Actualmente confrontamos una paradoja compleja: nuestro posible déficit monetario no incluye el dólar, aunque de entrada podría pensarse que estamos incluyéndolo.
Nos han acostumbrado al manejo de la "ecuación del cambio", base del criterio monetarista en materia dineraria propia de la circulación del capital[1]. Según dicha ecuación, a más circulante, céteris páribus, es decir, para una oferta y asimismo los hábitos de consumo constantes, los precios suelen subir y hasta desencadenar tendencias inflacionarias. Pero, eso no es del todo cierto, y pasamos a demostrarlo:
Ante los actuales, sobrecargados e inducidos precios de la cesta básica que sirven de marcadores al resto de los bienes de lujo y semilujo en general, las ventas de mercancías-como valores de uso-deben estar sufriendo significativas bajas, o sea, ha bajado la demanda de artículos, aunque el valor de cambio de esas mercancías suba y siga subiendo, pero, con cargo, pues, a la reducción de las bolsitas de las cesta básica ya que estas a diario bajan y requetebajan[2].
No puede ser de otra manera mientras los salarios sigan estancados y no se adecuen al ritmo de crecimiento casi tan inmediatamente como lo hagan los precios actuales, o se declaren precios congelados por lo menos durante 1 mes o 2 m., según las disponibilidades y los correspondientes ajustes administrativos y presupuestarios, a fin de que el Estado pueda zanjar el déficit monetario que asfixia -chillaría- la economía de todos y todas.
De resultas, los precios suben cuando hay más circulante que mercancías ofertadas, pero también tienden a hacerlo cuando hay menos valores de uso, o sea, cuando estos escaseen por falta de producción, desvíos, acaparamiento, destrucción inducida o exportaciones ilegales, a fin de que los fabricantes e intermediarios conserven o puedan incrementar sus ventas en valores de cambio, en billetes, por así decirlo, pero al lado de una menor riqueza en bienes satisfactorios de nuestras necesidades, como está ocurriendo en estos momentos.
Así, pues, como estamos frente a un déficit monetario, la especulación no puede identificarse como inflacionaria, sino como una adecuación del circulante que permita seguir acusando ventas al valor según las ventas anteriores con bolsas de mayor volumen, y, por consiguiente, el Estado puede y debe incrementar sustancialmente el circulante que permita frenar la falsa especulación en cuestión y con ello la malinterpretada inflación.
[1] Antes de Irving Fisher y de Alfred Marshall, Carlos Marx dio cuenta de este aporte a la Teoría Cuantitativa del dinero, manejada después por economistas clásicos, como los anteriores, que hacen abstracción del origen mismo del dinero al que han enfetichado los economistas vulgares y sucesores de tales clásicos. Por cierto, estos mismos economistas meten en un mismo saco a Carlos Marx revuelto con los clásicos Adam Smith, David Ricardo. Thomas Malthus y Stuart Mill, con la clara y mala intención de obsoletizar sus precipuas obras, El Manifiesto Comunista y, sobre todo, El Capital. Recordemos que el dinero fue un enigma indescifrable hasta la llegada de Marx, unos 2 M años después del grande Aristóteles quien se estrelló ante el origen del valor.
[2] Por razones como estas es que el indicador global llamado Producto Interno Bruto (PIB) es acientífico, puesto que sólo se refiere a los valores de cambio o al circulante dinerario involucrado, al punto de que un mismo PIB que ascienda a Bs. F 100 puede reflejar tanto una unidad de x mercancía con precio = a Bs.F 100, como a 100 unidades de Bs.F 1 c/u.