Todos los ciclos históricos tuvieron partida de nacimiento, así como su correspondiente acta de defunción. Y porque son leyes dialécticas las que precedieron el parto y después oficiaron los actos fúnebres, es que la historia registra la existencia de periodos de conservadores y liberales amarillo durante el siglo XIX; liberal restauradores entre 1899-1945; y puntofijista de AD y COPEI durante el embrollado siglo XX. ¿Acaso por eso dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista? De estos temas y algo más está pendiente el juicio final de los científicos sociales cuando escruten nuestra concreción republicana en su exacta dimensión.
Con el chavismo especulan sobre cuáles fueron las razones de su aparición en la escena nacional. Algunos exageran la nota cuando por desconocimiento de la historiografía intentan comparar las hazañas del arañero de Sabaneta con la épica bolivariana del siglo XIX. Incluso, algunos panegiristas exageran la nota cuando lo comparan con el Libertador, ignorando que el día que nació Bolívar el molde se rompió. De"Felicitadores", habría calificado Pedro María Morante a estos lisonjeros de oficio que deforman los hechos cumplidos.
En fin para redondear el cuento, diremos que es mil veces mentira que los decadentes agentes de la polarización estén interesados en recurrir a la vía eleccionaria, y le huyen a la consulta porque ambos están aterrados con las más recientes encuestas. De ahí, que referéndum o dialogo garanticen cese al duelo a muerte entre bandos que solo se disputan las mieles del poder.
Entre tanto, el tiempo continuo conspirando contra los objetivos supremos que deberíamos resolver para enfrentar los coletazos de la crisis cíclica mundial. Y aunque no sean nuestro deseos, reconocemos que la situación se escapó de las manos a Nicolás Maduro, y los bates quebrados del fascismo tampoco devolvernos la tranquilidad nacional, porque ambos están enfermos de odio y revanchismo.
La inmensa mayoría de los venezolanos reclaman con urgencia la convocatoria de un nuevo Poder Constituyente Originario que produzca el pacto social que deseamos; y que además, permitan salir del enfrentamiento primitivo que impide que entremos airosos al siglo XXI. De modo que sería otra quijotada que ofende nuestra inteligencia, si creyéramos que la preeminencia de cualquiera de estos actores cuestionados, pueda poner fin a esta absurda y ridícula pelea de perros y gatos callejeros que degradaron el debate político.
Y porque la MUD y el PSUV hace tiempo que perdieron ese derecho a ser creídos del que nos habló Joaquín Crespo, entonces necesario es concluir que una Sexta Republica solo podría salvarnos del gran desastre nacional que amenaza con aguárdanos a la vuelta de la esquina.