la opinión pública, azuzada por la canalla mediática, siempre la creyó “bajo control del hampa”. Donde antes soplaba el viento frio del abandono, comenzó a soplar un aire a Chávez, a pueblo organizado, y unas 1.400 familias (más de cinco mil personas) convivieron en la precariedad acondicionada durante varios años. La revolución pensó en “repotenciar” la Torre y convertirla en propiedad horizontal para sus ocupantes. Pero esa monstruosa estructura fue concebida para oficinas, no para viviendas, y dotarla de los servicios básicos era, literalmente, cuesta arriba.
La justicia revolucionaria decidió no desalojar a nadie: aquí no estamos en Estados Unidos o la España católica donde se lanzan familias a la calle. Pero la ley de la gravedad es otra cosa: un paso en falso y se va una vida al abismo, algo especialmente terrible en el caso de los niños y niñas que cayeron al vacío. Era evidente que las familias tenían que marcharse, pero después de tanto luchar, sólo se irían hacia un destino mejor.
Y fue así que Nicolás Maduro (que no es llamarada como Chávez sino fuego lento que también quema) nombró a Ernesto Villegas Ministro de Estado para la transformación de Caracas, y le encargó solucionar ese problema. Nombrar a alguien Ministro de Estado para la Transformación de Caracas es como nombrarlo para que resuelva la cuadratura del círculo, pero Chávez nos acostumbró a los milagros y la imaginación sigue siendo “el código exacto de las soluciones posibles” (Vaneigem) y, como dice un grafiti en una de las áreas comunes dela Torre de David (cito de memoria) “No hay soluciones imposibles sino personas incapaces”.
. La canalla mediática que había difamado e insultado a la comunidad de la Torre, al enterarse de la mudanza de los tomistas, comenzó a tratarlos como “víctimas” de la violencia oficial, y a pronosticar enfrentamientos armados y represión. Se vieron a reporteros de canales comerciales llegar con chalecos antibalas para cubrir “el desalojo”…
.Lo que se discutieron y decidieron entre la comunidad y Villegas, ya está en proceso: mudanza progresiva de las familias a casas propias en los urbanismos de Misión Vivienda, inicialmente en Cúa, Estado Miranda, donde ya se instalaron las primeras 160 familias. Las negociaciones no fueron fáciles, porque tanto la comunidad de la Torre como la de Cúa se recelaban mutuamente por miedo al “malandraje”, víctimas de la mala imagen que los medios han difundido sobre ambas. Pero hablando se entiende la gente, y Ernesto Villegas organizó visitas y encuentros entre las comunidades, para que se conocieran por lo que son, y no por lo que la prensa burguesa dice que son. Quienes no tuvieron dudas fueron los niños y niñas de la Torre, felices desde el primer momento porque ahora podían correr por la tierra firme, al sol y al viento, sin miedo de caer al vacio.
.Han sido desocupados y sellados los pisos 29, 28, 27, 26…y el proceso sigue, sin pausa y sin prisa, garantizando a las familias el acceso al sistema escolar, servicios básicos, fuentes de trabajo, alimentación y salud, y tomando en consideración a los compatriotas con necesidades especiales. ¡Qué lejos estamos de la Caracas del vampiro Antonio Ledezma, quien con su Policía Metropolitana reprimía sin piedad a ciegos y ancianos, y que hoy se consuela apoyando a Israel en la matanza de niños palestinos.
.La Torre de David no es la Torre de Babel: no reina la confusión ni el malentendido sino el diálogo entre la comunidad organizada y el gobierno socialista, algo que sólo es posible cuando los funcionarios reconocen al pueblo como protagonista e interlocutor válido, y cuando el pueblo encuentra revolucionarios en el gobierno. Y termino con una moraleja: los medios que hablan del caos y el fracaso de la revolución, una vez más fracasaron miserablemente