Las Juanas que no conocemos

Es imprescindible ofrecer una explicación al margen sobre ciertos aspectos y circunstancias que rodean a nuestra invalorable heroína, que hoy ocupa nuestro jubiloso interés. Juana Ramírez, La Avanzadora.

El año de 1813 quedó arropado por la gesta de Bolívar que comenzó en Barranca, desembocadura del Magdalena, y vino a culminar en Caracas con magníficos triunfos, que en su conjunto enaltecemos como Campaña Admirable, criticada después por el mismo lugarteniente del Libertador, Rafael Urdaneta, porque fue tan veloz, que admitió haber conquistado territorios, pero no a los pueblos; el brillo de la campaña fue sólo militar. Y añadiría yo, la decisión de reponer en los cargos públicos de las provincias liberadas, a los mismos gobernantes de la Primera República, un error garrafal.

Ese mismo año 13, el 13 de enero, con cinco mosquetes, 46 soñadores republicanos al mando de Santiago Mariño, invadieron al puerto de Güiria, provenientes de Trinidad, vía isla Chacachacare. Partían de cero, a distinción de la invasión de Bolívar. El estratega margariteño continuamente hacía llamados a los pueblos anglo y franco parlantes caribeños para unirse a su causa, bajo promesa de tierras y libertad; tenía facultad para garantizar su palabra: entre sus seguidores tenía oficiales de ascendiente africano, Manuel Carlos Piar, Jean Baptiste Bideau, así como pescadores afrotrinitarios. El detallito fue tan convincente, que el pueblo “invadido” abrazó sin temores la nueva causa, su causa, o por lo menos para el oriente. El llamado tuvo impacto hasta en las más remotas haciendas, de donde las mismas mujeres escapaban para asimilarse a ese objetivo, eran tomados en cuenta, al punto que cuando el ejército republicano oriental se presentaba a las puertas de los pueblos sometidos, ya estaban “invadidos” por dentro por los criados afectos a la nueva causa.

Este es el caldo de cultivo donde hace actuación nuestra heroína. Oriunda de Chaguaramal de Monagas (12 de enero de 1790), proveniente de sangre esclava, criada por una mantuana, Teresa Ramírez de Balderrama quien la protegió. Fue una de las que acudió al llamado de los libertadores de oriente; se sumó al mismo ejército sea en la logística, sea aprendiendo el manejo de la artillería de la que se hizo muy diestra al punto de dirigir su propia unidad (Batería de Mujeres). Adquirió renombre en la batalla del Alto de Los Godos, evitando la caída de Maturín (25, mayo, 1813), bajo las órdenes de Bermúdez. Su arrojo le mereció el triunfo y en adelante el epíteto de La Avanzadora entre sus compañeros. En 1814, estuvo en el último reducto importante de los patriotas, Maturín, siendo testigo de una de las peores masacres realizadas por los realistas, del que escapó milagrosamente. Por un tiempo se mantuvo en guerrilla, hasta decidir el abandono de la lucha, quizá por la anarquía que entonces gobernaba entre los republicanos. Se sabe que tuvo cinco hijas y murió en Guacharacas, hoy San Vicente (estado Monagas) en 1856, a la edad de 67 años.

Lo que no se ha contado de nuestra artillera es lo siguiente: el renombre que adquirió fue tal, que en los ejércitos de entonces, sobre todo los expedicionarios, que iban acompañados de mujeres, novias, hermanas, esposas, los republicanos las enaltecían bajo el mote de “juanitas”, entre las cuales, muchas tuvieron gran renombre, aunque no nos hayan llegado sus nombres. O’Leary nos cuenta de una de ellas, del batallón expedicionario Rifles, en pleno ascenso de Los Andes, en 1819, dio a luz, y que fue protegido su alumbramiento por sus propios compañeros de arma, que en cierto modo, no estaban mejor que ella. Al día siguiente iba campante con su retoño bajo su chal y su fusil terciado. De ese mismo batallón se cuenta que Bolívar, para hacer algo de “turismo militar” en la provincia de Maracaibo, ordenó al Rifles tomar a la capital del lago, que venía por la Guajira, una vez iniciada la campaña de Venezuela (Carabobo), en 1821. La razón, el Rifles donde llegaba mostraba la cohesión que había entre sus integrantes, gustaban de hacer bailes de fandango (precursor del joropo), y era notorio ver a todo un ejército conformado de ingleses, venezolanos, e indios sobretodo, riendo y bromeando. El atractivo fue tal, que Urdaneta, ya en Maracaibo, creó el batallón homónimo, que llegará a Ayacucho bajo el nombre de Zulia, hermanado con el batallón guayanés.

Se dice que en Carabobo cayeron dos juanitas. En lo personal no sé de qué batallón en específico, supongo que del Tiradores, o del Bravo de Apure, pero existe el dato, que también exalto. Tampoco sé si el mismo nombre de la harina precocida (Juana) tiene que ver con nuestra Ramírez, como me lo hizo saber un venerable historiador de Barcelona. Lo que sí creo conveniente establecer aquí un dato al margen, el pañuelo: a los afro-descendientes no se les estaba permitido mostrar su cabellera, bajo cualquier régimen colonial o republicano. Una mancha que prosiguió hasta muy dentro del siglo XX, por eso no vemos a José Leonardo, Negro Primero, Matea, Hipólita… Juana Ramírez mostrando su cabeza con libertad.

Bien vale un Panteón por nuestra valiente, la del grito: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! Hoy es todo un mundo sometido que enarbola su bandera, su dignidad, y porqué no, su artillería presta a la defensa.


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Arnulfo Poyer Márquez


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