Los poderes fácticos, la gerencia neoliberal y la seudointeligencia mediática han tratado de posicionar las matrices de opinión según la cual los gobiernos progresistas del América Latina, que han experimentado una involución relativa en el apoyo popular –Venezuela y Argentina- obedece a: el fracaso del modelo socialista; la necesidad de introducir “el mercado” como normativa sistémica; la “pertinencia” de mutar los programas sociales; y reactivar lo lucrativo-comercial en las fuerzas productivas sociales. Pero, es sabido que muchas anomalías, localizadas en la formación histórico-social o entronizada en la escena del Sur –Uruguay, Brasil, Paraguay, Argentina- no obedecen a móviles vistos por la óptica economicista sino a la lentitud de sus procesos constituyentes.
El tema de la coyuntura mundial, lo constituyen las críticas a la Agenda Económica Bolivariana pero sobre todo a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, llamados Clap donde no se ha detectado ni corrupción, ineficacia, clientelismo y discriminación. Hay que sí, revisar los precios justos o de costos y establecer verdaderos controles en “tiempo real”. Estas modalidades, en la construcción de una actividad comercial sin fines lucrativos, busca introducir detectores de la actividad especulativa, romper los monopolios y la esclavitud los valores de cambio. Nos será devuelta la organización social.
¿Estamos alcanzando velar por la soberanía alimentaria? mientras logremos canalizar la distribución, fortalecer el tejido de circulación y distribución de la cesta básica y constatar que se trata de una nueva orientación a las finanzas del país, la respuesta es afirmativa. Voceros oficiales han comunicado que el Estado comprará el 70% y con ello la producción-comercialización-distribución. Aunque el gobierno ha concertado con las cadenas privadas, así quedaría que el 50% comercializada por el sector privado y el 50% restante por los CLAP.
Hay tareas claves, aspectos que estrictamente atañen a la producción: desde la carne; el abastecimiento del agua; la importación –bajo un nuevo esquema- los fertilizantes, semillas y maíz; el aumento de la producción por hectáreas. Un aspecto especial, la caña de azúcar que arrastra caída producto de una falla en la selección y la escogencia de la cooperación técnica, para ello el Estado venezolano debe apoyarse en los convenios internacionales firmados por ejemplo con Brasil, para mejorar el procesamiento por toneladas y así disminuir allí también la importación hasta ahora injustificada. Una sumatoria de factores a resolver donde vemos que la ansiedad generada por el horario eléctrico extraordinario ha dado sus frutos: el agua como el amor es “el todo”.