Fue maravilloso asistir por la televisión a la presentación del mensaje presidencial anual ante la Asamblea Nacional, donde se cumplió nuestro pronóstico: a medida que pase el tiempo las pasiones del cambio irán dando lugar a la inteligencia política, porque son indispensables altas cuotas de tolerancia para hacer posible la convivencia que marca nuestra sagrada Constitución.
De tal forma que lo que presagiaban los agoreros de oficio no ocurrió y todo transcurrió en un marco normal. Cada parte puso lo suyo. Estaba claro que si esa sesión fracasaba por inmadurez de los protagonistas el pueblo iba a perder confianza en un escenario tenso e improductivo.
Nos quedó la sensación de una república ganada para el diálogo constructivo y una alta responsabilidad social para superar la crisis que nos afecta.
El Presidente hablaba de opciones ganar-ganar. Bien nítidamente ganó Venezuela porque se transmitió una sensación de lucidez institucional que trajo calma y optimismo a todos.
De a poco los discursos altisonantes irán siendo reemplazados por piezas oratorias bien fundamentadas, sin insultos, sin ofensas innecesarias que solo agrietan en vez de soldar.
En buena hora que se haya coincidido en priorizar la cuestión económica, centrada en la producción. Aviso que eso lleva tiempo. Que no se deben esperar ni alentar soluciones mágicas de hoy para mañana. No. Eso es mucho trabajo e inversión, básicamente es confianza construida sobre reglas de juego (formales, tributarias, bancarias, aduaneras, fiscalizadoras, burocráticas en general) claras y permanentes. Sin un conjunto de medidas racional e integral que incorpore estas normas de una sola vez, la tarea será muy lenta y las soluciones estarán lejanas.
Es saludable este nuevo llamado al diálogo. Pero esta vez tiene que ser bien planificado, democrático en las participaciones y en donde todos estén dispuestos a escuchar al otro. Todos tenemos ganas de que Venezuela mejore. Que el desabastecimiento y las consecuentes colas desaparezcan para siempre, que la moneda tenga un valor sólido y que la alternancia en el poder no sea traumática sino natural y constitucional.
¿Si todos queremos lo mismo por qué no trabajamos para lograrlo? ¡Pongamos manos a la obra y sentiremos que somos patriotas de verdad!