De no continuar empeorando las cosas con esa crisis inducida, y el país resista a los terribles efectos de la guerra económica, se prevé que el próximo año los venezolanos puedan renovar el parlamento para un nuevo periodo que promete ser interesante. Esta vez, lamentablemente, por circunstancias un tanto enrarecidas por la recurrente violencia de algunos de sus actores, vamos a un proceso electoral que en razón de sus características se estima que será como un duelo mortal entre gobierno y oposición. De modo, que tal cual se vayan manifestando las preferencias de los electores, también iremos conociendo de antemano: a cuál de los contrincantes corresponderá cavar su tumba en el cementerio de la historia.
Aunque pareciera una Perogrullada, no está demás que insistamos en afirmar que el gobierno es el más interesado en obtener una mayoría en la Asamblea Nacional, porque en caso contrario se estaría exponiendo a la fatalidad del principio del fin, obstaculizándose así las mejores posibilidades para que la administración de Maduro llegue a feliz término. ¿Y conociendo antecedentes de estos amargados conspiradores, acaso dudamos que un escenario desfavorable al chavismo, la derecha perdiera el boche para recoger firmas y revocarle el mandato a gobernadores, alcaldes y, por último, ir por la cabeza del inquilino de Miraflores?
Pero como la desesperación ciega y además arrastra a la locura, ahora una facción de la ultraderecha trata de echarle más leña al fuego, para lo cual se ha propuesto desatar una campaña de pánico que impaciente a la ciudadanía. Piensan estos ultrosos que, esta vez, podrían sacarle partido al hecho de que republicanos obtuvieron mayoría en ambas cámaras del Congreso estadounidense, engrasándose así la política intervencionista de EEUU en nuestros asuntos internos. Incluso, como su desesperado anti-chavismo no conoce límites, ahora un grupito de 200 supuestas personalidades que se hacen pasar como vacas sagradas, tocan los extremos publicando un insolente documento para solicitarle la renuncia al mandatario nacional.
En su sarta de disparates, esgrimen el pueril argumento que raya en lo ridículo, según el cual el país está al borde de una explosión social, recomendando a su vez un gobierno de transición que permita blindar la paz nacional. ¿Y cómo creerle a estos impostores que se hacen pasar por salvadores de patria, si todos estuvieron involucrados en el golpe de Estado el 11 de abril del 2002, el paro petrolero y otras acciones anti-democrática que atenta contra la legitimidad del sistema político vigente? Sin embargo, a todas estas nos reconforta saber que la mentira tiene patas corta, y que siempre la verdad sale a relucir. O no es verdura el apio.
