Algunos signos muestran que el proceso revolucionario venezolano, además de las inevitables fallas que tiene todo proceso humano, tiene algunas debilidades internas.
Creo que es claro que el descontento ha aumentado, que muchos piensan que debe corregirse el rumbo (no la dirección).
Se observa que la situación del país es difícil desde el punto de vista económico, que los recursos disponibles no son suficientes para las expectativas creadas, que prevalece el rentismo en nuestra mentalidad; el proceso no es sustentable en la forma como lo hemos venido llevando. Vemos que se requiere hacer ajustes y que es necesario que el pueblo comprenda la necesidad de hacer correcciones, y que hay una carencia de formación y espiritualidad como motor interno. Hay descontento por el burocratismo, la corrupción, la falta de mecanismos reales de participación.
Vemos también los aspectos externos que nos combaten. La influencia negativa de los medios, la intromisión de fuerzas transnacionales.
En grupos de discusión hemos concluido que la fuerza para superar la oposición externa debe venir de adentro. Y que debemos reconocer que buena parte de las fallas vienen de adentro. Que se requiere una construcción colectiva desde la base, establecer un programa que sea viable y sustentable y dar énfasis a formar nuevos cuadros. Hay que dar la cara, reconocer los errores, hacer autocrítica, como lo haría Hugo Chávez.
Pero a todo eso quiero agregar una convicción: estamos enredados en viejos paradigmas. Hemos trazado una línea divisoria entre "revolución" y "oposición" que se basa fundamentalmente en lo político, bajo paradigmas correspondientes a siglos anteriores, heredados de la "Ilustración".
Es cierto que lo político debe estar por encima de lo económico. Pero, ¿lo espiritual, lo ético y lo estético, no son dimensiones superiores? No sólo lo exterior y colectivo es importante, lo interno e individual es fundamental.
Creo que debemos reconsiderar esa línea divisoria rompiendo paradigmas. No podemos seguir viendo como enemigos a quienes, desde una concepción ética y espiritual, tienen visiones diferentes. No existe un manual que defina con precisión qué es el socialismo y cómo y con quien se construye. En el conglomerado opositor hay muchas personas honestas, que intentan vivir bajo orientaciones éticas y espirituales, progresistas, incluso muchos de ellos socialistas, que hemos colocado (y ellos mismos lo han hecho) del otro lado de la línea infranqueable, en lo que hemos definido "oposición". Del otro lado de la misma línea, el lado llamado revolución, tenemos algunos que, fijando su atención sólo en lo material, han caído en desvergonzantes prácticas que nos impulsan a desear que estuviesen en el otro lado de la línea, o que rectificaran.
Pero es que la línea que hemos escogido no es la adecuada. La diferencia no puede estar sólo en lo político, en lo exterior, en lo material. Creo que la nueva línea debe incluir, sí, incluir por supuesto, a ese componente político, pero debe ser trascendida a una dimensión que abarque también, y con mayor prioridad, lo espiritual, lo ético, lo estético.
Queremos contribuir a cambiar de rumbo, dentro del ansia de justicia del socialismo, regido, direccionado, por la dimensión superior espiritual, ética, estética. Y allí tienen cabida algunos de los que aún llamamos "opositores", y sobran algunos de los que se llaman "revolucionarios" sin serlo.
Nunca abandonaremos la búsqueda de justicia, de solidaridad, de equidad sustantiva, del "Buen Vivir", de democracia plena no sólo en lo político, de un socialismo muy diferente a lo que se ha entendido en los modelos históricos. Nunca abandonaremos el apoyo a nuestra Constitución y a nuestro Presidente constitucional Nicolás Maduro. Estaremos alertas contra las guarimbas y acciones desestabilizadoras de quienes quieren aprovechar nuestros errores para perjudicar al país.
Pero hay que rectificar.
El llamado es a encontrarnos en la construcción de esas nuevas fronteras, con una nueva visión, con humildad.