La aparición de la propiedad privada, una sociedad dividida en clases y el Estado actuando como guardián de las clases dominantes, fueron caldo de cultivo para que en el seno de la sociedad surgieran rivalidades por el control del poder en todas sus manifestaciones. Por esta razón, decimos que no habrá relación equilibrada de poder entre gobernantes y gobernados, mientras no existan condiciones objetivas que impidan los golpes de Estado, o las insurrecciones de carácter cívico o militar. De manera que debemos concluir que toda estabilidad en cualquiera de las formas de gobierno, solo es posible cuando el musculo duerme y todo está en calma, para decirlo recordando el viejo tango gardeliano.
No se requiere ser doctorcito, ni avezado estudioso de las ciencias sociales, para entender que hay diferencias y semejanzas muy comunes entre militares egresados de Academias, y aquellos que emergieron de las montoneras en la Venezuela rural y semi-pastoril del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Fueron los llamados militares chicharroneros o chupos de piedra, quienes llegaron a poseer enormes extensiones de tierra, y, a su vez, utilizaban a sus piones como ejércitos particulares a la hora de la disputas entre caudillos por el control del país. De modo que con Academias Militares o no, se considera que todos ellos han sido cortados por la misma tijera, pues tratándose del control y reparto del poder, hasta los santos se disputan las puertas del cielo.
Y es que cuando el poder está de por medio, el sentido de la lealtad cede a las bajas pasiones. Por ejemplo, en 1835, cuando la llamada Revolución de las Reformas que encabezaba el Gral. Santiago Mariño, el Oficial Pedro Carujo por ambiciones lanzó la obediencia al cesto de la basura, y acto seguido se dirigió al domicilio del Presidente José María Vargas. Sera entonces cuando se produce el célebre dialogo entre ambos. Carujo le dijo al Vargas: el mundo es de los valientes, a lo que contesto Vargas: el mundo es del hombre justo.
Tampoco el Gral. Francisco Linares Alcántara, se conformó con un solo bienio presidencial, establecido por la “Constitución Suiza” que Guzmán Blanco hizo aprobar por el Congreso. Y como la ambición rompe el saco, Alcántara no tardaría en sacar sus garras para alzarse con el coroto, y para ello se aprovecha de la reacción anti-guzmancista que derribo todas las estatuas, de quien, ebrio de megalomanía, se hacía llamar el “Ilustre Americano”. Fue en esa ocasión que Guzmán le dijo a su esposa Ana Teresa Ibarra y Urbaneja: “Mejor nos vamos a Paris, porque en Venezuela las gallinas están cantando como gallo
Sin saltar de tema, valdría la pena reseñar que nuestra primera Academia Militar se fundó el 3 de septiembre de 1810, por resolución de la Junta Suprema de Caracas. Por este motivo se le considera la institución más antigua en la formación de oficiales de América del Sur. Lamentablemente, la llamada “Academia Militar de Matemática” va a tener vida efímera, pues desplomada la Primera República, también desaparecieron las instituciones como el Congreso, la Corte Suprema y la Casa de la Moneda. Luego, se crearon las Escuelas Militares de Campaña, a lo que habrá que sumarse los otros intentos durante el periodo de integración de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, o sea, La Gran Colombia. En fin, será a partir de la Cuarta de Republica de 1830, cuando se crea la Escuela Militar y de Matemática, no como academia autónoma, sino como otra facultad de la Universidad Central de Venezuela.
Definitivamente, será el 20 de julio de 1910, cuando el Gral. Juan Vicente Gómez funda la actual Academia Militar. Por cierto, tres años más tarde, Gómez escribía a su amigo el Gral. Pedro Murillo, Presidente del Estado Táchira, una carta en donde le decía: “estoy formando un nuevo Ejercito sin generales amarrillos, ni azules, sino con una nueva oficialidad que va hacer méritos y constituir el nuevo Ejército”. Pero la historia de las traiciones no terminaría el día en que Gómez hizo saber a su compadre Cipriano Castro, que mejor se quedara en el exterior, porque acá se había formado una extraña alianza que estaba dispuesta a impedir que regresara con vida. Fue así como en diciembre de 1908, el zamarro Gómez logro sumar a sus planes para perpetuarse en la Presidencia de la Republica, a nacionalistas o mochistas, a liberales amarrillos, así como también a otros generales que regresaban del exilio considerando a Gómez como un problema menor. Leopoldo Baptista resumió esa situación diciendo que el hombre de la La Mulera “era problema para un semestre”.
Un siglo atrás, también una extraña alianza se había confabulado para acordar el Pacto de Coche, con lo cual se echaría por la borda todos los postulados del pensamiento de Ezequiel Zamora.
De lo ocurrido con el infame golpe contra el Gral. Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945, habría que decir que no fue propiamente el triunvirato de Tenientes-Coroneles, quienes concibieron el gobierno de facto que presidio Rómulo Betancourt. Por el contrario, el tiempo demostró que los militares involucrados, muy pronto reconocieron que habían cometido un graso error cuando mordieron por ingenuidad el anzuelo que les había lanzado el fundador de Acción Democrática, para el momento único partido que había logrado engañar a las multitudes con su demagógica oferta de Pan, Tierra y Trabajo. Tres años más tarde, los oficiales emendarían su equivocación, solo que esta vez hicieron que el Presidente Rómulo Gallegos pagara los platos que Betancourt había roto en su desastroso trienio. Y en cuando al Gral. Marcos Pérez Jiménez, ya habrá tiempo para hablar de ese espacio de la historia, aun no escrutado en su exacta dimensión.
De modo que no aconsejamos confiarse mucho en la lealtad de los encachuchados, porque impredecibles al fin, nunca sabremos qué día amaneceremos con el sable rosándonos el cuello.