Por mi madre que nunca he celebrado el día de la madre (y debo advertir que la mía es una santa); pero no me interesa por fatuo, por mecánico, por falso, incluso, me parece más bien horroroso que uno se mueva a celebrar ese amor casi por una orden mimética impulsada por el vil comercio. Ya las tarjetas, los mensajes por paquete en Internet están hechos y ni siquiera se leen, se envían simplemente, y allá la madre que haga con ellos lo que debe hacer: enternecerse auténticamente. Lo que importa es “la intención”. Esa intención prefigurada, organizada, planificada por las grandes transnacionales (del aburrimiento) para vender, para negociar “amor”. Son las que decoran los instantes cuando el ser humano todavía no conoce sus sentimientos (o cuando carece totalmente de ellos).
Los bancos y los centros comerciales estuvieron el viernes abarrotados de “buenos hijos”, comprando cualquier bagatela cara o barata que serán llevadas con besos y mimos a la señora madre, el domingo. Y ese domingo colapsarán las líneas telefónicas, Movistar y Movilnet aumentarán sus fantásticas entradas: ¡Viva la madre, única y eterna! El aburrimiento consumista será de delirio. Por allí hay ya lágrimas redondas y negras que se provocan con finos colirios, y los cementerios también se abarrotarán en algunos casos de flores, de ráfagas de dolor pasajero. Las reservaciones en los restaurantes se encuentran copadas. En muchos casos el sucedáneo de un amor impuesto por el mercantilismo. Al igual que lo del Día de Niño, un invento de MacDonald. El que no celebra el día del niño en MacDonald, es poca cosa, está ! jodido. A mí me carga el Día del padre, aunque respeto lo que mis hijos tratan de hacer ese día por darme algún obsequio, aunque en verdad disto mucho de ser un buen padre. Cuando recibo ese día algo, contesto: “por lo que me dan ahora trataré de ser mejor”.
Y pensar que toda mujer es una madre desde que nace. Pero bueno, por cuántas otras cosas venimos a este mundo a bailae al son que se nos toca…