El mundo de los malos

Nunca entenderé la razón de la presencia de tanta maldad en el planeta, a pesar de que en casi todas las religiones se conocen numerosos profetas y ungidos, quienes vinieron al mundo terrenal a redimir a los pecadores. Parece que la labor de Zoroastro, Moisés, Cristo, Buda, Krisna, Brahman, Mahoma…no dio el fruto esperado. Todos estos iluminados pregonaron el amor entre los seres humanos como una forma de vida o bien, algunos buscaron que sus seguidores alcanzaran la emancipación definitiva y el reposo absoluto o bien, liberarlos de la existencia fenoménica a la que le es propia el sufrimiento. En general todas las religiones coinciden en la búsqueda de la paz que conducirá al feligrés a la vida eterna en el Paraíso o en el Nirvana. Amén.

Si se hace un registro histórico nos daremos cuenta que el sacrificio de tales divinidades absolutas no valió la pena. Al igual que antes y como siempre, los humanos siguieron pecando, continuaron haciendo maldades y atentando contra su prójimo. No me cabe duda, el mundo lo construyeron los malos y el mal lo hicieron bien. La historia tiene pocos archivos en el cual lo buenos hicieran el bien de manera acertada y cuando esto ocurría los malos mandaron a destruirlo y exterminar sus líderes.

Lamentablemente los gobiernos del mundo, al comienzo, se edificaron sobre la base de los dictados imperiales y esos emperadores, acompañados de aristócratas, apoyados por huestes militares y la clase sacerdotal, se encargaron de robar territorios, esclavizar, cobrar impuestos a los súbditos, invadir territorios ajenos, adueñarse de las riquezas de los pueblos dominados, gobernar sobre la base del medio, obligar a los pueblos oprimidos a consumir los bienes producidos en la nación imperial, crear monopolios, entre tantas de las ignominias propias de los estados autoritarios y despóticos. Estas formas de gobiernos abusivos han permanecido por más de dos mil años.

Quienes han leído algo de historia reconocerán que durante los reinos antiguos no existían problemas doctrinarios, el único interés que movía a sus majestades era el dinero, el poder, el robo de las tierras y usurpar riquezas ajenas. Los reyes de los países vecinos dirimían sus dificultades llevando a los pueblos a cruentas guerras donde se mataban entre sí miles de jóvenes para que la nobleza triunfante gozara del usufructo de lo que quedaba de estas lúgubres carnicerías. De esta forma se construyó Europa, muchos reinos asiáticos y africanos, sin dejar de lado algunos imperios americanos, como el de los incas y el los aztecas. Estos absolutismos no dudaban en avasallar a los pueblos vecinos, esclavizando, después del triunfo, a las poblaciones que les costó dominar. No hay imperio bueno, ninguna nación crece de una forma desmedida sin apoderarse, a la fuerza, de tierras y bienes ajenos. Así los hicieron los persas, los mongoles, los romanos, los ingleses, los españoles, los incas, los aztecas, los portugueses, los belgas y el más reciente, EEUU. El reino del mal ha imperado en el mundo durante miles de años, a pesar de que todos los emperadores se veían acompañado de alguna autoridad eclesiástica, cuyo objetivo debía ser la de propiciar la paz entre los seres humanos.

Una vez que aparece la revolución industrial, ya para esa época se sabía que la esclavitud no era rentable para las oligarquías, se cohesionan varios grupos en una nueva clase, los capitalistas, con la finalidad de apoderarse de las tierras y las riquezas del globo terráqueo. Se organizaron los ricos, blancos y cristianos, quienes antiguamente se ocuparon de la trata de esclavos, basado en el poder del arma imperial. A partir de ese período se dedicaron a invadir a África, Asia, América y Australia, apoderándose, por la vía de la colonización, de una cuarta parte del planeta. Fue de esta manera como los ricos, blancos y cristianos hicieron bien su maldad llevando la ignominia colonial como una forma de vasallaje.

Fue así como los cultos ricos, cristianos (católicos y evangélicos) y de piel alabastrina impusieron en el mundo la monarquía como una forma de gobierno planetario (una primera globalización), llevando a tierras de ultramar los viejos vicios europeos como el monopolio, la esclavitud, la exclusión, la guerra, las enfermedades, más de cien millones de muertos, el racismo, culturas aniquiladas, entre tantas vilezas implantadas con la biblia, la cruz y el arcabuz. Era el ejercicio del mal en su mejor esplendor.

Ciertamente, la dinámica social intenta buscar una salida para que los pueblos no permanezcan oprimidos toda la vida y germinan hombres como Bolívar, Sucre, Urdaneta, Artigas, San Martín, Nariño, Montilla, O´Leary y otros (as) cuyo fin fue liberar a América del oprobioso imperio español; eran los buenos de la época. Pero cuando surgen los buenos los malos no se hacen esperar, entre ellos Santander, Páez, Carujo, Mariño, Obando, Azuero, Peña… traidores, quienes supieron hacer bien el mal destruyendo el sueño de Simón. Este mal perduró hasta la llegada de mi comandante Chávez y debo agregar, un grupo de revolucionarios y gobernantes progresistas de centro y Suramérica, empeñados en hacer el bien.

Pero el mal no se detiene y no para de atacar y, como una bestia feroz, embiste contra el bien sin importar los males que pueda causar. Aparecen seres como los Bush (padre e hijo) para llevar guerras inmisericordes contra los países árabes que, al igual que en los tiempos antiguos, pretenden apoderarse de las riquezas ajenas, ahora representada por pozos petroleros. A los encarnados del mal (padre e hijo) lo acompañaron el gobierno francés, el español y el inglés. Era la lucha del bien contra el mal, el derecho de los pueblos de administrar sus recursos contra la autoridad que impone algunos para apoderarse de lo ajeno.

Lamentablemente, en la actualidad, los malos no están restringidos a los ricos, blancos y cristianos, a esta fecha un hombre de color, un moreno con alma de banquero, Mr. Obama, se incorporó a los malos, con la imperiosa necesidad de torcerle el brazo a quienes disientan de la manera de pensar de los capitalistas. Como siempre, el imperio del mal se impone en el intento de acabar con los buenos surgidos en Suramérica, empeñados en defender lo que les pertenece.

El imperio del mal tiene muchos agentes, uno de los más "ínclitos" es Mariano Rajoy, presidente del gobierno español quien, al igual que en la era de los Borbones de Fernando VII, se inmiscuye en lo que no le incumbe, es decir, es un entrépito, un entremetido, como diría mi abuela Leonarda. El "majo" procura dictar leyes extraterritoriales, al igual que Mr. Obama la esperanza blanca, para obligar al gobierno bolivariano de Venezuela a excarcelar a un terrorista y a un conspirador. Ambos pertenecientes a la misma pandilla internacional que propaga el mal (el neoliberalismo) a lo largo de todo el planeta. Según "su excelencia" Rajoy, Antonio no puede estar detenido por ser un burgomaestre de la oposición. Entonces "honorable" Mariano, usted debe absolver a Juan Muñoz, exalcalde de Marbella, enjuiciado por corrupción. Yo por mi parte le pido el perdón para el amante de la cupletista, porque la tonadillera Isabel Pantoja, actualmente detenida por complicidad con el funcionario corrupto, no podrá solazarnos con sus sugestivas canciones.

El mal gobierna una buena parte del mundo y la maldad está personificada por la OTAN, el FMI, la ONU, la OEA, la OMC, las ONG, la UE, la CIA, la DEA, el BM, el Mossad, Hollywood, la mass media, las redes sociales, la troika, entre tantos organismos creados por imperio para torcerle el brazo a los más débiles, tal como lo hacía en la antigüedad, con la mera finalidad de robarse materia prima ajena.

La oposición venezolana, de cerebro biodegradable, perteneciente a la sociedad de políticos malos y de malos políticos, necesita para su subsistencia del auxilio de protervos políticos del ámbito internacional. Es por esto que buscan el socorro de Mr. Obama, de "su excelencia" Mariano Rajoy y una cáfila de cadáveres insepultos como Álvaro Uribe, Sebastián Piñera, Felipe González, José María Aznar y Andrés Pastrana quienes como estantiguas deambulan por el mundo abogando por los derechos humanos de Toño y de Leo. Estos bribones, aparte de pertenecer al club de los políticos arropados por el mal, son unos sinvergüenzas desmemoriados, olvidaron los casos de violación de derechos humanos de los cuales fueron responsables cuando gobernaban sus países.

Por fortuna en la reunión de presidentes en Panamá vimos que si es posible torcerle el brazo al mal, así mismo, se puso en evidencia que el gobierno de EEUU es una amenaza inusual y extraordinaria para todas las naciones del planeta. Ya no son tiempos de Bolívar cuando afirmó: "siempre los tiranos se han unido y los sometidos, jamás, ¡maldita condición la nuestra!". La única manera de enfrentar al monstruo del mal y a sus aliados es, tal como lo concibieron Simón y Chávez, abrigando todos los países de centro y de Suramérica bajo la toga de la unión.



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Enoc Sánchez


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