La perversión de la política

A través de mis lecturas me enteré de la existencia de un personaje muy conocido: el conde de Saint Germain (¿1669?-¿1874?). Esta enigmática celebridad, perteneciente a la fábula francesa, no desempeñaba un oficio conocido, mejor dicho, se dedicaba a diversos quehaceres. Según algunos de sus biógrafos era un hábil cortesano aventurero, inventor de cosas, practicaba la alquimia, interpretaba magistralmente el piano y el violín y hasta se conocieron algunas composiciones consecuencia de su afición por la música. Pero lo que le permitió trascender a las páginas literarias fue que nuestro personaje se destacó en las prácticas ocultistas. Imposible negar que el referido hablaba ocho idiomas y era de modales refinados; pero más allá de lo anterior, lo que le valió encumbrarse en la historia fue que conoció el secreto de la eterna juventud, convirtiéndose así en un ser inmortal. El francés fue una verdadera leyenda urbana, quien estuvo presente en los eventos más destacados durante todos los siglos; desde la boda de Caná, hasta, revelan algunos, en la firma del tratado de Versalles. Conocí a un devoto del ocultista quien asegura que recién lo vio, radiante de juventud y elegantemente vestido, merodeando las calles de New York, muy cerca del edificio de la ONU.

En verdad, no sé si este ser inmortal existió o existe realmente pero me gustaría haberlo conocido para que me informara si la política a través de la historia, más allá de los documentos y los libros, tiene la misma connotación que la actual.

Por fortuna, en una oportunidad, cuando me encontraba en un bar de Estambul, un asiduo al lugar sentado en la barra, un poco envalentonado bajo los efectos de los efluvios etílicos se me presentó, en perfecto español, como el conde de San Germain. Ciertamente, no le creí pero por tener la necesidad de conversar y por curiosidad convine en aceptar su identidad. Entre las cosas que expuso fueron:

"La política y los políticos son dos cosas diferentes. Conocí a muchos políticos que lograron durante decenios vivir de la política sin conocer nada sobre esta. En todas las épocas muchos de esos individuos ocuparon cargos de reyes, ministros, emires, bajás, príncipes, presidentes, asesores…Se destacaron en esa banda de gobernantes todo tipo de alimaña; desde locos, borrachos, ladrones, fanfarrones, bobos, criminales, mantenidos, brutos, ególatras, sinvergüenzas, ignorantes, especuladores, mentirosos, sumisos, vagabundos, entre tantos bribones que alcanzaron administrar la cosa estatal para manejar dinero público y apropiarse de los bienes ajenos".

Durante su mutismo me pareció que el personaje conocía de lo que estaba hablando, a pesar de que no podía creer que se trataba del personaje inmortal. Continué escuchándolo.

"Usted pensará que exagero. Yo estuve muy cerca de individuos como Julio César, Alejandro Magno, Napoleón, Nerón, los Reyes Católicos, el príncipe Luis II de Baviera, la zarina Catalina, Iván el Terrible" y otras sabandijas. En ese menú debo señalar a asesinos como Iván, Alejandro Magno y los Reyes Católicos, ególatra como Napoleón, borracha como la zarina rusa, no faltaron locos como Nerón, el noble alemán de Baviera e imposible no incluir a Hitler, entre los que mi longeva memoria recuerda. Ninguno de estos zánganos sabían nada de economía, de sociología, ni de derecho internacional, sólo les interesaba el poder, la gloria y el dinero".

En la disertación de mi acompañante de trago me dio la impresión que el hombre conocía aquellos personajes y los trató como sus iguales. Parecía que el licor le enriquecía la memoria.

"Por qué cree usted que las guerras nunca acaban, simplemente porque son un negocio. Da la impresión que las fuerzas del mal son más poderosas que las fuerzas del bien. Son las primeras las que han arrojado al mundo, de un modo irremisible, a continuas calamidades. Yo estuve presente en la Primera y Segunda Guerra Mundial; a estas catástrofes la condujeron los políticos de turno. Millones de hombres, mujeres, ancianos, niños, ciudades devastadas, entre tantas calamidades, todo por responsabilidad de políticos inexpertos e insensibles. En la lucha entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, entre la luz y la oscuridad, la mayoría de las veces salieron triunfantes los delegados de lo segundo. En el siglo XXI tenemos modernos dictadores, ellos sojuzgan a su propio pueblo y a diversos países del planeta a través de la tecnología de punta y los medios de comunicación. Esto que usted está viendo no es más que el principio de una revolución tecnológica, que avanza solo para cercenar la libertad individual y mediante estos recursos científicos decapitar la autodeterminación de cada individuo. Esta es la política que les interesa a los políticos, aquella que le permite dominar a sus semejantes y enriquecerse".

La edad del Conde de Saint Germain (casi lo creí) era indefinible y su palabra daba la sensación de seguridad. Por eso no dejé de fijar mi atención en su monólogo.

"Acabo recordar un proyecto para estructurar el Código de los Crímenes Contra la Paz y la Seguridad de la Humanidad. Este fue redactado en el 1947 por una comisión de la ONU en la cual participé. En el primer artículo se podía leer:

"Los crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad son crímenes del derecho internacional y los individuos que son responsables de estos pueden ser castigados".

"En otros apartes del proyecto se describen taxativamente las acciones consideradas como crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad:

La invasión de bandas armadas, con fines políticos, en territorio de otro Estado.

La ejecución o instigación de crímenes por las autoridades de un estado, dirigidas a instigar a la guerra civil en otro Estado.

La ejecución o instigación de acciones terroristas por las autoridades de un Estado en otro Estado o el consentimiento de crímenes organizados por las autoridades de un Estado, enfocados a preparar actos terroristas en otro Estado.

El artículo 3 estaba escrito en los siguientes términos: El hecho de que alguien actúe en calidad de jefe de estado o de un gobierno no lo inhibe de la responsabilidad de haber cometido alguno de los crímenes citados en el presente código.

Usted comprenderá la razón del por qué los representantes del Reino Unido y de los EEUU se opusieron a la firma del documento. Por eso no se sorprenda de las actuaciones de Obama, Rajoy y Netanyahu, quienes no distan mucho de los políticos rapaces que yo conocí hace siglos".

El Conde de Saint Germain se calló por un tiempo, se echó por el gaznate un vaso de vodka y abandonó el lugar de forma erguida y elegante.

Mientras se retiraba el conde aproveché para ejercitar mi memoria senil, que a pesar de los años no deja de especular. Luego de escuchar al inmortal pensé en la creación en Venezuela de una especie de código que contemple "Crímenes contra la paz", que podría rezar en uno de sus artículos:

"Se considera crímenes contra la paz el planificación, ejecución, iniciación o dirección de acciones de agresión, de operaciones que atenten contra la violación de los derechos humanos contemplados en la Constitución venezolana, de tratados internacionales, acuerdos o garantías o participación en un plan común o una conspiración común para la ejecución de algún delito contemplado en nuestros códigos civiles y militares".

No cabe duda, que si existiera un código para sancionar "Crímenes contra la paz", nuestras autoridades judiciales encontrarán elementos suficientes para condenar de inmediato a Leopoldo López, a la señora María Machado, a Ledezma y a toda esa cáfila de mercenarios del gobierno de los EEUU.

Los políticos han degradado tanto a la política que hasta el premio Nobel de la Paz, el señor Obama y el señor Rajoy, quienes no se cansan de oprimir a sus pueblos, están pidiendo la libertad del reo Leopoldo, corresponsable de la muerte de más de 40 inocentes venezolanos. Tiene razón el trasunto del conde de Saint Germain, una gran mayoría de políticos no saben nada de política.

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Enoc Sánchez


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