Las estupideces capitalistas

Indudablemente, la existencia es algo paradójica, la vida no es más que el camino que nos conduce hacia la muerte. Una verdadera tragedia, algo inexorable y que nadie podrá evitarla. Son muchas las situaciones contradictorias en las cuales los humanos nos vemos envueltos, algunas veces ineludibles y otras, provocadas por uno mismo. Traigo a mi memoria el cuento de la gallina de los huevos de oro, cuyo dueño la desnuca para encontrar dentro del ave la fuente de la riqueza. Algo paradójico, el ambicioso destruye el germen de su riqueza. El tacaño ignaro, en su afán de acumular más oro y sin más recurso que explotar quedó en la desconsolada penuria. También pareciera contradictorio, que la mayoría de los pobres viven en el sur del planeta donde abundan tierras fértiles, materia prima a granel, numerosas fuentes de energía, reservorios de metales y piedras preciosas y seres humanos dispuestos a trabajar. En cambio, en los países del norte, en los cuales están marchitas las fuertes de energéticas, donde las tierras fértiles están envenenadas por la contaminación de pesticidas, las aguas y el aire infectados y la población joven está decreciendo, es donde residen la mayoría de los ricos de la Tierra. En verdad, esto no es consecuencia de una paradoja natural, como es el caso de nuestra existencia, esto último es el resultado de un modelo capitalista depredador que está buscando en los países del sur del planeta el usufructo de los recursos para mantener o implantar el desafortunado y depredador modelo de desarrollo.

Cuando un turista suramericano realiza un paseo nocturno por New York, sobre todo en este período decembrino, permanece boquiabierto ante el despliegue de luces que adornan la ciudad compitiendo con las más fulgurantes estrellas del firmamento. El embobado nunca se detiene a pensar en el lugar de donde proviene la energía que permite tal luminosidad, tampoco se para a cavilar en el daño que dicho calentamiento, por irradiación, le produce al medio ambiente, tampoco reflexiona que las empresas que resplandecen en la megalópolis son las mismas que le están causando daño a millones de seres humanos como son la Coca-Cola; la Pepsi cola; las empresas financieras y bancarias; los emporios industriales de tecnología que producen cantidades de artilugios que exclusivamente sirven para esclavizar a las personas y generar basura infecta; compañías productoras de autos que contaminan el ambiente, entre tantas corporaciones cuyas maquilas explotan a miles de trabajadores, tan solo para que las luces publicitarias resplandezcan durante la temporada navideña. La magnificencia de la luminosidad pretende esconder la estupidez capitalista.

Me voy apoyar en el ejemplo de la gallina de los huevos de oro, en el cual se resalta la mezcla de conducta paradójica y la inconmensurable estupidez. Desde que apareció la revolución industrial el hombre en su afán de hacer riqueza comenzó a explotar todo aquello que le generaba beneficios y no cabía duda, tal fuente se encuentra en el interior y en el exterior del planeta, en la pacha mama (la gallina de los huevos de oro). Como el afán de caudales fue desmedida la explotación fue inmisericorde. Esto los obligó acabar con los yacimientos energéticos de sus países; envenenar las tierras fértiles en su codicia de masificar la producción agrícola y pecuaria; destruir bosques; envenenar sus ríos y lagos vertiendo en estos los residuos provenientes de sus industrias contaminantes; elevando hacia el firmamento el smog nauseabundo resultante de sus procesos perniciosos de fabricación de productos, algunos perjudiciales para la salud; arrasar con los metales y piedras preciosas y como corolario explotar sin ningún sonrojo y de manera vergonzosa a sus compatriotas. Una vez que usufructuaron a mansalva y agotaron sus filones esperan continuar el proceso depredador en el sur del planeta. Para eso se valen del respaldo de organismos internacionales (ONU, OTAN, BM, OMC…), de ejércitos mercenarios y mortales armamentos. No cabe duda, los ricos capitalistas están matando la gallina de los huevos de oro como si la Tierra fuera propiedad de los empresarios. A esta velocidad de rapiña no le dejarán a las generaciones futuras un planeta en donde vivir. Soberana estupidez.

Una vez que el hombre se liberó del dios castigador e inquisidor de la Edad Media, muchos humanos pensaban que el resto de lo les quedaba de su existencia los vivirían en libertad, muy lejos de la esclavitud a los que estaban acostumbrado con los frailes criminales. Lamentablemente no se percataron de la existencia de dos nocivas creaciones del hombre: el dinero y la máquina. El primero lo inventó el hombre para acumular riquezas tangibles para exhibir y negociar. La segunda, la máquina, la ideó el capitalista, no para mejorar la condición del trabajo del obrero, sino para producir más riqueza. Ahora estaban en poder de un artilugio que con menos mano de obra obtenían pusilánimes y enormes ganancias. Era la oportunidad de aprovecharse mucho más con lo que la naturaleza le entregaba. Los empresarios comenzaron a empaquetar y alimentos y embotellar bebidas, muchos de estos para perjuicio de la salud del millones de seres humanos. Lo que nunca entenderán los avaros empresarios, que, si bien las máquinas los hacen más ricos con estos artilugios nunca producirán un grano de maíz, una papa, una gota de petróleo, una vaca, una pepita de oro, un esplendente diamante, un rayo solar, una gota de lluvia, un manantial diáfano, entre tantas maravillas que nos entrega la naturaleza que ellos están aniquilando paulatinamente. Los humanos se convirtieron en esclavos del dinero y de la máquina; como se ve, la estupidez de los capitalistas arrecia.

El capitalista en su ambición de enriquecerse descuida su parte humana, la familia, los amigos, la patria y todo aquello que los hace miembro de una sociedad. ¿Para qué tanto dinero? Para disipar quinientos millones de dólares acumulados el capitalista debe derrochar casi siete mil dólares diarios durante veinte años. Y si lo gasta a esta velocidad tendrá que comprar objetos innecesarios, además, comer y beber más de lo permitido. Secuela de esto tendrá que afrontar los males derivados de tales abusos. Asimismo, deberá cuidarse de los enemigos a los que tuvo que trampear para atesorar tal capital. Imposible pensar que un ser humanos que acumule grandes patrimonios pecuniarios y que pueda dormir bien, sin estrés y sin todas aquellas situaciones que perturben la tranquilidad. Es una soberana estupidez acopiar una fortuna tan inmensa que durante toda su existencia nunca podrá gastar.

No solo debo destacar la estupidez de los capitalistas en su afán de destruir la gallina de los huevos de oro (el planeta), a la anterior debo agregar las sandeces cometidas por los imperios con el objetivo de apoderarse del mundo. Estas tropelías se conocen en los libros de historias: las invasiones de Persia, Roma, Mongolia, Japón, Turquía, Reino Unido, Francia, Alemania, España, Portugal, Bélgica, Holanda e Italia cuyos gobernantes en su papel de dioses pretendieron construir un mundo de vasallos que sirvieran a los intereses de los ricos de la época. Los presidentes de EEUU y sus aliados occidentales de la OTAN no aprendieron la lección. No recuerdan las revoluciones de los países americanos, asiáticos y africanos, cuyos habitantes vertieron su sangre, sudor y lágrimas en sus suelos oprimidos, logrando expulsar de sus países al arrogante conquistador capitalista y exterminar la hegemonía explotadora. EEUU parece no evocar sus errores en la Bahía de Cochinos cuando en la más insolente intervención intentó derrocar el gobierno de Fidel Castro. Estupideces antológicas de los imperios.

El premio Nobel de la paz, el señor Obama, la esperanza blanca de los arios, debe reflexionar y recordar que no estamos en la época de Jacobo Arbenz en Guatemala, ni tampoco en la era de Betancourt en Venezuela, de Paz Entesoro en Bolivia, ni de Haya de la Torre en Perú. El primero que fue vilmente derrocado por la acción directa del gobierno yanqui y los segundos, presidentes títeres que consintieron la aberrante "Alianza para el Progreso", para que los empresarios del norte exfoliaran las riquezas de esos países ante la mirada impasible de los congresistas y funcionarios locales. Hoy, el asunto es diferente, ahora estamos en la América del Sur donde surgieron nuevos liderazgos como los de Hugo Chávez, Néstor, Cristina, Correa, Evo, Daniel Ortega, Mujica, Tavaré, Lula y Dilma, hombres y mujeres que tienen una concepción de nuestramérica muy lejos a la de aquellas marionetas que entregaron parte de nuestros recursos renovables y no renovables. Tales ignominias quedaron rubricadas como venas abiertas en las hermosas montañas y en los fecundos campos centro y suramericano. Que los capitalistas sigan con sus estupideces mientras el socialismo avanzará a paso de vencedores. Para finalizar dejo una reflexión de José Martí.

"Los enemigos de la libertad de un pueblo no son tanto los extranjeros que lo oprimen, como la cobardía y vanidad de sus propios hijos".

Para conocer más de este escribidor atormentado visita notengodios.blogspot.es



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Enoc Sánchez


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