Pendejos de la Patria uníos

En todas partes, en cada rincón estamos los pendejos; siempre afrontando con estoicismo la carga o descarga de la artillería de los rufianes, de los trepadores, de los que todo se lo saben, de los vivos.

Somos los que respetuosamente hacemos colas porque nuestras convicciones morales de pendejos no nos permite valernos del amigo que trabaja en el supermercado para que nos pase por la puerta trasera; ni hablar con un primo militar para desplazar a otros que llegaron primero; ni nos enfrentamos a los bachaqueros profesionales que reservan el puesto a una caterva de socios en el negocio de moda, porque nos hiere estar como hienas ( con el perdón de las hienas) repartiéndonos a empujones un bocado de comida; ni pagamos sobreprecio al 1000% por un paquete de detergente porque lo creemos una contribución al robo.

Somos los que nos anotamos hace dos años en una lista por un carrito subsidiado por el Estado, llevados por la necesidad real y no la necesidad del lujo ni la pantallearía y si algo malo hay en nuestra intención es la de imaginarnos pasar al frente del vecino opositor con un carro nuevo y una calcomanía en el vidrio trasero que diga echo en socialismo, pero son solo sueños de pendejos porque el vecino no esperó tanto y pasó primero en el carrito del gobierno con un graffiti que decía SOS Venezuela.

Somos los pendejos los que en las empresas privadas donde trabajamos somos puntuales, responsables y socialmente invisibles para resistir con nobleza y no perder el empleo, pero en las empresas del estado somos la periferia los que aun siendo responsables, puntuales y eficientes no alcanzamos los puntos, el nivel, la estatura para los cargos supervisorios y en definitiva es porque esa bendita cualidad de pendejo que nunca la colocamos en nuestra ficha técnica aparece siempre como una marca indeleble que nos condena a trabajar en los departamentos de cosas sin importancia.

Nuestra condición de pendejos siempre nos lleva a pensar primero de buena fe, por lo tanto no tenemos que dudar de algún compañero o compañera al cual nos solicitan el apoyo para algún cargo de elección popular y no solo lo apoyamos sino que le buscamos votos, empeñamos nuestra reputación de pendejo, defendiendo la reputación del compañero y compañera candidata y todo con la humilde esperanza que cuando alcance el objetivo electoral se comporte también como un digno pendejo. Sin embargo, la ilusión muere pronto y el otrora candidata o candidato resulta ser un tronco e’ vivo.

Algunas veces defraudados por esos vivos que consecutivamente nos utilizan en campañas electorales, los pendejos hemos intentado tener presencia en algunos de esos espacios de elección popular, en ese preciso momento cambia la percepción de la viva dirigencia; ya no somos elogiados como disciplinados y activos militantes por el contrario se nos condenara a priori de ser causantes de que el enemigo nos gane y a pesar de que luchamos con toda la fuerza, la mística y la vocación de pendejo que nos caracteriza, al final quedamos con el mismo sabor amargo, condenados como traidores, divididos y atomizados.

Pero como el pendejo no puede desprenderse de su cualidad de pendejo porque es su palabra la que está en juego y nosotros vivimos de nuestra palabra, estamos matrimoniados con nuestra palabra, practicamos la palabra, si dejamos de hacer lo que decimos, perdemos nuestra condición de pendejos; es por eso que no nos queda sino resistir, como dice una vieja canción

Resistiré Erguido frente a todo

Me envolveré en hierro para endurecer la piel

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte

Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie

Resistiré

Para seguir viviendo

Soportaré los golpes y jamás me rendiré

Y aunque los sueños se me rompan en pedazos

Resistiré

Pero si esa resistencia, esa inquebrantable voluntad de pendejo la hacemos conciencia organizada, aquí los pendejos podemos echar una vaina, podemos adecentar las cosas, podemos sacar a los coleados, a los truhanes, advenedizos y saltimbanquis de la política. Recordemos que los pendejos somos mayoría y somos las y los trabajadores.

Contaba Facundo Cabral:

Mi abuelo el coronel era un hombre valiente, solo le tenia miedo a los pendejos. Un día le pregunte ¿Por qué? Y me respondió… Porque son muchos y no hay forma de cubrir semejante frente"

Abrebrecha y después hablamos...
 



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José Ovalles


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