Trataré de resumir en unas líneas una idea que hemos venido discutiendo en diversos colectivos (Espiritualidad y Revolución, Clarines Insurgentes, etc.). Siguiendo la orientación de lo que Ken Wilber llama "orientaciones generadoras", es decir, aquellas verdades amplias y generales procedentes de los diferentes campos del conocimiento humano sobre los que existe muy poco desacuerdo, trataré de explicar en unas líneas lo que expongo en el título. Es decir, tratar de ver el bosque sin perdernos en los detalles.
No creo que haya desacuerdo en el papel que ha jugado Cuba en la revolución mundial. Sobrevivió a la caída del Socialismo del Siglo XX. En medio de la Guerra Fría, supo mantener la identidad de la revolución cubana, martiana, en medio de los dos grandes poderes. Supo implementar su propio modelo, que ha sobrevivido al bloqueo y asedio del mayor imperio de la historia humana. Se convirtió en, mas que un modelo, una esperanza de dignidad para la humanidad. Fidel, absuelto por la historia, es indudablemente a quien hay que adjudicarle el honor histórico de haber mantenido esa llamita encendida por medio siglo, ante los embates huracánicos de las luchas de poderes y los coletazos del imperialismo en su inútil resistencia a morir (sin olvidar mencionar a otros, principalmente al Che Guevara). Si el fuego es una buena alegoría de lo que es el proceso revolucionario mundial, y una cocina, como mecanismo tecnológico para dominarlo y ponerlo al servicio humano, un símil de lo que es la construcción de las nuevas sociedades, entonces, definitivamente, Fidel cumplió la proeza de mantener el "piloto" encendido, esperando paciente y valientemente los tiempos en los que el socialismo debería madurar.
En 1994, cuando Chávez aterrizó en Cuba y fue recibido con alfombra roja, ya Fidel sabía a quién le correspondería tomar de sus manos la llama del piloto y encender con ella la "hornilla" para propagar la transformación mundial. Fidel, sin ser una persona religiosa (y precisamente por eso), tenía la espiritualidad suficiente para tener la profética visión de quien era el que "había entendido la palabra". Chávez, en el país al norte del sur, fue un gigante histórico que vino a cumplir una misión trascendental para el mundo. Su inmensa labor es imposible de resumir, pero intentando mirar a través de esas generalizaciones orientadoras, creo que su gran aporte, su legado fundamental, fue darnos una visión global de la revolución, una nueva geopolítica internacional, y haber rescatado dos términos fundamentales para darle viabilidad a la transformación humana mundial: poner el socialismo en boca de millones bajo términos nuevos y humanistas (deslastrarlo del "sovietismo" manualístico), y por otra parte, introducir el componente espiritual, como elemento director fundamental de la política, para que esta a su vez rija lo social y lo económico. Nadie, antes e Chávez, se atrevía a hablar de espiritualidad como director revolucionario, al menos con el convencimiento de su verbo.
Conversábamos en Clarines Insurgentes y en Espiritualidad y Revolución que a los venezolanos la historia nos ha generosamente otorgado el papel de iniciar grandes transformaciones en la historia mundial. La Independencia Hispanoamericana nació en Caracas, la chispa se propagó desde Venezuela con una concepción global desde su inicio. Miranda y Bolívar supieron expresar esa pasión. Y ahora Chávez, por segunda vez, en el siglo XXI, puso a Venezuela en la palestra mundial al colocar en boca de todos nosotros los nuevos paradigmas que sustituirán a los decadentes de la Ilustración (y aún de antes). El dualismo, el antropocentrismo, la fragmentación, el racionalismo, la representación, el hipercriticismo, el machismo, que fueron conceptos innovadores para el surgimiento de la nueva civilización hace siglos, son ahora muros de contención que impiden el desarrollo del nuevo ser humano. El no dualismo, el biocentrismo, la visión holística, la integración racional-intuitiva, la totalidad, la inclusión y trascendencia de lo anterior, el humanismo, surgen como paradigmas liberadores que nos permitirán saltar a una nueva etapa.
Pero como "pueblos nuevos", en los que diferentes culturas se mezclan y coexisten, nos cuesta darle continuidad a los proyectos históricos. Un poco haciendo la analogía con los tipos de personalidad, la eneagramática tipo 7, la de aquella persona que se apasiona, que continuamente hace planes para el futuro que nunca llega a concretar completamente, los pueblos nuevos somos culturalmente inestables, ya que las diversas culturas tardan generaciones en converger (aquí le doy razón a parte de lo que sostenía Carlos Rangel en "Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario"). Bolívar lo expresó así: "no somos europeos, no somos indios, sino una especie media… así nuestro caso es el más extraordinario y complicado". En la Guerra de Independencia encendimos la mecha, apasionamos al Continente, pero la dinámica hizo que termináramos como 20 naciones divididas, aunque independientes políticamente. Con Chávez, también tomamos el piloto y encendimos la hornilla, pusimos a todo un mundo a vibrar en la visión del nuevo socialismo, democrático, con base espiritual. Pero pienso que hasta allí ha llegado nuestra misión, sin que deje de ser por eso gloriosa, ni signifique eso que pasemos a jugar desde ahora posiciones solamente secundarias en el liderazgo mundial.
Le toca ahora el turno al "que tiene la Voz Interior". Y pienso que ese es Evo Morales, quien debe garantizar la sustentabilidad de la llama de la hornilla y su extensión a nivel mundial. En diciembre de 2012 tuve la oportunidad de estar en Bolivia y saludar personalmente a este gran líder, humilde y espiritual. Vi el socialismo natural que representa el legado histórico de quienes son mayoría social en ese país. Conocí allí mucha gente interesante, y entre ellos un hombre sabio, humilde, con doctorado pero humilde, un indígena, José Illescas, quien nos dijo que lamentablemente Chávez (y entendí que los venezolanos) no había logrado comprender en su totalidad el nuevo proceso civilizatorio que nace con el renacer del rescate de los valores milenarios indígenas. Pienso que como venezolano, como "pueblo nuevo", es ciertamente muy difícil adentrarse en la médula de ese conocimiento. Pero pienso que Chávez había entendido la palabra, esa era su misión, le correspondía ahora abrir paso al que tiene la Voz Interior, Evo, pasarle la llama, para que nos conduzca por los nuevos senderos de la revolución mundial. Evo, liderando su pueblo testimonio, tiene una responsabilidad transhistórica.
Creo que estamos en tiempos históricos. La espiral de la consciencia está por dar una nueva vuelta ascendente en su vaivén pendular, incluyendo y trascendiendo la vieja civilización muriente. Pasamos de una civilización tipo "yo" a una tipo "nosotros" (Graves). Espero no equivocarme en que quienes actualmente vivimos en este planeta veremos cambios trascendentales, para bien, como nunca antes se han visto en la historia, aunque haya que pagar un precio elevado, como todo aprendizaje que valga la pena.
Creo que las palabras de Bolívar en Monte Sacro, justo antes de su gran juramento, adquieren carácter profético: "La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado en Europa todas sus fases, ha hecho ver todos su elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del ser humano en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despeje de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo".