Decir que en Venezuela hay confrontación entre los dueños de los medios de comunicación y el Gobierno, es una verdad que ruborizaría a Perogrullo. Basta oír al Presidente Chávez hablar de RCTV o a Marcel Granier hablar del Gobierno de Chávez. La evidencia fue pública y notoria aquellos días de abril de 2002, cuando pocos intentaron hacer bien su trabajo. Desde esos días el periodismo venezolano no es el mismo. La credibilidad, se cayó cual Viaducto 1, con aviso y sin tropiezo. La frontera entre información y opinión, está, ha estado desde entonces, en plena zona de reclamación.
Pero hay formas de aprender a “leer” a los medios de comunicación. En el siglo XVIII se empezaron a trazar las fronteras para separar la opinión de lo propiamente informativo. Y en el siglo XIX “con el advenimiento de la llamada doctrina de la objetividad, ambas dimensiones del periódico (información y opinión) se harán más excluyentes entre sí (...) la sacralización de los hechos, a la luz de los postulados objetivistas exigía e imponía que los mismos debían presentarse en estado puro, libres de todo juicio o comentario. “Los hechos son sagrados la opinión es libre”, la célebre frase de C.P. Scott tenía una connotación casi de mandamiento”. (1)
Los periódicos han perfeccionado gráficamente los espacios dedicados a la opinión y a la información. Cuando usted lee la página A4 del diario El Nacional, sabe perfectamente que está leyendo artículos de opinión. Cuando usted está leyendo este artículo no le debe quedar la menor duda de que lo aquí escribo, es producto de un revoltillo de factores donde entra mi bagaje profesional, personal e ideológico. No es mi intención informarlo de nada, como no sea de lo que yo pienso.
Vuelvo sobre esta “teoría” no por capricho. El revuelo que ha provocado la detención de dos periodistas en menos de 15 días, me ha demostrado que entre otras cosas, que a muchos nos hace falta volver a las aulas. Sigamos.
La columna de opinión “es un género a través del cual se dan conocer puntos de vista y valoración personal sobre distintos problemas, cumpliendo para lograr su propósito comunicativo las exigencias comunes a los géneros periodísticos de opinión”. (2)
Y es que el periodismo en Venezuela en los últimos años se ha “mezclado” peligrosamente. Es común ver a periodistas convertidos en actores políticos, “opinando” donde deben informar e “informando” donde deben opinar. He tenido la mala suerte de presenciar como se hacen esas “columnas de opinión”, que han devenido en vergonzosos espacios reñidos con la ética periodística. Los “datos” con frecuencia se dictan o se obtienen por teléfono y el periodista casi nunca se ocupa de verificar si lo que tiene la osadía de escribir tiene alguna veracidad.
¿Que si estoy de acuerdo con la detención de Ibeyise? Pues no. Pero creo que no estuvo presa por un delito de opinión. Creo que estuvo presa porque un ciudadano la demandó, por sentirse agraviado y difamado. Ese no es un delito de opinión. Ella no “opinó” sobre las calificaciones del Coronel Angel Bellorín. Ella publicó una información falsa. Ahora bien, cuesta entender que a alguien lo pongan preso por esa causa. Las estrellas de Hollywood cada ratico demandan a medios y periodistas por hechos menos letales que mentir sobre las calificaciones de un militar. Son demandados por asegurar que alguna luminaria usó o no silicón para agrandar sus tetas. A los agraviados les pagan millones de los verdes. Estoy segura de que si nuestra legislación no contemplara cárcel para los difamadores, calumniadores o afines, si no unos cuantos millones por cada letra no veraz, los juicios contra Ibeyise no serían 14. La Asamblea Nacional tiene la palabra.
(1) (2)Herrera Earle, Periodismo de Opinión, 1997, Editores Litter
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