“Unidad, unidad, y más unidad”
H. Chávez Frías
Una vez que he podido expresar mi opinión respecto a esa situación reciente y novicia del Chavismo, gran confluencia emergente que podemos entender como la comunión de distintos caudales y que comparten en común los sueños de cambio e independencia cultural y económica. Donde las arterias que alimentaron el nacimiento del Chavismo como a un gran río, imparable, y lo alimentan hoy día, están formadas por tantas otras pequeñas afluentes colectivas e individuales que hasta entonces se derramaban en quién sabe qué envase para ser vendidas como productos embotellados (cultural y económicamente) a otras naciones, como a su vez es un río alimentado por otros tantos cuyos caudales han perseverado y resistido a los intentos de ser comercializados o drenados y que hace 16 años, por fin, lograron verterse, por un líder, sobre un mismo camino en uno de los dos, y sobre todo el más importante, “únicos proyectos” mencionados por el comandante en el plan de la patria.
Una vez he expresado esto, puedo continuar mostrando mi perspectiva (la asumo “mía” por no querer mostrarla una reflexión definitiva, estoy convencido de que en mayor o menor grado no tiene nada de innovadora), más no por eso despreocupada, pues las amenazas están patentes y actuando, sobre todo, en contra de la desmoralización del proceso, pues es allí donde reside la mayor fuerza del Chavismo, en su esperanza por la verdadera transformación, y así los buitres se aprovechan de la actual situación aparentemente “caótica” del Chavismo, a lo que, sin querer, contribuyen justamente las frases condenadoras o pesimistas de muchos de nuestros respetables articulistas. Mi intención es defender el respeto que cualquier actitud respecto al voto se merece –aunque probablemente no necesite esa defensa–, dado que independientemente de cuál sea, el hecho es que nuestro proceso de aprendizaje como colectivo está en proceso y todos tenemos el compromiso de sumarnos a contribuir en su desarrollo.
Por supuesto, no con esto celebro todas las posturas dentro del Chavismo, de hecho, justamente hay una postura la cual delata su adherencia por intereses egoístas y su falsa vocación revolucionaria. Los hay, los conozco, y no son exactamente los sectarios izquierdistas, pues estos, a diferencia de los sectarios de derecha, dentro del Chavismo sí tienen su razón de ser, aunque constituyan un eslabón débil para el proyecto socialista, pues son los más vulnerables a ser manipulados o a insistir neciamente en mantener lo que debe ser transformado. De este modo el sectario Chavista también merece consideración y respeto en su decisión de votar, pues la comprensión de una situación psíquica marginada que sólo hasta ahora es reivindicada se puede comparar con la de aquella persona que es novicia en las relaciones de pareja –y por tanto en el mismo amor-, y resiste maltratos o humillaciones, porque nunca antes había tenido la oportunidad de ser valorada y desconoce otra forma de trato (sobre esta metáfora hay matices importantes: la pareja que teme no volver a encontrar a nadie, la que obedece sumisa y feliz, la que inconscientemente apenas encuentre una nueva oportunidad no tendrá escrúpulo en abandonar. Todas ellas existentes). A la postura del principio, a mi parecer la única realmente reprochable, simplemente resuelvo en llamarla no-Chavista, por lo que no incurro en el pecado de la categorización en tipologías Chavista. Este tipo de actitud simplemente no comparte la genética Chavista, simplemente no fue chavista, y fue un sujeto cuya participación fue “adherida”.
Esta actitud nociva para el Chavismo se manifiesta hoy en los “Sumitos”, aquellos que votarán a la MUD, una vez que dijeron ser Chavistas, o revolucionarios, y votaron por Chávez y que confiando en el comandante le dieron la oportunidad a Maduro. Un Chavista real, a mi parecer, nunca, bajo ningún concepto, apostará a la regresión, eso sería incurrir en el pesimismo y en el conformismo que caracteriza, como explique anteriormente, al pensamiento de derecha. Eso también delata su adherencia al proceso no por el despertar de una vocación ontológica, donde se incluye su deseo histórico de justicia, de igualdad y progreso, sino que delata su adherencia al proceso viendo la oportunidad de tener beneficios que pudieran darle una mayor suma de confort a él o a sus círculos cercanos. Este es el impulso propio de las democracias neoliberales, que siempre hará saltar a sus electores de uno a otro con una expectativa ilusa de “conseguir algo mejor al presente”, siempre al presente, y no una fuerza que se funda en una esperanza seria de transformación y reivindicación de la misma historia, de consciencia del pasado (memoria-historia), de trabajo en el presente (reflexión, crítica y acción: praxis) y de esperanza por el futuro (un proyecto de nación, de mundo, de humanidad). Delata incomprensión justamente de los dos únicos proyectos, incluso intuitivamente (porque no niego que hay una parte del Chavismo que sin tenerlo claro de manera racional, su sabia intuición y espíritu revolucionario, despierto, VIVO, les hará saber que para ellos, que sí son Chavistas, votar a la MUD sería traición y por tanto optan incluso por la abstinencia. Traición que sería no al comandante, no a Maduro, sino a ellos mismos y a los suyos, al conjunto que en definitiva constituyen la unidad que Chávez encarnó.)
Luego que con esto me atreviera a definir ayer a los dos tipos de Venezolanos; pendejos, y no pendejos, en los nuestros serían justamente los que no saben siquiera que al votar por la MUD apuestan a la regresión anti-humanista, pendejos por eso, por nunca enterarse; en los suyos, aquellos justamente a los que les brillan los ojos y aclaman, devotamente, a los líderes como mesiánicos salvadores inmaculados e impolutos, que se salen del común resentimiento opositor que los une y les llevaría a decir “son la misma mierda” (en ésta actitud, en cambio de devoción ciega, hay pesimismo, conformismo, apatía por la lucha profunda, deseo de tranquilidad en la indiferencia. Aclaro, apatía que buscan restaurar incluso con violencia) para llevar ese resentimiento a un grado superior, a odio puro sin posibilidades de diálogo.
El sectarismo es un mal parcial y circunstancial si se atiende a tiempo, y nuestro comandante estaba claro en ello; lo vemos, en nuestro lado, cuando nos invitaba a leer, a hacer autocrítica (a nivel colectivo e individual), cuando invita a hacer la revolución política y espiritual –golpe de timón y plan de la patria-, y en el caso de los opositores, sobre cuales nuestro triunfo depende indudablemente en acatar la instrucción del comandante a que nos capacitemos, en cuanto a ellos resulta que necesitan ser convencidos. Debemos “convencer”. En esta instrucción del comandante también muestra la consciencia de la necesidad de sumar y no de mantener la división o excluir, y esto abarca tanto a los propios como a los contrarios.
Esto es importante una vez tengo la impresión de que nos hemos dedicado a resistir los embates de la derecha, cuyo apoyo reside en la fuerza pesimista del opositor no pendejo y el completamente enajenado, y no nos hemos dedicado a debilitar las promesas de mediocre bienestar que le hacen sus líderes para mantenerlos ilusionados. Tenemos que hacerlo de la única manera posible, convenciendo y sumándolos a un proyecto trascendental, y tratando de despertar en ellos la esperanza y al espíritu joven –cuestionador y crítico-, siempre revolucionario. Permítaseme citar nuevamente a nuestro comandante, esta vez en en el golpe de timón:
«Por eso el socialismo en el siglo XXI que aquí RESURGIÓ COMO DE ENTRE LOS MUERTOS es algo novedoso; tiene que ser VERDADERAMENTE NUEVO, y una de las cosas ESENCIALMENTE NUEVAS en nuestro modelo es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a nosotros no A IMPONER, sino a CONVENCER, y de allí lo que estábamos hablando, el tema mediático, el tema comunicacional, el tema de los ARGUMENTOS, el tema de que estas cosas sean, lo que estamos presentando hoy, por ejemplo, que lo perciba el PAÍS TODO; cómo lograrlo, cómo hacerlo.
El cambio CULTURAL. Todo esto tiene que ir impactando en ese nivel cultural que es vital para el proceso revolucionario, para la construcción de la democracia socialista del siglo XXI en Venezuela.»
[Las mayúsculas son mías y tienen como intención resaltar ciertas palabras o matices que tienen que ver no sólo con este artículo sino con el anterior a este]
Si queremos que el Socialismo Cristiano Bolivariano triunfe no debemos esperar a que las fuerzas internas, inducidas, de la deshumanización ya cuajadas en el espíritu opositor se esfumen de manera espontánea, sobre todo porque esas fuerzas de dominación siguen actuando todavía sobre ellos. De ahí que debemos darle forma a esa intuición e impulso humanista que da origen al Chavismo, darle una forma articulada, forma verbal, ideológica, política, crítica y consciente. Debemos presentar ante los argumentos siempre superficiales e inmediatos que esgrimen los opositores y exponen como “evidentes”, las causas más profundas, las causas históricas y subyacentes, tanto económicas y políticas, como éticas y culturales (no se trata de dictar cátedras, sino en la conversación siempre presente de política que surge con el vecino, el amigo, el familiar y otros cercanos opositores. Manejar el discurso humilde, que no por eso debe esconder nuestra firmeza, ánimo vivo y soñador, al contrario, sino que sea un discurso que no se imponga. Ese discurso siempre es la mejor alternativa para el diálogo y por tanto para la invitación o el convencimiento). Tenemos que presentarles, en esas conversaciones que siempre son fraternas por ser personas cercanas, la consciencia de nuestros fallos, para que no se nos tenga por ingenuos engañados, sino por firmes de carácter y convencidos, por tanto perseverantes, en alcanzar un proyecto de metas trascendentales.
Ese convencimiento que debemos lograr en ellos, tiene que aplicar primeramente para nosotros, en nuestro trato entre revolucionarios, y sobre todo, como práctica misma del liderazgo revolucionario. Así, para éstos, aplica también la no imposición. Freire (perdonen que cite mucho a Freire, ya escribiré sobre el por qué lo uso tanto de referencia, en otra ocasión.) lo pone en manifiesto al referirse al carácter dialógico de la revolución (y de la educación no bancaria) a lo largo de su pensamiento, justamente para que sean, tanto la educación como la revolución, verdaderas. Esto implica que simplemente no existen, es absurdo, hablar de diálogos en condiciones unilaterales, condiciones homogéneas y lapidarias, pues en este caso estaríamos en presencia de lo que Freire llamaría “dirigismo”; práctica contra-revolucionaria y propia de la tradición política opresora (Fuimos testigos de lo importante que es la “antidialogicidad” para la hegemonía global cuando la OTAN reclamó a Tsipras su consulta con todo tipo de descalificativos: “irresponsable”, “carente de liderazgo”, etc. Consulta que se justifica en una decisión difícil una vez se enfrentaba a las políticas de la Troika. Los descalificativos hacia él tenían una intención específica, y es que dicha consulta no se convirtiera en una actitud ejemplar que pudiera ser exigida luego por los pueblos a sus líderes. Esto es, que el pueblo exigiera mayor diálogo).
Es así por lo que muchos de nosotros, a los que de nada sirve que nos nieguen la condición de Chavistas porque no decidimos ir a votar por los candidatos de la patria, sino que en cambio optamos por alternativas que nos parecieron más convincentes, o los que prefirieron abstenerse, sabemos que no traicionamos al comandante justamente porque él mismo señala el carácter democrático de nuestra revolución, y en ella, la necesidad de convencer, de que, como leí en otro artículo de aporrea, nos enamoren, y no esperar de nosotros la devoción ciega al liderazgo (pues esta se funda en la imposición y en la aceptación subordinada. Una actitud antidialógica). Por otro lado, cuando se esgrime la necesidad de la unidad como fortaleza para que la revolución continúe, puedo apelar al artículo anterior donde hablé, desde mi postura, sobre cuál considero es la verdadera unidad que debemos reforzar y mantener, una que va más allá del personalismo en los cargos de poder, y que se ciñe más a la unidad pluralista propia de la libertad dialógica en un verdadero proceso revolucionario, unidad por un impulso humano y un proyecto humanista común, y en cambio cito nuevamente a Freire:
«(…) Con esta afirmación [la afirmación referida trata al “proceso de liberación”, donde no se habla de actores en general, sino de actores en intersubjetividad e intercomunicación, refiriéndose al pueblo oprimido y al liderazgo que en conjunto tienen como proyecto dicho proceso] lo que aparentemente podría significar división, dicotomía, fracción en las fuerzas revolucionarias, significa precisamente lo contrario. Es AL MARGEN DE ESTA COMUNIÓN que las fuerzas se dicotomizan. Liderazgo por un lado, masas populares por el otro, LO QUE EQUIVALE A REPETIR EL ESQUEMA DE LA RELACIÓN OPRESORA y su teoría de la acción. Es por eso por lo que en esta última no puede existir, de modo alguno, la intercomunicación.
Negarla [la intercomunicación] en el proceso revolucionario, evitando con ello el diálogo con el pueblo EN NOMBRE DE LA NECESIDAD DE “ORGANIZARLO”, DE FORTALECER EL PODER REVOLUCIONARIO, DE ASEGURAR UN FRENTE COHESIONADO es, en el fondo, TEMER A LA LIBERTAD. SIGNIFICA TEMER AL PROPIO PUEBLO O NO CONFIAR EN ÉL. Al desconfiar del pueblo, al temerlo, ya no existe razón alguna para desarrollar una acción liberadora. (…)»
(Paulo Freire; pedagogía del oprimido)
Resalto que en la misma obra de Freire se pueden encontrar muchas de las señas que permiten comprender, incluso, las propias causas u orígenes de la corrupción, la burocratización y el posible dirigismo que pudiera aparecérsenos a algunos en las actitudes de una fracción de los líderes del Chavismo y, justamente, con Freire me he convencido, todo estos problemas se pueden concebir como consecuencias de una misma causa: la debilidad cultural en el carácter pedagógico que debe tener la revolución –que no tiene que ver con formación erudita– y que se refleja en el hecho de que aún, ni nuestros líderes, hayan podido superar la “dualidad” del oprimido (resumiéndola, consiste en que todo oprimido aloja en sí al opresor) y que sólo puede superarse a través de desarrollo de la consciencia crítica (que a su vez trata de la concientización de sí mismos y de la realidad como un conjunto en interrelación).
Por otro lado, no estoy del todo cómodo cuando un liderazgo revolucionario muestra fuertes indicios de una tradición política opresora, cuando para el apoyo y ese convencimiento usa la propaganda, la apropiación icónica –casi capitalización- de un nombre de gran relevancia dentro del Chavismo, y el asistencialismo (clientelismo), pues no está apelando a la fuerza motriz del Chavismo, a ese espíritu cristiano bolivariano, sino que como señala Toby Valderrama, promueve otro tipo de valores que no son convenientes para la verdadera unidad Chavista, y son prácticas que en cambio de no ser atendidas a tiempo probablemente constituyan una regresión para un sector del Chavismo que aún no ha aclarado la meta histórica del proceso, el segundo gran objetivo: El socialismo. Sin embargo guardo la esperanza en lo que veo, en aquello de lo que soy testigo, pero que por el momento es harina de otro costal.
Por último, no puedo estar cómodo con todas las tretas que han usado contra los movimientos emergentes bajo esa excusa poco pertinente de mantener un bloque cohesionado, pues si no has logrado convencer a muchos ¿por qué se les impide a estos organizarse entonces? ¿Por qué, cuando se esfuerzan por constituirse como alternativa, se les busca sabotear lo poco que hayan logrado hacer? El “somos nosotros o ninguno” no me parece muy revolucionario, y será el causante de la gran abstinencia. Abstinencia que aunque respeto, y conozco varios que son de los Chavistas que acompañaron al proceso desde sus comienzos, y se abstendrán igual para el 6-D, muestran una obstinación rebelde que como protesta prefiere que se hunda el barco antes de que se siga encaminando por un rumbo con el que no están para nada de acuerdo. El Psuv ha perdido credibilidad –la cual no se mide por los votos; los argumentos cuantitativos son otro indicio de politiquería tradicional-, así que, si la meta es la revolución ¿qué importaba la existencia de nuevas alternativas si lo que importaba era tener una AN Chavista?
Sin embargo todos sabemos el destino de los grandes ríos. Como el Nilo, el Ganges y el Orinoco, sus sedimentos, todas esas impurezas que arrastra, dan la impresión de que lo han vencido justo cuando se acercan a su destino y lo parten en un montón de ramas. Pero el suelo estéril es el que ha sido derrotado, la tierra de los deltas es fértil como el vientre, y en el caso de los grandes ríos, sabemos que inevitablemente una vez Dios los encauza llegarán siempre a su destino. Todos sabemos dónde desembocan.
Por eso no claudiquemos ante este aparente caos, tampoco frente a las pretensiones internas y externas que buscan que el Chavismo pierda su sentido (razón de ser y orientación), e independientemente de lo que pase en estos días, la unidad Chavista debe mantenerse, y si el resultado real, no el de las banderas, sino el de la transmutación del poder por sus intereses, comienza a mostrarse contraproducente, ya saben dónde están las primeras trincheras a las que debemos acudir: a los libros, a la memoria, a la historia, a la reflexión, al diálogo y a las palabras del comandante.
Todavía me queda pendiente lo del silencio, lo que me resulta un verdadero guiño criollo para la esperanza. Será en una próxima ocasión.
richard.ninob@gmail.com