Si decimos que todo el que a hierro mata no puede esperar morir a sombrerazo, entonces ¿por qué la oposición fascista después de golpear una mejilla, ahora pretenda que le sirvan en bandeja de plata la otra mejilla? Y como bueno es cilantro pero no tanto, llego la hora en que el pueblo organizado en revolución deberá poner en su justo lugar a quienes se emperran en sepultar nuestras conquistas históricas. Por algo en las puertas del cielo siempre se han formado unos berrinches de espanto y brinco. ¿O no?
A propósito de ese intempestivo e insolente comunicado de la Republica Cooperativa de Guayana, declarando ilegal nuestra reclamación sobre un área de 160.000 kilómetros cuadrados, hoy se platea en el escenario una delicada situación que amenaza con desencadenar un conflicto bélico que para nada favorecería a ambos Estados, y que seguro estamos solo beneficiaría a la compañía norteamericana Exxon Móvil en su imprudente incursión en territorio en reclamación. Por cierto, como no hay tema en donde la MUD no meta su grosera cuchara, advertimos que en ningún caso ellos saldría gananciosa, pues un conflicto armado imposibilitaría las elecciones que el CNE programo a más tardar para comienzos de diciembre.
A simple vista se ve que esa oposición está condenada a ser cada vez más torpe y pavosa, y por ello que esta predestinada por la fatalidad, del mismo modo que a su turno lo estuvieron el legendario Román Delgado y su hijo Carlos Delgado Chalbaud, ambos víctimas de las intrigas y las desmedidas ambiciones políticas de su época. Además, como creerle a esos lacayos del imperialismo que se disfrazan de patriotas cuando ven elecciones en puertas, cuando nunca en el pasado se opusieron al leonino Laudo Arbitral de 1899, ni tampoco al Acuerdo de Ginebra que en 1966 coloco en el frise nuestra vieja y justa aspiración de recuperar el territorio que nos fue despojado con la complicidad de potencias extranjeras.
En cuando a ese absurdo rumor que supuestamente circula a nivel internacional, según el cual Nicolás Maduro este acariciando la idea de invadir militarmente el Esequibo, recordamos que el nuevo inquilino de Misia Jacinta no es tan tarugo como el General Videla, quien en un acto de desesperación al verse de capa caídas, entonces tuvo la infeliz quijotada de recuperar Las Malvinas, sin constar ni siquiera con el apoyo de su casa.
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