El gobierno venezolano se enfrenta a un gran dilema en su política económica: debe completar, cuanto antes, el ensayo de liberalización que se consolidó a principios de 2014, donde se impuso una concepción cualitativamente diferente a la asomada en el discurso del presidente Nicolás Maduro en la Asamblea Nacional, cuando se le otorgaron los poderes habilitantes (08/10/2013).
Un enfoque económico muy distanciado de la visión que, aparentemente, subyacía cuando un mes después, se procedió a la toma de la tienda de electrodomésticos DAKA. Discurso y acción previos a las elecciones de gobernadores y alcaldes de diciembre.
Lo que predominó después de estas proclamas, ha sido una orientación que se inclina por medidas de flexibilización, más coherente con los programas de ajustes macroeconómicos ensayados en América Latina. Esta visión más convencional de política económica, recomendada por asesores oportunistas, cohabita contradictoriamente con orientaciones e instituciones heredadas del legado de la era de Chávez. Esa situación híbrida en la política económica, generó y genera una contradicción insostenible, que instala un estado de confusión y desconcierto en la población trabajadora, que al mismo tiempo que escucha discursos cargados de mensajes antimperialistas, antineoliberales y prosocialistas, experimenta un despojo de sus ingresos por parte de los capitalistas a través del aumento de precios. Mientras la escasez de productos básicos persiste.
En estos meses de 2014 destacan las siguientes medidas:
1) Desmontaje parcial del control de cambio. A mediados de 2013, se inició el desmontaje de un esquema institucional de política económica que se implantó desde el año 2003. Esto es, el desmantelamiento de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI) y su sustitución por tres mecanismos que, a su vez, significan la existencia de tres tipos de cambio oficiales: el de CENCOEX, el del SICAD I y el del SICAD II. Se puede interpretar que este complicado sistema, es una etapa de transición para aplicar la unificación cambiaria con un tipo de cambio promedio que legitimara el precio especulativo del dólar en el mercado paralelo.
Al aplicar tres tipos de cambios y no resolver el flujo de divisas suficientes al Banco Central, se ofrecían tres opciones que no tenían suficiente reservas de divisas para reducir la brecha entre los tipos de cambio oficiales y el paralelo. Con un tipo de cambio alto se beneficia PDVSA, la banca (pública y privada), los sectores comerciales y, aparentemente, el Gobierno al contar con más bolívares por cada dólar. Los que sí salen perjudicados con la devaluación son los que tienen un ingreso fijo, los trabajadores. En anteriores artículos se advertía que: la existencia de un esquema cambiario con tipos de cambios diferenciales, manteniendo las reservas internacionales operativas a niveles críticos, iba a llevar a una victoria del precio especulativo del mercado paralelo. Esto se pudo evitar, pero no se hizo porque convenía un tipo de cambio que beneficiara democráticamente a exportadores, especuladores y al fisco.
2) La eutanasia de CADIVI, ha venido acompañada, desde el año pasado, de pronunciamientos y acciones por demás bipolares. Por un lado, se anuncia que se mantendrá la potestad del Estado en la administración de las divisas y por el otro los decisores que controlan el sistema financiero público aprueban medidas que promueven claramente la dolarización y la legalización de la fuga de capitales, como la apertura de cuentas bancarias en dólares, la apertura de cuentas en dólares para importar vehículos directamente y el anuncio que las comunas accedieran a los dólares. Por un lado, se critica el consumismo importador, el cadivismo, el raspa-cupo y por otro se promueve al dólar como unidad de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor. Resulta particularmente extraño que un bolivariano diga ¡Viva Washington muera Bolívar!
3) En la continuidad de la estrategia de concertación con los capitalistas locales destaca la negociación de los 12 puntos del paquete económico propuesto por uno de los principales representante político-ideológico de la burguesía nacional, Lorenzo Mendoza. Entre estas exigencias, resalta el ajuste y flexibilización de los precios de algunos rubros (especialmente aquellos que escaseaban) y el reconocimiento de las solicitudes de divisas acumuladas. Esta última exigencia de los capitalistas logró posicionarse como una trampa ideológica al calificar la masiva exportación ilegítima de divisas como una “deuda” en dólares, que el gobierno tenía con el sector privado, especialmente con las trasnacionales.
4) La flexibilización de precios no sólo ha sido en bienes que son fundamentales para el patrón de consumo venezolano (harina pan, por ejemplo) sino en servicios básicos como la electricidad, el agua y la comunicación telefónica. Estos, desde el punto de vista de los ajustes tradicionales del FMI-BM, suelen ser exigencias de los condicionamientos.
5) La búsqueda de financiamiento en los “mercados” internacionales, expresada en intentos de negociar variados mecanismos ofrecidos por la banca de inversión internacional, representantes principales del capital financiero especulativo como Goldman Sachs, Bank of America, CityBank, Credit Suisse. Contando con la asesoría de expertos en estas negociaciones, como lo es la corporación francesa-estadounidense Lazard y con el FMI. Esta búsqueda de financiamiento, lleva a los responsables de la política económica a una estrategia de presentaciones para convencer al capital financiero transnacional sobre la capacidad y la voluntad de pago de la deuda externa que se va a contraer. Con ello, los negociadores gubernamentales mandan el mensaje que, ante todo, se “portarán bien”, que Venezuela “es buen pagador”, que tiene suficientes recursos para pagar la deuda. A esta estrategia se le puede llamar “el camino argentino”, ya que fue la estrategia que llevó a cabo en los últimos años el gobierno kirchnerista.
6) El anuncio de importantes acuerdos de financiamientos través de inversión directa, crédito comercial o endeudamiento externo con diversos grupos corporativos vinculados con el capital energético internacional: El ministro Rafael Ramírez anunció acuerdos que implica un financiamiento de 2.000 millones de dólares con Schlumberger, Halliburton y Weatherfird, para explorar y explotar petróleo.
7) Extensión del financiamiento con la República Popular de China.
8) Un esfuerzo por centralizar los diferentes fondos en dólares y en bolívares que maneja el sector público. Esta medida fue evadida durante todo el año 2013, y su aplicación oportuna –entre otras cosas- pudo haber evitado el ajuste recesivo y la macrodevaluación.
9) Un esfuerzo por mantener el gasto social que financia la variedad de programas sociales heredadas de la era del presidente Chávez. Y a pesar de la reconocida restricción fiscal, destacan los anuncios de nuevas misiones (las de la era de Maduro), lo cual incrementa la necesidad de conseguir recursos financieros para arrancar y mantener estos programas sociales.
No queda duda que, a comienzos de agosto, se han logrado posicionar con cierto éxito, en el sentido común, las siguientes ideas:
a) “El control de cambio es unos de los mecanismos que pueden ubicarse como responsable de la crisis económica”. Esta afirmación reduccionista, está acompañada de la manipulación conceptual que relaciona control de cambio con tasa de cambio fija. La pésima administración del control de cambio, se utiliza como excusa para invalidar el instrumento de política económica.
Los economistas Mark Weisbrot como Víctor Álvarez cometen esta omisión que les resulta conveniente para vender sus propuestas de “flotación” cambiaria. Recientemente, el mismo presidente Maduro, ha reconocido el rol que jugó el control de cambio en los años donde el proceso bolivariano demostró que se podía crecer con una inflación tolerable (2004-2012). Sin embargo, nadie quiere defender a CADIVI porque lo vinculan, además de “lo que se venía haciendo mal”, con la ineficiencia y la corrupción.
Lo cual es cierto, pero si se aplica este criterio a todas las instituciones públicas y, especialmente, privadas, se tendría que desmantelar a todo el Estado y estatizar a la banca. La utilización del término “cadivismo” resultó arma de doble filo para la garganta de un gobierno que se debate entre los consejos malsanos de economistas que promueven la “liberalización” de la tasa de cambio, y, por otro lado, la necesidad de controlar la distribución de la renta petrolera a través de la administración de las divisas.
b) “Hay que tener un tipo de cambio unificado y competitivo”. Y que el marco de fijación del tipo de cambio, adopte esquemas que delegan la potestad que tiene el Estado de controlar la distribución de divisas al juego del “mercado”. Por eso se habla de flexibilización del mercado cambiario.
c) “Hay que aumentar la gasolina”. Se reintroduce un tema espinoso, bajo la argumentación confesional de que “es más barato una botella de agua que el litro de gasolina”; que “se está subsidiando a una parte de la población” que es consumista y derrochadora; en resumen, queda fijada en el sentido común que se aumenta la gasolina porque es un subsidio…Eso lleva a algunos, de los pocos, economistas del PSUV a afirmar que “la gasolina en Venezuela no se vende, sino que se regala”. Casi están a punto de convertir el aumento en un acto de contrición, donde una parte de la población debe darse golpes de pecho (“por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa”).
El aumento de la gasolina, bajo la excusa que sea, es un escape antiguo para lograr flujo de caja y tapar el déficit en bolívares de PDVSA. Pocos recordarán, cómo en la época neoliberal, uno de los discípulos del ministro Miguel Rodríguez Fandeo, el ingeniero Roberto Smith Perera, siendo Ministro de Transporte y Comunicaciones (1990-1992) hizo una defensa del aumento de la gasolina (basado en un estudio técnico del IESA) prometiendo que los recursos obtenidos “servirían para financiar la vialidad agrícola”. Pocos se acordarán que el ajuste de la gasolina formó parte de los programas del FMI durante los segundos mandatos de Carlos Andrés Pérez y de Rafael Caldera…Muchos se acordarán del sacudón del 27 de febrero de 1989.
El problema no es la discusión en sí del aumento de la gasolina sino que, como ocurre con el precio del dólar, el precio de la gasolina se convierte en un fetiche, en un pote de humo que oculta la discusión sustancial. Algunos economistas liberales, como Felipe Pérez, devenido en asesor principal del equipo económico y del Banco Central de Venezuela, señalan que el aumento de la gasolina es un subsidio que beneficia a los ricos, pero se tapan un ojo ante otros subsidios masivos que se les da a los capitalistas a través de mecanismos fiscales. Esos economistas liberales que se venden con un lenguaje radical, tienen un límite y es que defienden los intereses de los capitalistas, nacionales e internacionales. Serán los responsables ocultos (teóricos) del proceso de depauperación que están viviendo los trabajadores
d) “Los subsidios son malos”. El masaje ideológico ha sido exitoso en imponer que el subsidio a la gasolina y a otros bienes y servicios con precios administrados por el gobierno, refleja un estado asistencialista, protector, compensador. En el campo ideológico-conceptual, se está haciendo una reinterpretación de las misiones y de la política social de Chávez, donde se pretende identificar su legado en política social con las concepciones de la Cuarta República. Esto es, en la práctica, una manipulación no sólo falsa sino perversa. Esto lo vienen haciendo ciertos opinadores, en escritos donde se identifica la política social de Chávez con la visión asistencialista-protectora (propia del desarrollismo adeco) o compensatoria (propia de la época neoliberal).
Basta con leer un reciente artículo del economista Víctor Álvarez como ejemplo de esta temeraria afirmación, que se convierte en manipulación ideológica, cuando sugiere que la política social de Chávez fue, al mismo tiempo, compensatoria y asistencialista. Con esta reinterpretación reduccionista se satisfacen los deseos de la derecha de banalizar/ridiculizar la estrategia económica de Chávez. Toda esta discusión no necesita de los escritos híbridos de economistas socialistas liberales o de los neoliberales del CEDICE, le ahorrarían tiempo a los interesados si estos autores recomiendan los escritos sobre políticas sociales elaborados por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, del PNUD e incluso los de la CEPAL.
En todo caso, la ideología anti-subsidio que se impone, ayuda de gran manera a las tradicionales exigencias de los condicionamientos impuestos por los organismos financieros internacionales. Todo financiamiento externo (endeudamiento externo) va acompañado de condicionalidades, una de ellas, predilecta del FMI, el BID y el BM es la eliminación de los subsidios.
e) “El gobierno de Chávez llevó a cabo una política de protección de los pobres”. Los discursos y declaraciones del Ministro Ramírez reflejan la incidencia de esta interpretación ideológica, cuando señala que durante Chávez se construyó “un sistema protección social” para el pueblo. Sustituyendo el concepto “distribución popular de la renta”, utilizado frecuentemente en los discursos de PDVSA , por el de “protección social”, el cual está cargado de un sesgo ideológico paternalista.
f) “Hay que lograr los equilibrios”. Los asesores económicos gubernamentales lograron un éxito contundente al posicionar la palabra “equilibrio”, solo les faltó agregarle el calificativo que suele acompañar esta palabra: macroeconómico. El logro de los equilibrios macroeconómicos ha sido una de las ideas fuerzas del discurso de los neoliberales. Alguien tiene que advertir al alto gobierno acerca de la función teórica e ideológica de la palabra “equilibrio”, y que la utilización de este lenguaje es incoherente con una política económica de cambio estructural. El Ministro Ramírez afirmó en una entrevista con José Vicente Rangel que se ha rodeado de “lo mejor del pensamiento económico”, tal vez no se ha dado cuenta del contrabando ideológico que le están metiendo por debajo de la mesa.
Todos estos ajustes ideológicos forman parte de un gran viraje, y han ido a la par con un ajuste real en los ingresos de los trabajadores. Borran la historia y causan desorientación cuando confunden la izquierda con derecha. Tienden a acompañar el proceso de reversión de la orientación filosófica de la revolución bolivariana.
Se debe reconocer que, la visión estratégica de la transición al socialismo que predominó en los últimos años, no pudo concretar una estrategia económica sólida. La debilidad doctrinaria (en el gobierno, en el PSUV y en el proceso político general) en lo que respecta transición económica al socialismo, se encontró en un entorno desfavorable donde destacan dos factores: 1) el escandaloso proceso de acumulación originaria basada en la corrupción, liderizado por castas posicionadas en la trama del poder; y, 2) la gran ineficiencia de algunos de los que han tenido y tienen cargos claves en la asignación de recursos. Ambos factores junto a la poca presencia de cuadros revolucionarios honestos y profesionales, abrieron un portal por donde entró la quinta columna ideológica y los consejos económicos venidos de asesores locales y foráneos que infectaron a la revolución.
La política económica tiende a convertirse en los zapatos que alejan al proceso político venezolano del “punto de no retorno”.