El 29 de Marzo de 2016, a las 2:30 de la madrugada, soñé que soñaba que estaba en la avenida Andrés Bello de Caracas, a la altura de Los Caobos, frente al Colegio Nacional de Periodistas y cerca de Pollos Rivera, zona donde ejercen su oficio, a la intemperie, las trabajadoras sexuales menos privilegiadas del gremio. De repente, una camioneta policial del "patrullaje inteligente" de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) con 4 uniformados: una mujer que comanda, el conductor, y otros dos efectivos. Frenazo, los agentes agarran a una primera prostituta, la derriban, la someten y la registran: la comandante, con vulgaridad profesional, es apremiante y soez "Donde está la plata, mierda, dame la plata, yo no vine a conversar contigo," y abunda en insultos y amenazas, que apenas dejan oír los quejidos y protestas de la víctima. Una vez atracada la primera, buscan otra, pero con la llegada de los predadores ya se dio la desbandada. Queda rezagada una trabajadora sexual que, como es coja, no puede correr. La alcanzan pero hace fintas y no logran agarrarla, entonces, para poner fin a sus gambitos, uno de los PNB le asesta un puñetazo en la boca que la derriba: se repite la escena, le desgarran la ropa, la someten y la jefa de los policías es la que habla: "Tú sabes a lo que yo vengo, no te hagas la guevona, quiero es la plata, la plata, oíste... ¡Dámela!". Terminado el noble ejercicio, se montan en su camioneta de "patrullaje inteligente" y se marchan, dejando una estela de lamentos, una escena cruel de Animal Planet. Al rato la calle se llena de los airados comentarios y mentadas de madre de las colegas que comienzan a reagruparse y consuelan a sus hermanas atracadas.
Me hubiera gustado tomar el número de "la unidad", pero no pude porque, recuerden, toda fue un sueño, yo apenas soñé que soñaba. Además, esas trabajadoras sexuales tienen años en el sitio, y llevan años extorsionadas por los policías. A la ciudad nocturna y a esas mujeres no les ha llegado ni el asomo del socialismo.
Terminé de soñar que soñaba y me desperté, pensando en Irene Sáez y su Poli-Chacao, en Freddy Bernal y sus esfuerzos para adecentar la PM, en Soraya El Achkar con la UNES y en aquella encuesta nacional que nos hizo pensar que se podía "trabajar con lo echado a perder", como dice el I-Ching. Menos mal que sólo fue un mal sueño, me dije, porque no todos los policías son como esos hampones de mi pesadilla.
Horas más tarde vino la dolorosa confirmación: dos jóvenes policías habían sido asesinados y otros mal heridos, con premeditación, ventaja y alevosía, por unos delincuentes "políticos" que se le fueron encima con un autobús. Jóvenes funcionarios de menos de 25 años, que apenas comenzaban su hoja de servicio, caídos en la línea del deber cuando trataban de evitar que el hampa política devore a la ciudad de San Cristóbal, como pasó recientemente con "la salida" guarimbera de Leopoldo López con sus 43 muertos y 800 heridos. La mayoría de los venezolanos y venezolanas reprobaron el crimen y compartieron el dolor ante la brutalidad que acabó con esas vidas.
¡Qué diferencia entre héroes y carroñeros que portan a veces el mismo uniforme! ¿Será posible que el Estado sepa diferenciarlos? ¿Será posible? ¿O simplemente sueño que estoy soñando?