En estos tiempos de serias dificultades para la revolución no hay peor dislate político que la mudez y la sordera ante cosas que se ven de antiojito. Es verdad que hay una importante porción de responsabilidad entre la cúpula empresarial que pretende dar al traste con el impulso de la revolución, en la presencia de peligrosas acumulaciones humanas en los centros comerciales, abastos y bodegas de toda Venezuela, con la simple intención de adquirir lo básico para la subsistencia. Pero allí también la burocracia que timonea la revolución tiene una notable responsabilidad que a veces no quiere reconocer. Y como es de elemental consideración, si no se reconoce el error muy cerca estará rondado otro de mayores calamidades. Por eso Diosdado Cabello atraído por una también elemental manera de observación de los acontecimientos más sensibles que ocurren en el país por estos días, pudo reconocer con claridad la presencia de las múltiples colas y aglomeraciones de gentes en busca de los productos básicos para la vida. Y dice también el vicepresidente del PSUV, que están realizándose todas las pertinencias para erradicar tales situaciones. Pero la colas no desaparecerán si al menos no aparecen los productos tan reclamados por la gente. Y allí tiene el gobierno que buscar una concertación digna que induzca al trabajo productivo. Y si se quiere al socialismo productivo. Ya basta de la falacia de dejar mal al socialismo a través de sus malos expositores. El ministro Menéndez es un claro ejemplo de lo que es el peor resultado de la revolución en el tema de la Venezuela Productiva. No hay Venezolano que no critique aquel despliegue demagógico de carros para el venezolano pobre. Y después hasta lo ascendieron en cargos públicos. Esas posturas, la revolución debe execrarlas para su propio bien. Y así mil errores que no se han reconocido aún Por eso es buena la posición de Diosdado. Desconocer que existe una enorme responsabilidad de la revolución en la problemática de escasez de alimentos y productos de la vida común es, mal que nos pese, una ceguera porfiada que algunos hijos de la revolución podrían estar asumiendo sin ni siquiera darse cuenta que las garras enemigas avanzan gigantescas en busca de su cuello.
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