Aunque sea un pionero más del chavismo que anda pasando aceite parejo, sin embargo, como aficionado a la historiografía no dejo de reconocer que Nicolás Maduro sea uno de los mandatarios más vilipendiado y agredido por criticones de oficio que suelen intervenir en el debate político contemporáneo. Es por ello que cuando examinamos desapasionadamente nuestra concreción republicana, nos es fácil deducir que a Chávez y Maduro la miseria humana les negó hasta esa llamada "luna de miel", que era como una tregua concedida a los gobernantes durante el primer año de su gestión. Igualmente, decimos que son incontables los groseros epítetos que utilizan los adversarios con la intención de descalificar a quienes nos han conducido desde 1998. Y conste que no es primera vez que mal entretenidos se han emperrados en ridiculizar a sus gobernantes con toda clase de injurias y apodos de mal gusto. Por ejemplo, a Ignacio Andrade y a CAP le discutieron la nacionalidad acusándolos de "Cucuteños"; a Cipriano Castro, el Cabito; a Juan Vicente Gómez, el Brujo de La Mulera, El Bagre, o General Petróleo; a López Contreras, el Ronquito; a Jaime Lusinchi, el borracho y para de contar calificativos que a veces resultaron válidos.
Como Presidente interino, y ahora electo por el voto soberano del pueblo, dificultamos que haya habido otro mandatario a quien con ataques desproporcionados le hayan querido ver el hueso. Pero no todo es color de rosa ni lo que brilla es oro. De modo que así como rechazamos los injustos calificativos, también se debe aceptar que algunos de los errores del chavismo son producto de la improvisación de sesudos asesores que saben tanto que saben a miasma. Por culpa de esos sabihondos más metidos que pantaletas de huequito, a Nicolás Maduro le ha tocado pagar los platos rotos que son el desastre de quienes hicieron fiestas con el erario público durante la pasada IV república, y que ahora de manera habilidosa se mantienen enquistado en la administración revolucionaria. A estos extraños especímenes que acostumbran comerle el rancho a todos los gobierno, Pedro María Morante fue quien mejor los describió en uno de sus celebérrimos panfletos que título: "Los Fe licitadores".
Quizás se diga que descubrimos el agua tibia cuando afirmamos que en política no hay cosecha buena cuando se actúa de espalda a la realidad concreta. Por ello decimos que pecaron de atorados aquellos que creyeron comérsela toda recomendando que Maduro viajara al Vaticano, sin antes percatarse que el Obispo de Coro, Roberto Luckert ya con antelación había desfasado con intrigas nuestra realidad en materia de derechos humanos. ¿Acaso no fue imprudencia de estos "consejero", no advertir sobre los riesgos, en virtud de la desinformación del Papa Pancho, y que probablemente lo expondría a solicitar que echaran a la calle a delincuentes de la peor calaña como Ledesma y Leopoldo López? Que a los Hermanos Castro les funciono la mediación del Vaticano para negociar que EEUU levante el bloqueo a Cuba, eso es harina de otro costal. Tampoco resulta aconsejable manejar la política del micrófono con el delicado tema del conflicto limítrofe, provocación esta que desempolvo el nuevo gobierno de Guayana en complicidad con Washington para tratar de pescar en rio revuelto.
Palabras más, palabras menos, en verdad que no es nada fácil estar en los zapatos de Nicolás Maduro, porque no deja de tener altísima peligrosidad cuando toca caminar sobre el filo de la navaja sin contar con la compañía de una buena estrella. Por lo pronto, habrá que esperar quien le pone el cascabel al gato, pues sería graso error cruzarse de brazo viendo como el barco zozobra con el golpe a cuenta gota que adelanta la rabiosa oposición fascista.