La agricultura como actividad humana es muy importante tres veces al día (desayuno, almuerzo y cena) es en esencia la que determina la verdadera soberanía de los pueblos, siendo fundamental en la balanza económica de los países y en el bienestar de su gente.
Venezuela agrícolamente una vez aparecido el petróleo ha venido del tumbo al tambo, el café y cacao que fueron los dos rubros banderas del autoabastecimiento y exportación, conocidos en el mundo por su calidad, hoy caminan aceleradamente a la desaparición, así no lo quieran reconocer quienes regentan el país y especialmente la actividad agropecuaria.
El quehacer agrícola ha transitado en los últimos 25 años una profunda crisis por los diseños de políticas que desde las esferas gubernamentales han emprendido sus funcionarios; muchos apostaron al modelo de importaciones porque se contaba con suficientes dólares baratos para hacerlo, sabiendo conscientemente del grave daño que le ocasionaba a la producción nacional.
Curiosamente de todos los gobiernos que ha tenido Venezuela desde Cipriano Castro hasta Nicolás Maduro, el único que le dedicó no menos del 10 por ciento anual del presupuesto nacional en toda su permanencia en el poder fue Marcos Evangelista Pérez Jiménez, los demás solo le zumban migajas y miran a la agricultura por encima del hombro.
El propio José de Jesús Montilla, J.J. Montilla(+) cuando fue Ministro de Agricultura y Comercio en 1999, vivió en carne propia la desidia y el poco interés de los planificadores y gobernantes hacia la agricultura, y no era para menos, pues venía con el sueño de años de estudio con equipos interdisciplinarios diseñando un plan agrícola para Venezuela "Agricultura y Desarrollo en Venezuela, Un Plan para El Nuevo Siglo" y quedó su testimonio en un libro de útil consulta por venir de un hombre estudioso del sector agropecuario, cultivado al calor de La Universidad Central de Venezuela, a la que dedicó su vida como excelente docente e investigador.
La agricultura de puertos es la otra tragedia que hoy vive Venezuela y no es más que el reflejo de la irresponsabilidad y por qué no hasta el desconocimiento de cuán importante es para un país la garantía de su soberanía alimentaria; nunca como en estos tiempos se había hipotecado y hecho tan vulnerable la despensa agrícola nacional como ahora, llegando a cifras nunca imaginadas de importaciones agrícolas anuales de hasta 9 mil millones de dólares, incentivando la agricultura de otros países en detrimento de la venezolana; por eso y no por otra razón, hoy está el país frente a una "cosecha de tempestades"
Venezuela tiene con qué responder al abastecimiento agrícola de no menos del 80 por ciento de su consumo, existe un extraordinario agrosoporte físico, que en otros momentos sirvió para abastecer al país de rubros bandera como arroz, maíz, leche, café, carne, pollo y hortalizas; hay experticia, conocimiento y capacidad probada de los productores venezolanos, se cuenta con infraestructura para la producción y aguas abajo esta un importante sector con su parque agroindustrial semi paralizado y en espera de poder darle valor agregado a las materias primas agropecuarias, con alta eficiencia y ventajas competitivas nacional e internacionalmente.
Pero esa reactivación del sector agropecuario solo será posible si se resuelve la situación que hoy padece la agricultura de tener baja rentabilidad, escasez de insumos, inseguridad jurídica y personal, lo que en conjunto desestimula la inversión en el sector; cifras, informes y estudios, indican que la agricultura venezolana va palo abajo y todos deben apostar por recuperarla, estimulando a la gente del campo que produce la comida para el pueblo.
Que desaparezca de una vez por todas, aquella lapidaria definición de un agricultor "al que se le exige producir comida para la gente en la ciudad, y se le paga para que se muera de hambre".
Si el proyecto Yacambú en el estado Lara estuviera concluido otro gallo cantaría y significaría en este momento no menos de 20 mil hectáreas bajo riego y en producción de hortalizas con un estimado de 450 mil toneladas al año, y otras 20 mil hectáreas estarían en el proyecto Planicie de Maracaibo en plena producción; entonces se podría respirar profundamente y con tranquilidad y decir que en el campo venezolano si hay una verdadera revolución agrícola y que el modelo rentista petrolero es cosa del pasado.
Los tres estados andinos Trujillo, Mérida y Táchira siembran en conjunto 38 mil hectáreas y cultivan 27 rubros de hortalizas y papa, con 41 mil 500 productores, esto sin contar con los dedicados a la producción de leche, carne y cría de ganadería F1, especializada en la producción de leche.
Pero igualmente ésta agricultura andina, demanda una significativa cantidad de insumos para poder producir, solo en el cultivo de la papa se siembran 16 mil hectáreas que requieren 24 mil toneladas de semilla de papa todos los años, siendo importada casi en su totalidad a pesar de existir un programa nacional de producción de semilla de papa con variedades hechas y probadas aquí, con laboratorios de biotecnología que producen las plántulas invintro, campos experimentales dotados de invernaderos e invernáculos, personal formado científicamente y productores organizados para la tarea de producción de semilla de papa, pero lamentablemente con poquísimo apoyo gubernamental y una visión de país de poco estímulo y querencia de lo nacional.
En semillas de hortalizas hay la necesidad anual de unas 6 mil toneladas para cubrir la demanda de las 21 mil 845 hectáreas que se siembra con riego por aspersión, gracias a un plan de riego que se viene implementando desde los años 70 y que garantizan el vital líquido para la producción, pero esas semillas obligatoriamente deben ser importadas porque es difícil y costosa la producción nacional, pero que también en pequeña escala pudiera irse resolviendo este cuello de botella que representan las semillas y que significan un alto porcentaje dentro de la estructura de costos de producción.
Entonces, hay que rediseñar la agricultura pensando en un gran programa que satisfaga la alta demanda de investigación, asistencia técnica, insumos, financiamiento, infraestructura y comercialización, lo que en conjunto debe conducir al bienestar de todos los venezolanos, repensando la agricultura con sentido humano y de país.