Cada día me intereso más por la concepción holística del saber. Me he dado cuenta, por la lectura y la discusión en grupo, de la fragmentación de la realidad a que hemos sido sometidos desde La Ilustración. Se han exagerado los aspectos exteriores, "objetivos", de la "realidad", pasando a segundo plano los elementos interiores, subjetivos.
Me asombra el paralelismo que existe entre el desarrollo de un ser vivo, desde su gestación, y la evolución de la vida, lo que en una época se expresó, con exageración, afirmando que "la ontogenia reproduce el desarrollo de la filogenia". Igualmente, me emociona la similitud entre el desarrollo de la personalidad de un niño y la historia humana, hasta el punto que provoca decir también que el desarrollo psicogenético recuerda a la evolución sociohistórica.
La civilización humana ha pasado, a lo Piaget, por las mismas etapas de desarrollo que un infante, y estaría ahora recién entrando en la fase racional, con rezagos, por supuesto, de visiones de mundo mágico y mítico.
Toda la evolución del Universo parece seguir un movimiento ascendente, espiral, de cada vez más amplitud y altura, como si fuese guiado por un Atractor sublime. Evoluciona en consciencia. Esa sería la conclusión de la ciencia y la filosofía. Ambos senderos comienzan a encontrarse.
Cada fase superior trasciende pero incluye a la anterior. La trasciende en un salto cuántico cualitativo, que la hace significativamente diferente, jerárquicamente superior, a las anteriores, pero sin arrasar a tabla rasa, sino incluyendo lo no contradictorio de la fase superada. Los elementos superados continúan existiendo y operando en iteraciones globales, pero como parte de un todo superior que las trasciende, en un nuevo contexto integrador. Sólo aquellas partes que niegan la trascendencia son barridas o transformadas, siendo sustituidas por nuevos elementos de orden cualitativamente superior.
Todo esto lo digo porque la revolución, como proceso histórico, no puede ser la excepción. La historia se desarrolla también en forma de espiral creciente, cada civilización, formación social, sistema biopsicosocial, o como lo llamemos según el contexto que consideremos, es superada tras varias generaciones, por una fase superior que la trasciende, sin destruir las estructuras no contradictorias de la sociedad anterior, sino dándoles un carácter diferente, radicalmente diferente. No es un péndulo, como a veces nos dicen, es una espiral creciente. No se repite, sino que se asciende sucesivamente, pasando nuevamente por contextos similares pero a una "altura" mayor, de más consciencia.
La revolución que pretendemos denominar Socialismo en el Siglo XXI es, para mí, uno de esos saltos cuánticos, para los que ha llegado el momento en la historia de la humanidad, como dijo Víctor Hugo ("No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo"), pero que muchos no logran entender, incluso bastantes de sus propulsores, quienes pretenden construir una nueva sociedad utilizando las estructuras de la sociedad de La Ilustración: fragmentadora, racionalista, antropocéntrica, materialista, mecanicista, machista. Consideran que basta con apropiarse de las viejas estructuras sin considerar las relaciones entre ellas, ese nuevo todo integrador.
Entonces, los venezolanos solemos caer en dos errores extremos: por una parte, no trascendemos, sino que "copiamos y calcamos" los esquemas del muriente capitalismo ilustracionista, rentista en nuestro caso. No inventamos. Por otra parte, el otro error: tomamos eso de "no incluir" al pie de la letra, y pretendemos destruir todo lo anterior.
Así, respecto a nuestro primer error, lo que debería ser trascender, lo entendimos al revés:
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Nacionalizamos una empresa capitalista, sustituimos al gerente por un excelente cuadro con las mejores intenciones, y luego nos asombramos cuando la gestión no solo se mantiene, sino que empeora, pues no hemos cambiado nada en el proceso y la estructura. El nuevo gerente termina personificando el papel que el metabolismo social le ha asignado en el sistema capitalista.
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Creamos una empresa social, concebida bajo un trabajo horizontal, solidario, con sentido comunitario, y la insertamos en el mercado capitalista: una Empresa de Propiedad Social de puertas y ventanas, por ejemplo, que fabrica esos elementos a buen precio y buena calidad, y los vende en el mercado, para terminar alimentando al sistema capitalista, el cual incorporará esas puertas y ventanas (o bloques, o rejas, o lo que sea) en sus productos y servicios, a bajo costo, aumentando su margen de ganancia.
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Hacemos un inmenso esfuerzo por crear un sistema de distribución de alimentos a precios populares, regulados, compitiendo con empresas capitalistas, en su terreno (el mercado) que siguen reproduciendo el mal hábito de alimentación del pueblo: harinas, aceites, azúcar refinada, enlatados.
Creo que para trascender al capitalismo no debemos "utilizar las armas melladas del capitalismo", para ponerlo en palabras del Che. Pero lo que normalmente hacemos es expropiar al capitalismo algunos de sus recursos, tratando de socializarlos en forma aislada, dejándolos en el mismo contexto en el que se desempañaba, siendo reabsorbido inmediatamente por el metabolismo del sistema.
Si nacionalizamos una empresa capitalista, podríamos reestructurarla completamente, horizontalizando la gerencia, introduciendo elementos de gestión socialista, control obrero y popular, involucrando a la comunidad, al consumidor. Pero deberíamos, considero, analizar el entorno completo, la provisión de insumos, la comercialización, las comunidades vecinas, etc.
Si creamos una Empresa de Propiedad Social, podríamos estar seguros desde el comienzo de haber hecho un diseño integral, incluyendo las corrientes hacia abajo y hacia arriba en un sistema de intercambio socialista, paralelo al mercado. El mercado es una de esas estructuras que no debe ser incluida sino sustituida, progresivamente, por otra acorde al socialismo. Tal vez deba coexistir, durante mucho tiempo, pero creo que la clave es establecer unos nichos socialistas de intercambio, fuera del mercado (está de más añadir capitalista).
Si creamos Mercal y Pdval, asegurémonos de hacerlo con alimentos sanos, de la mano con el productor agrario y el consumidor, y acompañados de una masiva y osada misión para enseñarnos a alimentarnos sanamente. En cada ciudad establecer acuerdos estratégicos con las zonas agrarias aledañas, y la Misión Alimentación orientándonos sobre el modo sano de comer.
Y, por otra parte, el otro grave error que solemos cometer: lo que deberíamos incluir, lo llevamos al extremo, nos hacemos reduccionistas:
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Consideramos contrarrevolucionario todo lo pasado. Así, lo que hacemos no puede ser agradable, eficiente, sustentable, ordenado. Para ser popular debe ser feo, deficiente, improductivo, desordenado. Al poco tiempo decae. No incluimos los elementos positivos de la sociedad decadente: la tecnología, las finanzas, la sana competencia / emulación), el mantenimiento, la buena gerencia, etc.
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Incluso sustituimos todo lo anterior. Cuando llegamos a un cargo, hacemos caída y mesa limpia, destituimos a todo el mundo, no importa si son de nuestra ideología o contraria, si es en la administración pública o empresa privada. Desconfiamos de las instituciones, nos coleamos antes de que otro más "vivo" se nos colee. Despotricamos de la corrupción, somos fuertes críticos, implacables, pero no desperdiciamos la menor oportunidad para aprovechar un "pequeño" desliz.
En fin, tendemos a copiar y calcar lo que tal vez no debiéramos (el cascarón, lo externo), y a excluir todo lo anterior, lo bueno y lo malo, pero la sabia naturaleza no enseña que la evolución es un proceso dinámico, inteligente, en espiral ascendente, que trasciende lo anterior pero incluyéndolo. Cuando negamos esto, ella de alguna manera nos lo recuerda e introduce por alguna rendija, su impulso ascendente. Actuar en contra de ese espíritu es apuntar al fracaso.
En el respeto a esas leyes del universo es donde creo que se encuentra la esencia de lo que intuitivamente llamamos la "espiritualidad" necesaria para la sustentabilidad de la revolución. Una aproximación holista, global, integradora, biocentrista, racionalista / intuitiva, material / espiritual.