No por azar los asiáticos afirman que el fracaso es la madre del éxito y que cada golpe los hace más listos. De los triunfos y reveses del FSLN en Nicaragua, deberíamos aprender algo por tratarse de una referencia que permite entender el drama de los gobiernos de izquierda en Suramérica, Centroamérica y el Caribe.
Aunque en circunstancias distintas y actores deferentes, el expediente de Nicaragua es rico en fuentes de primera mano para descifrar el complejo cuadro geopolítico y geoestratégico que enrarecen el clima político en Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, El Salvador, Nicaragua y Venezuela.
Y como el tiempo no pasa en vano y nada se pierde aprendiendo en cabeza ajena, entonces por qué no vernos en el espejo de este movimiento de izquierda que a sangre fuego alcanzo el poder. Nicaragua nos viene como anillo al dedo, pues en sus vicisitudes podemos encontrar mucha similitud con la agenda golpista que adelanta EEUU contra el proceso bolivariano en Venezuela.
Recuérdese que el gobierno de Washington, por medio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), organizó y financió la guerra de guerrilla mediante un ejército irregular conocido como la Contra. A la final la contrarrevolución se salió con la suya, logrando de esta manera imponer la matriz de opinión, según la cual Daniel Ortega y el FSLN eran la causa de la guerra. Como es bien sabido, el 25 de febrero de 1990 se celebraron las elecciones y resulto electa Violeta Barrios de Chamorro, interrumpiéndose por 17 años el proceso de trasformación revolucionaria iniciado el 18 de julio de 1979 con la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional.
Y como el tiempo es el mejor juez de la historia que desenmascara a los traidores de la patria, esta vez se quedaran con los crespos hecho quienes estén haciendo planes creyendo que el voto castigo nuevamente premiara a sus verdugos, tal como ocurrió aquel fatídico 6D, cuando la gracia resulto una morisqueta.