Aumentarla, en medio de la crisis, es una locura

Se volvieron locos y van aumentarla para echarle más leña al fuego. Es irracional querer corregir un precio desfasado sin tomar en cuenta el contexto de inflación, el acaparamiento, el contrabando, el golpe de estado en potencia, la corrupción y, por si fuera poco, las reservas de petróleo más grandes del mundo. Pero nada de eso importa en esta carrera loca por aumentarla después de una campaña publicitaria dirigida a supuestos analfabetas quienes ya no existen gracias a la acertada enseñanza aplicada por las misiones Robinson y Ribas.

Si fuera el caso, que no lo es, de poderse solucionar la crisis económica con un aumento lógico de la gasolina, entonces no habría nada que discutir, pero sabemos que por ahí no van los tiros. Hay otros intereses que mueven ese desenfreno por el aumento. Algo tiene que haber detrás del empeño por querer reducir el problema a la suma, resta, división y multiplicación restregadas en la cara de un pueblo tratado como imbécil e ignorante por la avalancha publicitaria que omite la esencia política de la situación planteada.

Todo conduce a mirar con desconfianza el aumento de la gasolina que es desestabilizador y estimulador de la riqueza mal habida atesorada en los ríos de billetes que ingresarán a las cuentas del gran capitán.

El cuento de que el aumento no va a impactar el costo social de la sobrevivencia es una novela más de los economistas del gobierno. Igualmente ocurre con la supuesta pulcritud de los bienes por administrar en ese renglón. Eso no se los cree nadie, porque la inflación galopante y la corrupción con los dólares asignados a la burguesía importadora siguen golpeando en la cara la ética de la sociedad progresista que reclama una economía socialista y transparencia administrativa. Resuelvan primero lo que tengan que resolver y dejen para después la osadía de estarse metiendo en camisa de once varas.

He escuchado con estupor a los defensores del aumento decir que sólo resultarán afectados los propietarios de vehículos que son una minoría como si la mayoría desposeída se movilizara en carretas jaladas por mulas. Cualquier disparate se inventa cuando la verdad es que nada se salvará de aumentar tantas veces o más de lo que aumente la gasolina.

Será que el afán de lucro, por el aumento de la gasolina, no les permite ver a los burócratas corruptos que este aumento de la gasolina puede ser la gota que colme el vaso de la desestabilización. No se dan cuenta que al caer Maduro están matando su gallina de los huevos de oro o es que creen inocentemente que el gobierno para la transición los va a preferir en vez de a sus legítimas aves de rapiña depredadoras de la riqueza nacional. Pues se van a quedar sin el chivo ni el mecate.

El precio simbólico que pagan los venezolanos por la gasolina tiene un valor inmenso, intangible, inmaterial y espiritual porque representa el legado del Comandante Chávez, su posible utopía, la chispa que encendió, el 27 de febrero, la revolución bolivariana. El regalo de la gasolina al pueblo venezolano lo pagaron los tres mil muertos del caracazo cuyo costo no tiene precio. Con el pragmatismo quieren matar el espíritu de Chávez.

¡NI GOLPE DE ESTADO IMPERIALISTA NI REFORMISMO: REVOLUCIÓN!
*Profesor de Filosofía jubilado de la UPEL


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Sergio Briceño García

Profesor Universitario de Filosofía de la Educación Jubilado de la UPEL. Autor del Poemario "Porque me da la gana" y de la obra educativa "Utopía Pedagógica del Tercer Milenio". Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.

 sergiobricenog@yahoo.com

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