Urgido por comprar una bomba de succión de agua en Maracaibo, donde a veces no sale ni una lágrima por el grifo, me encontré con tremenda discusión a la entrada de una ferretería del sector La Pomona, en la que se llegó a la terrible conclusión de alquilar viejitos o viejitas para que hagan las colas.
Tan temeraria decisión me revivió ese bichito del periodismo que creo todos los periodistas llevamos por dentro -y ahora no me cabe duda de que sólo muere cuando muere el periodista- y volví a mis andanzas de reportero en reposo como diría Gabriel García Márquez.
A las primeras averiguaciones, me entero que estaba en un local ferretero en ese momento visitado por la Sundde, y tal situación provocó que la gente se agolpara intempestivamente en la puerta del establecimiento para comprar a precios justos, pero cuando se organizaba comenzaron a llegar los maracuchos "vivos" o más bien estúpidos con pretensiones de colarse.
Entre ellos se presentó una ancianita que se sabía que estaba viva porque a la discusión movía los puntos negros de los ojos, como dos mosquitas queriendo infructuosamente volar con las patas atrapadas en aquella enredadera de arrugas.
Estaba estática, sin respiración –o quizás respiraba pero ya ni se le notaba- luchando con los parpados que al descuidarse se le venían abajo como un par de santamarías descoyuntadas.
"Es una viejita y en este proceso revolucionario tienen prioridad las personas de la tercera edad", pensé y continué indagando. Pues, bien, según los clientes, la señora descendió de una camioneta que la dejó y se marchó de inmediato. Y no sólo eso, la gente decía que la ancianita iba a comprar cinco galones de pintura; ella, por supuesto, negaba lo del vehículo y comenzó decir que solo adquiriría dos potes del producto que se llevaría en un carrito de la línea La Pomona.
De cualquier manera, considero que es inconcebible que una señora en esas condiciones suba a un auto por puesto, y mucho más si tiene que cargar peso. ¿Que tendrán esos hijos y esos nietos dentro del pecho? No sé, pero una persona de esa edad no se debe dejar sola y cuando más puede llevar encima la ropa y el cheque de su pensión de vejez que dignamente otorga la revolución.
No tuve así la menor duda de estar en presencia de esos hechos vergonzosos y bochornosos, los cuales abundan en familias donde manipulan a sus ancianitos para colocarlos de primero en las colas de las tiendas. Tanto es así que en Maracaibo, a veces, la fila de los viejitos es más larga en las puertas de los centros comerciales y los bancos que la de las personas jóvenes.
¡Falsa moral!, por un lado piden respeto y atención al Gobierno revolucionario para esas personas que lo han dado todo en la vida y, por otro, los utilizan con sensibilidad cruel, canallesca, inmoral, deplorable. Sin embargo, la solución no es alquilar viejitas o viejitos para que hagan las colas…aunque debo decir que esta descabellada decisión no fue más que una salida maracucha de los enardecidos contra los colados.
Pero en fin, durante la puja por los primeros lugares, se presentó la policía, se organizó la cola y entré con el grupo de clientes que me correspondía, sin embargo no llegué a tiempo para comprar unas de las seis bombas de agua que vendieron a 800 bolívares, muy por debajo de los 4000 mil que tenía la etiqueta de precio antes de la intervención de la Sundde.
Viendo mi compra frustrada, no me quedó más que retirarme, pero en la retirada vi que en el lote de compradores que me antecedía avanzaba lerda la viejita imperturbable hacia el interior de la ferretería como arrastrada por el viento, sonriendo y muy bien "coleada".