El método más cruento de algunos fascinerosos era o es cobrar las deudas con sangre, quizás por esos atavismos históricos de aquellos siniestros que utilizaban la hemoglobina para solventar algunos asuntos. La historia nos entrega muchos ejemplos.
Una de las maneras de calmar la ira de los dioses era sacrificar a jóvenes doncellas o niños o esclavos ante el ara o altar de la deidad. En algunos casos el sacerdote le arrancaba el corazón al mártir y para darle más solemnidad al acto sagrado bebía algo de la sangre del inmolado. Pasado el tiempo, para darle a la divina jornada cierto viso compasivo, se cambió al ser humano por una animal, como por ejemplo el carnero. Con el sacrificio del inocente rumiante se buscaba calmar la deidad para que esta no volcara su cólera sobre el pueblo que lo veneraba. Sangre por el sosiego de dios.
En las religiones modernas quedan algunos rezagos de aquellos eventos antropófagos y sagrados, como es el caso de la transustanciación durante la liturgia de la misa católica. En esta ceremonia solemne el sacerdote, mediante unos movimientos sacrosantos de sus manos logra transformar el pan en el cuerpo de cristo y el vino, en la sangre del crucificado. De seguida, una vez consagrados tales sustancias el oficiante de la misa bebe la sangre de Cristo y engulle su cuerpo además, un trozo de la hostia santificada (el cuerpo de Cristo) se les suministra a los feligreses para que ingieran la carne de Jesucristo. Mediante esta santificada ceremonia el penitente logra el perdón de los pecados y así alcanzará la salvación eterna. Una beatífica antropofagia de merecer la indulgencia para continuar pecando. Sangre por el perdón.
La sangre ha sido de mucha provecho en diversas civilizaciones, como por ejemplo en los masais. Estos esbeltos africanos, habitantes del Gran Valle del Rift entre Kenia y Tanzania, son sobrevivientes de épocas remotas. Los pobladores obtienen las proteínas necesarias para sus cuerpos a través de la sangre que extraen de la yugular del ganado. No lo sacrifican, dado que las riquezas de estos guerreros dependen de la cantidad de vacunos que poseen. Una vez vaciada una parte de la sangre del animal, este se recuperará de la sustracción del líquido purpúreo. Sangre por proteína.
El caso anterior es algo más humano, por así decirlo, dado que no se sacrifica el animal, solamente se toma una porción de sus hemoglobina para que los pobladores subsistan. Evidentemente hay una relación positiva entre los pobladores y el ganado. Lamentablemente no siempre es así.
Mucha sangre ha sido derramada en los suelos de América, Asia, África, Europa y Oceanía para liberar los pueblos de sus opresores. La historia nos revela las cruentas luchas suscitadas en diversas zonas del planeta para que los hombres, mujeres y niños vivan con dignidad. Este trueque de sangre por tierra ha sido, es y será el factor fundamental para evitar que los opresores se apoderen de lo que no les corresponde. Millones de suramericanos pagaron con el líquido purpurado su independencia, para esto derramaron miles toneladas de litros de sangre sobre las sábanas que valió la desaparición de civilizaciones enteras, en el empeño de los ricos, blancos y cristianos europeos de apoderarse del Nuevo Mundo. Lo mismo sucedió con los indios norteamericanos los cuales perdieron su nación en manos de los emigrantes protestantes europeos (pioneros) que los despojaron de sus tierras. Esto se repitió en la India, en Australia, en la China naciones donde se vertió muchos litros de sangre para desalojar a los invasores amantes de tierra ajena. Sangre por tierra.
El líquido purpurado también sirve como negocio. Como se sabe, de la sangre se obtiene glóbulos rojos, plasma y plaquetas que tienen demanda y un valor en el mercado. A tal efecto existen empresas en diversas partes del mundo que les compran sangre a los donantes, que por lo general provienen de las zonas más paupérrimas del planeta. En EEUU se paga por un litro de sangre 30 dólares estadunidenses y de seguro que a los pobres de África, India, centro y sur América reciben una miseria por vender parte de su vida. Sangre por dólares.
No me canso de regar que los malos construyeron el mundo para darse la gran vida. Para ellos vivir mejor les importa un bledo llevarse por los cachos a quien sea. Es el caso de la guerra de los diamantes en África. Estamos en presencia otro cruel trueque: la vida de millones a cambio de que una noble señora o un elegante caballero exhiba una lustrosa y costosa joya en una recepción de gala. Los grades consorcios mineros de Bélgica y Canadá se encargaron de incitar la guerra entre los pobladores de ciertas regiones como Sierra Leona, Ruanda… provocando matanzas de más de un millón de africanos, violaciones masivas y trabajo infantil. Esto ocurre en las explotaciones mineras africanas donde laboran en condiciones infrahumanas más de cien mil mineros. Todo por el brillo de una alhaja. Sangre por diamantes.
Los ríos de sangre no paran, lo peor que le puede pasar a un pueblo es descubrir dentro de sus entrañas vetas de un metal precioso, una fuente de energía, tierras cultivables, agua, madera…de seguido, las cicateras transaccionales trazarán sus propios planes para robarse lo que no es de ellos. Por eso el petróleo se convirtió en el excremento del diablo. El país que lo resguarda dentro de su subsuelo recibirá la visita de las avaras y pérfidas trasnacionales de la energía. Es decir conocerán los embates y la crueldad de los dueños del dinero. Esto no es retórica.
La guerra de Irak costó más de un millón de muertos; la de Afganistán unos cuatro millones; más de doscientos mil exterminados en Libia; Siria, hasta los momentos en cinco años ha arrojado más de un cuarto de millón de asesinados; el más reciente de los conflictos es el de Yemen, hasta ahora se pueden contar más de cinco mil víctimas. Todos estos países tiene algo en común: en sus entrañas hay petróleo o gas o también, que por sus tierras se pueda construir un oleoducto que traslade el crudo desde los centros de producción o refinación hacia algún puerto. Es verdaderamente vergonzoso lo gastos y los presupuestos militares para mantener activa la guerra en el medio oriente, no para enfrentar los enemigos de la democracia europea y estadounidense, simplemente para defender los intereses de la trasnacionales de le energía. Los pueblos ponen la sangre, las trasnacionales roban el crudo y la OTAN pone los misiles. Buen negocio.
Lo que está ocurriendo en el oriente medio es la prueba más fehaciente de lo que son capaces los ricos del mundo. No les importa los muertos ajenos, contratan terroristas, los arman, los entrena y los financian, absolutamente para robarse el petróleo ajeno. Es el caso del estado islámico creado y apoyado por el Departamento de Estado de los EEUU y respaldado por la OTAN en sus operaciones contra Siria. Estos desalmados destruyeron las ciudades más hermosas, de gran tradición cultural de Siria, obligando a millones de sus habitantes a abandonar sus hogares convirtiéndolos en refugiados, en parias que deambulan por Europa en busca de abrigo. Su amparo sería una forma de resarcir las perversidades que los gobiernos europeos y el norteamericano cometieron contra los países árabes. Sangre por petróleo.
Venezuela es la nación que resguarda dentro de sus entrañas los depósitos de crudo más grande del planeta, esto no es una ventaja desde el punto de vista económico. Los amos del dinero, los hijosdelagranputa (con el perdón de las practicantes del oficio más antiguo) nos tienen la vista puesta. Estos malparidos no permiten que nuestro excremento del diablo sea utilizado para el desarrollo del país, lo desean para ellos y para eso cuenta con unos vende patria dispuestos a bajarse los pantalones ante la exigencia de sus amos. Están a la espera del impío negocio: sangre por petróleo.