La lealtad, el castigo, la ilusión y la responsabilidad han sido los cuatro mecanismos que en la historia han determinado el comportamiento electoral de los venezolanos. A veces funcionan combinados o alguno domina a los demás. Son los motivos o los razonamientos básicos que activan a la gente a votar de una u otra manera.
Empecemos por la responsabilidad. Ha habido elecciones en nuestra historia en que el pueblo elector la ha asumido para impulsar una gran transformación política. Digamos que se ha hecho cargo de ese cambio corriendo con los riesgos, con valor y determinación. Así se observó en 1946, la primera elección universal y directa de nuestra historia contemporánea. También en 1952, cuando Pérez Jiménez, ante el voto responsable, tuvo que cometer el fraude para impedir la victoria de Jóvito Villalba y, mediante un nuevo golpe, asegurar su poder personal dictatorial. Lo mismo en 1998, cuando ganó Chávez, y en 1999, cuando decidió la Constituyente.
En cuanto a las lealtades, a partir de 1958 se configuraron y estabilizaron en áreas geográficas y poblaciones determinadas. Así, en los estados llaneros y orientales se consolidaron lealtades adecas, mientras que en el Zulia, Falcón y algunos estados andinos se solidificó Copei. Caracas siempre fue muy voluble.
Pero el voto fundado en "lealtades", muchas veces con base en la familia, fue desplazado por el "voto castigo", que se inició en Caracas, en 1968, con el voto perezjimenista, y aumentó en las elecciones sucesivas, provocando lo que se conoció como la polarización entre Ad y Copei. Los votantes castigaron sucesivamente a Caldera (1973), al primer Cap (1978), luego a Luís Herrera y Copei (1983).
Ahora bien, la victoria de CAP en 1993, fue producto de la ilusión del regreso de los petrodolares de la "Gran Venezuela". De modo, que las ilusiones que el líder puede despertar en las masas, se convierte en un fuerte mecanismo.
El voto de 1998, el que le dio la victoria a Chávez, fue en gran parte de castigo, a AD y Copei; pero fue, sobre todo, resultado del renacer de las esperanzas, un voto ilusionado: la de un cambio profundo, que en gran parte cumplió Chávez. Si lo miramos de más cerca, el voto chavista ha mostrado ser sobre todo un voto responsable, militante, proactivo de los cambios políticos que se realizan. La votación dura y mayoritaria que ostentó Chávez en todos los procesos electorales de su vida, fue un voto leal, pero también responsable, en el sentido en que los fueron los del 46 y 52: los votantes querían impulsar decididamente los cambios, hacerse cargo de ellos. Claro que hubo ilusiones, pero sobre todo conciencia y responsabilidad ante los dilemas de las coyunturas.
El voto por Maduro en 2012 y por el PSUV en las municipales de 2013, por supuesto que fue un voto leal, realzado por los gestos del Dakazo; pero igualmente, hubo la responsabilidad y el compromiso con el proceso ante la amenaza de una victoria de la oposición.
En vistas de las parlamentarias de este año, el voto castigo por la situación económica: inflación, inseguridad y desabastecimiento, es la gran esperanza de la oposición. Para ello, dispone como única oferta coherente acabar con la hegemonía chavista en tanto "culpable" de la situación. No puede hacerse cargo de nada más. Le es difícil convocar un voto "responsable".
Los dirigentes de la oposición no se caracterizan por la responsabilidad. No la asumieron por el golpe de abril de 2002, por el sabotaje petrolero, por las guarimbas, por la abstención electoral de 2005, mucho menos por su programa, que en boca de Capriles Radonsky mantenía las misiones, y en el "Acuerdo de transición" se reduce a entregar la economía del país al FMI y al BM y acabar con los chavistas más destacados. Tampoco pueden asumir claramente su simpatía por la injerencia norteamericana, aunque es evidente que su corazoncito está con Obama.
Por supuesto que habrá castigo en las próximas elecciones. Es mucho el malestar por la inflación, el desabastecimiento y la inseguridad. Pero también habrá responsabilidad y lealtad. Que se entiendan y asuman las consecuencias de uno u otro voto: de un lado, apoyar la intervención norteamericana, entregar el país al FMI y BM junto a la persecución de lo que ha sido el chavismo; por el otro, respaldar el proceso bolivariano, el movimiento popular que ha ido más lejos en nuestra historia.