Quienes dicen rotundamente -y son casi todos los periodistas y políticos que frecuentan los mentideros- que en Venezuela no hay democracia, que es una dictadura, es posible que tengan razón; que tengan razón desde luego relativa si, en la comparación, están pensando en otros países de nuestra misma cuerda. Pero debieran ser menos rotundos y más cautos, pues España no es precisamente un dechado de virtudes y prácticas democráticas.
De momento no hay convincente separación de poderes. El judicial está secuestrado por el ejecutivo. Ya el modo de organizar a instituciones de aquel poder, como el Consejo del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, es bien sospechoso pues elegir a sus componentes entre políticos es un insulto a la independencia judicial y por lo tanto una vergüenza. Como lo sería asignar militantes de una ideología para la Conferencia Episcopal...
Si en Venezuela -dicen- el ejecutivo gobierna con mano de hierro, que un opositor político está en la cárcel, y que hay violencia. Primero habría que comprobar si no está en prisión no sólo por ser opositor sino por haber cometido un delito común. Y luego si la violencia no está provocada por los que como en España en el año 36 no se resignan a no gobernar todavía. Y luego, examinar si en España el ejecutivo no gobierna con menos mano de hierro gracias a su mayoría absoluta, si la encarcelación de ciudadanos y ciudadanos por sentencias básicamente fundadas en pruebas testimoniales que en Derecho son las más débiles por definición, no fuese una infamia democrática, y si, por manifestarse, por protestar o por dificultar el trámite de un desahucio bochornoso y para proteger los intereses de la banca o de fondos buitre, sindicalistas o ciudadanos comunes no han sido encarcelados por varios años. Y no hablemos de los numerosos privilegios que disfrutan innumerables personajes que presenta como bien lamentable el escaso carácter democrático del gobierno español. Otra prueba más de la deficiencia democrática es el nulo caso que el gobierno hace a las directivas del Consejo Europeo. Luego, ahí están los aforamientos, las enormes desigualdades sociales, el cruel modo de tratar los desahucios, los abusos flagrantes de la mayoría absoluta y la miserable manera de interpretar los miembros reales la institución monárquica como si continuase siendo de origen divino. Pero es que el práctico posicionamiento de los medios oficialistas a favor de los dos partidos principales, tampoco deja de ser una muestra del poco entrenamiento periodístico en materia de objetividad en este país. Eso lo constatan tanto algunos observadores internaciones, como también lo afirmamos quienes nos esforzamos por tomar distancia antropológica de nuestra observación de la realidad política y social.
No se trata, ahora y aquí, de defender al gobierno venezolano ni cuestionar la alta o baja calidad de la democracia venezolana, sino de centrar un poco más las cosas más allá del patrioterismo y del orgullo pueril siendo así que las cosas en España están muy graves para millones de personas. Se trata de poner en evidencia a los pregoneros de la dudosa excelencia de la democracia española, recortada como tantas otras cosas y, sobre todo, la escasa credibilidad discursiva de algunos omnipresentes periodistas por su exageración y su vergonzante tendenciosidad que se empeñan en imponer en España. Yo que alguno de esos energúmenos no sacaría tanto pecho, ni menos alardearía de democracia en un país donde varios factores recuerdan a una satrapía encubierta y donde esos energúmenos defienden a capa y espada la cultura judeocristiana pero para nada tienen en cuenta ese monumental pasaje evangélico que habla de la paja en el ojo ajeno y de la viga en el propio...